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El sentimiento como
memoria y lo emocional como sentido
Hugo Marietan,
www.marietan.com,
1994
La hipótesis a demostrar en este trabajo es que el sentimiento
es, en esencia, un tipo de memoria, y que la emoción se manifiesta como un patrón de
respuestas también relacionado con la memoria.
La emoción es la respuesta a un estímulo, que puede ser externo
o interno.
Estímulo externo: es el que proviene del mundo que nos rodea,
al cual reaccionamos con miedo, alegría o ira.
Estímulo interno: es aquel que se produce al imaginarnos alguna
situación agradable o desagradable.
Llamamos "reacción emocional" a la vivencia interna de
conmoción en nuestro organismo. Por conmoción entendemos la vivencia particular de
movimiento interno, la vivencia de que "algo nos pasó". A esta vivencia se le
agrega la valoración de agradable o desagradable.
La sensación y su resonancia tímica
Denominamos "sensación" a la información de que un
estímulo ha llegado a uno de nuestros sentidos; por ejemplo, la sensación de un aroma en
nuestra nariz. Ese estímulo es decodificado en ciertas áreas cerebrales, que recogen esa
información de olor y recurren a los almacenes de la memoria para identificarlo. Es decir
que en esta segunda etapa el proceso es de identificación. Gracias a él podemos
comprobar que lo que nuestra nariz ha sentido es un estímulo compatible con lo que hemos
almacenado y reconocemos como "olor a...". Denominamos "percepción" a
este segundo paso, a esta etapa donde se lleva a cabo la identificación del estímulo.
Existe una tercera etapa que consiste en determinar la resonancia
tímica, la resonancia de agrado o desagrado de esa sensación de estímulo de la nariz, y
que identificamos por ejemplo como perfume a lavanda.
Evidentemente, esa decodificación de agrado o desagrado corresponde
también a los almacenes de memoria, por vivencias anteriores ante circunstancias
estimulantes similares.
La repetición de este mecanismo de estímulo, sensación, percepción,
vivencia de agrado o desagrado, es aprendida por el individuo y llega a conclusiones como
por ejemplo "A mí me gusta el aroma a lavanda". Es decir, el estímulo produce
la sensación de un olor; la percepción de lavanda y la valoración de agrado o
desagrado, corresponde simplemente a una decodificación del almacén de la memoria sobre
esos gustos.
La repetición, y por lo tanto el refuerzo de esta experiencia, fija
nuestro gusto, y así podemos llegar, en un momento determinado, a tener una inclinación,
una tendencia a elegir entre un perfume a lavanda y uno de pino.
Es decir, que las vivencias van estableciendo condicionamientos para
evitar las experiencias desagradables y repetir las placenteras. Cuando nosotros decimos:
"Me gusta el olor a lavanda", estamos apelando a nuestra memoria. Ya
"sabemos" que la vivencia de oler lavanda nos produce placer.
La emoción y los dos tipos básicos de memoria
La vivencia de conmoción interna, a la que llamamos
"emoción", también responde a un patrón de memoria.
Las emociones básicas, que son el miedo, la ira y la alegría,
responden a dos tipos básicos de memoria:
1) La memoria de especie o filogenética, y
2) La memoria biográfica.
La memoria filogenética es aquella donde la especie ha
incorporado, por ejemplo, los elementos que le son peligrosos, como puede ser el miedo a
perder la base de sustentación. Esto lo señala Piaget con experimentos en bebés, a
quienes colocaba sobre una mesa e instintivamente no avanzaban más allá del perímetro.
También los niños que son suspendidos en el aire manifiestan terror. El hecho de que
este miedo sea sentido por cualquiera, es decir, sea universal, nos indica que ya lo
tenemos incorporado filogenéticamente en nuestra memoria de la especie: este patrón de
respuestas desencadenadas ante la proximidad de un precipicio correspondería a un
programa heredado.
Otros miedos aprendidos tempranamente, como es el miedo a las
serpientes (filogenético para algunos autores), parecen universales. Cualquiera, ante la
presencia de una víbora, se conmociona, tiene la vivencia de un movimiento interno
desagradable que decodifica como miedo. Esto se refiere a la Gestalt de la víbora,
es decir, a la imagen global de la misma. Cualquiera, un niño o un adulto que no tenga
conocimiento sobre estos animales tendrá el mismo pavor ante una víbora peligrosa que
ante una inofensiva. Solamente quienes han aprendido a diferenciar unas de otras pueden
eliminar ese miedo, es decir, los que realizan un reaprendizaje del aprendizaje básico.
