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Enfermedad y anormalidad
Hugo Marietan,
www.marietan.com,
1994
La razón humana tiene el peculiar destino
de cargar
con cuestiones que no puede repudiar, pero que tampoco
puede responder.
Kant, Crítica de la razón pura
Introducción
Parte de la confusión de ciertos
conceptos en psicología y psicopatología, se debe a que,
por un lado, se estudian hechos (comportamientos,
bioquímica cerebral, etcétera) que corresponden a las
ciencias fácticas, y por otro, se estudian entes
ideales (ideas, pensamientos, etcétera) que
corresponden a las ciencias formales (que estudian
símbolos).
Son planos distintos, y al tratar de
conjugarlos sin tener en cuenta esto, se produce la
confusión conceptual. Pero a su vez, si separamos