Así, son considerados por el resto de la especie como motivo de atracción o de asombro,
como aquel que ha superado ese miedo básico. Un ejemplo de esto lo tenemos en los
vendedores en las plazas que se colocan una boa alrededor del cuello para llamar la
atención. |
También existen alegrías universales o motivos de ira universales. Todo esto
correspondería a la memoria de la especie.
La memoria biográfica nos permite reaccionar emocionalmente ante
aquello que para nosotros tiene un significado, y está íntimamente relacionado con
nuestra vida.
Por ejemplo: dos personas presencian la llegada de una visita. Una de
ellas, que desconoce al visitante, sólo observará que se trata de una persona de
alrededor de sesenta años, canoso, gordo, ya que no lo tiene registrado
significativamente en su biografía. En cambio, la otra persona puede reaccionar
emocionalmente ante la presencia del visitante, en caso de que sea su padre. Las dos
personas perciben lo mismo, pero la significación de esa percepción es totalmente
distinta en uno que en otro. En uno, provoca una vivencia cercana a la indiferencia y en
el otro, de agrado.
La diferencia entre uno y otro es simplemente una relación de memoria.
Uno de ellos está conmovido por todas las vivencias que ha tenido con su padre a lo largo
de su vida; desde su infancia ha aprendido que la presencia de esa persona le produce
placer, agrado. O bien que la resultante entre las vivencias de agrado y las de desagrado
determina una tendencia hacia el agrado.
De la reacción emocional al sentimiento como memoria
Esta vivencia emocional primaria de agrado que se repite y, como
dirían los conductistas, que se refuerza al repetirse, forma un engrama, un sistema de
respuestas a ese mismo estímulo, es decir, se realiza un aprendizaje de respuestas de tal
forma que, ante la repetición del estímulo, tenemos respuestas parecidas.
Proponemos llamar "sentimiento" a este sistema de respuestas
incorporado a nuestra memoria, que tiene la característica de perdurar y de ser estable.
Por ejemplo, si sabemos que va a venir nuestro padre, sabremos también
que nos vamos a poner contentos. Nuestra memoria nos indica que, ante ese estímulo, vamos
a tener una serie de respuestas vivenciadas como agradables. Es decir que poseemos memoria
del estímulo y memoria de las respuestas a ese estímulo.
Llamamos "sentimiento" a este par incorporado a nuestra
memoria y lo expresamos como "Yo quiero a mi padre", es decir, su presencia me
produce agrado, placer, apego, me conmociona internamente de manera agradable.
La búsqueda de lo placentero
Experiencias realizadas con ratas a las que le han colocado
electrodos en el área septal, área anatómica que produce placer, han demostrado que la
rata busca reiterar el estímulo que lo produce. Inclusive, algunas dejan de comer en
función de autoestimularse constantemente, y hasta pierden la vida por eso. La vivencia
de placer produce tendencia a buscarlo, la necesidad de vivenciarlo, quererlo.
El recuerdo de la situación placentera nos induce a reproducirla, nos
crea una necesidad.
De la misma manera, la vivencia de desagrado nos aleja del estímulo,
lo rechazamos, no lo queremos.
Se conoce desde siempre el impedir que el estímulo agradable se repita
para evitar la formación del sentimiento. Por ejemplo, se recomienda a una madre que
tiene la intención de desligarse de su hijo después de nacer, que no lo vea, que apenas
nazca se lo lleven y no lo vea nunca más, para evitar la emoción repetitiva, placentera,
que le produce el hijo. Lo que le están aconsejando es no recibir estímulos, no formar
el engrama, la memoria, no tener un sentimiento.
De la misma forma, se sabe que a un hijo adoptivo lo mejor es adoptarlo
durante los primeros meses de vida, cuando el chico no ha incorporado plenamente la imagen
materna. Entonces puede recibir las vivencias de agrado a partir de la madre adoptiva, y
el sentimiento de cariño, el sentimiento de amor hacia la madre se va a formar hacia la
madre adoptiva y no hacia ese ser desconocido no recordado que biológicamente es su
madre.
Otro elemento a nivel popular que determina este conocimiento intuitivo
del sentimiento como memoria queda expresado en las palabras de dos personas que se aman,
por ejemplo, cuando uno le dice al otro: "No me olvides",
"Recuérdame", "Extráñame", que son todas apelaciones a la memoria.
También ante un amor no correspondido: "Debo olvidarla",
como sinónimo de "Debo dejar de quererla", o "No voy a recibir más ese
estímulo placentero y voy a borrar de mi memoria todo ese patrón de respuestas
emocionales que me producía".
Otro consejo popular: "Si quieres olvidar a una persona, haz un
viaje, pon distancia", o sea, no la veas más, no recibas más su estímulo para
evitar el desencadenamiento de ese patrón de respuestas agradables, que al no tener
continuidad en el futuro, producirá frustración.
Otro ejemplo del sentimiento como memoria es el llamado "amor a la
patria", que todos sabemos que se enseña a través de la repetición constante de
los valores y símbolos impersonales. Se incorpora en el niño el sentimiento, por
aprendizaje, de amor a la patria.
Es llamativa la versión que indica, por ejemplo, que en los hogares
llamados "bien constituidos", es decir, donde se puede dar al niño un
aprendizaje de amor, donde se le demuestra cariño, afecto, protección, el índice de
delincuencia y drogadicción es menor. También tienen tendencia a formar familia con
mayor frecuencia que los otros. Al parecer, el aprendizaje de la demostración de amor por
parte del niño o niña, facilita luego la relación con el sexo opuesto, tendiente a
formar una familia. |
Esto se debe al aprendizaje de demostración del amor, es decir, tiene la información
necesaria como para desreprimir el sentimiento base hereditario.
Para corroborar nuestra tesis, podemos citar un caso clínico: una
paciente padece amnesia global, y no sólo desconoce a sus hijas, sino que además tampoco
siente que las quiere. Ellas "ya no le significan nada", es decir, se han
borrado de su memoria las experiencias placenteras repetidas y el aprendizaje de amor
hacia sus hijas. Como consecuencia, el sentimiento desaparece.
También hay ejemplos en la práctica clínica que refuerzan el
concepto de sentimiento como memoria: en el campo de la terapéutica existe un método
llamado terapia electroconvulsiva (TEC) de aplicación empírica, es decir, que aún no se
conocen exactamente las causas por las cuales actúa favorablemente para el paciente,
sobre todo en el caso de depresiones profundas o personas muy angustiadas, o delirios muy
intensos. La práctica ha demostrado que produce un real beneficio al paciente. Luego de
un estado confusional pasajero y de una pérdida de la memoria que puede durar tres o
cuatro meses pérdida de la memoria selectiva para algunas cosas, el paciente
manifiesta que se siente mucho mejor, que sus ideas de suicidio ya no lo torturan, que
esas vivencias de angustia han pasado.
Nos preguntamos ahora, desde el punto de vista que proponemos, en
función de que los sentimientos son memoria, si no está aquí uno de los elementos
beneficiosos del TEC.
Otro de los casos comprobados, ahora farmacológicamente, es la
propiedad que tiene la benzodiazepina de producir alteraciones de la memoria anterógrada,
tal es así que es utilizada, en dosis adecuadas, en los preoperatorios para borrar en el
paciente las vivencias desagradables de los preparativos de la operación. Efectivamente,
luego de la operación el paciente no recuerda lo que ha pasado.
Entonces aquí nos preguntamos si las benzodiazepinas producen una
falta de impresión mnésica de los acontecimientos que están ocurriendo, y un
borramiento leve de algunas de las memorias de las emociones y de los sentimientos.
Ante el enfrentamiento con una situación estresante que nos va a
producir angustia, tomamos un sedante y podemos afrontar esa situación con menos angustia
que si no lo hubiésemos tomado. ¿Qué pasó ahí? Este mecanismo también está presente
en el alcohólico, que antes de afrontar una situación estresante toma una dosis de
alcohol. ¿Qué hacen el alcohol o la benzodiazepina? ¿Borra la vivencia anticipatoria
desagradable? ¿Al hacerlo, nos tranquiliza? Es decir, ¿actúan sobre la memoria de lo
emocional o de los sentimientos?
Los psiquiatras tenemos en la experiencia clínica un cuadro que es muy
frecuente en los alcohólicos, llamado síndrome de Korsakoff, donde la intoxicación
repetida con alcohol produce una alteración neta y manifiesta en el sistema de la
memoria. El paciente no puede recordar y además mantiene un estado de humor placentero
como producto de la alteración del circuito Papez, entre otros.
Sabemos también que cuando se toma una dosis pequeña de alcohol, pero
suficiente para provocar el primer grado de embriaguez, el "estar alegres" de la
expresión popular, se siente una sensación placentera y de seguridad. ¿Qué hizo el
alcohol aquí con el humor medio, de indiferencia o displacer, y con los sentimientos de
inseguridad? ¿Actuó sobre la memoria emocional? ¿Borró la vivencia de anticipación de
un posible peligro? ¿A qué se debe esa tranquilidad, ese humor placentero y esa
sensación de seguridad que produce el alcohol en la primera fase de intoxicación?
¿Bloquea el alcohol un tipo de emoción?
En otro cuadro, en el cual se manifiesta una alteración de la memoria,
es el síndrome de abstinencia de alcohol, el llamado "delirium tremens", donde
hay una experiencia de angustia. ¿Qué mecanismos mnésicos se han liberado aquí, ante
la falta de alcohol? ¿Qué mecanismos emocionales se han desreprimido?
A un obsesivo le preguntamos por qué realiza el rito, y el obsesivo
nos contesta: "Si yo no hago este rito, me angustio". Es decir, tiene una
vivencia interna desagradable, reacciona emocionalmente de manera displacentera.
El obsesivo sabe, tiene incorporadas en su memoria las vivencias
desagradables, y también conoce la manera de neutralizarlas. O sea que tiene incorporadas
en la memoria tanto la vivencia angustiosa como la que le va a aliviar la angustia.
¿Qué función cumple el rito que impide la aparición de la angustia?
¿No es el rito un contraaprendizaje? ¿Las benzodiazepinas y los antidepresivos son
borradores de la memoria sentimental y emocional? ¿Son desensibilizadores que impiden la
reacción emocional ante los mismos estímulos? ¿Son bloqueadores de la memoria o del
programa emocional correspondiente a ese estímulo? ¿Por qué el paciente manifiesta
estar tranquilo, no tener ya ese miedo y esa angustia? ¿Qué se bloqueó en estos casos?
Sentimos tranquilidad cuando no estamos en alerta, cuando no vislumbramos un peligro, es
decir, cuando tenemos la certeza de que no vamos a tener miedo.
La emoción como sentido
La respuesta emocional varía con la intensidad del estímulo.
Estas respuestas, que son repetitivas, indican que existe un mecanismo automático; en
consecuencia se incluye también la memoria, el programa.
Hemos demostrado que existen fundamentos para pensar que los llamados
"sentimientos" (amor, odio), son memoria de emociones. La cuestión está
entonces en preguntarse: ¿Qué es una emoción?
Ya dijimos cómo se manifiesta: lo hace a través de un programa de
respuestas. Éste está condicionado tanto por la especie como por la biografía del
individuo y por el temperamento. Dijimos también por qué nos conmocionamos, por qué
tenemos incorporada una serie de emociones que reconocemos como sentimientos.
Pero, esencialmente, ¿qué es una emoción?
Los estudios neurobiológicos nos indican que existen áreas
anatómicas que reproducen lo emocional. Por ejemplo, electrodos colocados en el área
septal reproducen la reacción emocional que reconocemos como placer; electrodos colocados
en la amígdala reproducen la emoción de ira. Por lo tanto tenemos localizadas áreas
anatómicas, áreas emocionales. Sabemos que el sentido del olfato tiene una localización
cerebral, el sentido auditivo también, al igual que el sentido del tacto.
¿Podemos decir, audazmente, que lo emocional es también un sentido?
En los sentidos también existe un par estímulo-respuesta que puede
ser externo o interno, como ocurre en lo emocional.
Decimos "interno" porque la reproducción de un estímulo
visual, táctil, gustativo, etcétera, puede llevarse a cabo durante el sueño, al igual
que la reproducción de los estados emocionales. ¿Quién no ha tenido una pesadilla y no
ha experimentado la emoción de miedo? ¿Cuántas veces nos enojamos si nos despiertan
cuando tenemos un sueño placentero?
Aquí la emoción parte de un estímulo interno que tenemos almacenado
en la memoria y se debe al desencadenamiento de un programa almacenado en ella.
Por ejemplo, el sueño de que entra un ladrón a nuestra casa es
producto de nuestra imaginación, de representaciones, o sea de nuestros almacenes de la
memoria, pero provoca también una reacción de miedo. Este patrón de respuesta de miedo
también está almacenado en nuestra memoria, ya que es fácil comprender que externamente
no está ocurriendo absolutamente nada. Si en ese momento nos despertamos, como lo hacemos
habitualmente en algunas pesadillas o en los laboratorios de sueños, vamos a narrar una
vivencia de miedo, de angustia.
Temperamento y sensibilidad
El temperamento que se hereda determina la sensibilidad de un
individuo, es decir, la intensidad de la respuesta emocional ante un estímulo. Así,
podemos diferenciar en la práctica cotidiana personas que son hipersensibles,
normosensibles e hiposensibles. De igual manera, una persona nace con cierta
hipersensibilidad para captar los sonidos, y decimos que tiene oído musical. O para
captar las variaciones de la luz, los matices de los colores, y decimos que tiene talento
hacia la pintura.
Sabemos que los sentidos pueden ser educados, es decir, se puede
perfeccionar su sensibilidad. El sentido auditivo puede ser educado a través de la
práctica musical, el tacto en los ciegos, etcétera. Tanto el ejercicio como el
conocimiento de la técnica permite el perfeccionamiento de los sentidos, es decir, el
aprendizaje.
Sabemos también que existen drogas, por ejemplo el LSD, la cocaína,
que sensibilizan los sentidos, imprimen vivencias sensoriales que no son cotidianas e
intensifican notablemente lo sensitivo. Estas drogas producen, en cuanto a lo emocional,
un estado de éxtasis en los llamados "buenos viajes", y un estado de terror
intenso en los llamados "malos viajes". Y también la aparición de emociones no
vivenciadas cotidianamente e incomunicables (paratimias).
Por otra parte, sabemos respecto del contraaprendizaje de las
reacciones emocionales, que culturalmente se aprende a sentir determinadas cosas ante
distintos estímulos, es decir, que podemos aprender a sensibilizarnos ante determinadas
cosas y desensibilizarnos ante otras. Esta desensibilización es uno de los mecanismos que
utiliza la terapia conductista, por ejemplo, para quitar el miedo en el caso de una fobia.
¿Qué es lo que se desensibiliza? ¿Estamos determinando un nuevo programa mnésico,
contrario al programa mnésico original de respuestas desagradables, que determina, por
ejemplo, un miedo fóbico? |
Sabemos que la respuesta emocional puede ser controlada: todos
soportamos una reacción ante un determinado estímulo desagradable, frente a ciertas
circunstancias.
Esto depende también de lo cultural: no es la misma la reacción de un
italiano que la de un japonés. Es decir, podemos aprender a controlar el
desencadenamiento de la respuesta emocional.
No olvidemos que toda esta base de sensibilidad emocional o sentimental
está relacionada con el temperamento, es decir, lo que se trae incorporado en la memoria
genética. Heredamos nuestra hipersensibilidad al miedo, a la ira, a la alegría. Las
experiencias cotidianas desreprimen esta predisposición. Los reforzamientos que se
producen por estas experiencias cotidianas, en términos de agradabilidad o
desagradabilidad, es lo que determina la repetición o la evitación de una conducta.
Condicionamos nuestra conducta a lo emocionalmente vivenciado. Buscamos
lo agradable, evitamos lo desagradable. Sabemos, para cada uno de nosotros, qué es lo
agradable o qué conductas, qué vivencias van a despertar nuestro agrado y cuáles van a
despertar nuestro desagrado; es decir, ya lo tenemos incorporado a nuestra memoria.
El tacto discrimina entre las sensaciones de presión, de frío, de
calor, de suavidad o rugosidad, y el gusto discrimina entre lo salado, lo agrio, lo dulce
y lo amargo. ¿El sentido emocional discrimina entre el miedo, la ira y la alegría? Si
esta hipótesis es correcta, así como los sentidos tienen vías sensitivas perfectamente
conocidas, lo emocional debe tener también sus vías.
En neurobiología conocemos algunos hechos. Así como el sentido del
tacto tiene su sede cerebral en las áreas 5 y 7 de Brodman, el auditivo en las áreas 41,
42 y 22, hay ciertos núcleos que están relacionados con la emoción, como la amígdala,
el área septal y la zona límbica. También cabría pensar si la emoción es un sentido o
un integrador de sentidos, otorgándoles una significación de agrado o desagrado, o sea,
una síntesis superior de lo sensorialmente percibido, otro nivel de información de lo
percibido.
Como apoyo a la posible existencia de una vía emocional, están las
experiencias de Geschwind, mencionadas en Cerebro límbico, de Goldar:(1)
un mono es situado frente a dos figuras, una cruz y un círculo. Si presiona la cruz,
obtiene una pastilla agradable, si presiona el círculo, una desagradable. El animal
aprende rápidamente a presionar la figura con forma de cruz, porque así recibe una
recompensa, y evita al mismo tiempo presionar el círculo.
Este aprendizaje depende en primer lugar de la vista, pero en el fondo
vital de esta adquisición existe el agrado por la recompensa.
La incapacidad en el aprendizaje visual observado en los monos con
lobectomía bitemporal parece depender de una desconexión visuolímbica, o sea una
interrupción de la corriente existente normalmente entre la vista y la emoción. Existe
una desconexión entre el intelecto, la discriminación visual y la esfera vital, o sea
una desconexión visuolímbica, según Geschwind.
En el caso de los monos de Akert, donde se da una falta de respuestas
defensivas, la desconección es entre el lóbulo occipital y la amígdala. Se entiende que
una lesión amigdalina puede originar docilidad y déficit defensivo, más o menos
semejante a la falta de miedo.
Otro experimento interesante es el Downer. Este autor destruyó la
amígdala de un mono lesionándole las comisuras cerebrales y el quiasma óptico a través
de la línea media. Debido a esta sección comisural y quiasmática, cada ojo está
conectado sólo con el hemisferio cerebral homolateral. Cuando el animal utiliza el ojo
conectado con el hemisferio sin amigdalectomía, es muy agresivo, intratable.
Opuestamente, la utilización del ojo conectado con el hemisferio agmidalectomizado,
transforma al mono en un animal dócil. Esta docilidad, caracterizada por falta de
agresividad y miedo, desaparece cuando el mono es estimulado por otro canal sensorial,
táctil por ejemplo. Puede decirse que se trata de un mono con dos temperamentos ópticos.
Como comenta Gloor,(1) en el hemisferio amígdalectomizado
la percepción visual ha perdido su significación motivacional, emocional diríamos
nosotros. Esto indica que los canales entre el tacto y la emoción no atraviesan la
corteza temporal basolateropolar.
Es evidente que en la experiencia neurobiológica existen muchos
experimentos que hablan a las claras de la presencia de vías emocionales y de zonas
neurobiológicas que son centros emocionales, y cuya ablación produce un cambio en el
sentir emocional del individuo o del animal.
Desde luego, es importante un estudio o aclaración para comprender la
naturaleza de patologías en las que existe una exacerbación emocional o sentimental,
como en el caso de depresiones y manías, y aquella en que se da una anulación parcial
del sentido emocional, como es el caso de las esquizofrenias y ciertas demencias, así
como algunos traumatizados del cerebro o los postquirúrgicos cerebrales.
"Funcionalmente, la corteza temporal basolateropolar es un centro
necesario para establecer valores, o sea, significaciones vitales de los acontecimientos
intelectualmente captados".(1)
En definitiva, existirían fundamentos neurobiológicos y
conexiones entre el conocimiento del mundo (esfera intelectual) y la respuesta emocional.
En lo afectivo lo distintivo es la emoción, lo demás es memoria.
Bibliografía
1. J.C. Goldar, Cerebro límbico y
Psiquiatría, Buenos Aires, Salerno, 1975. |
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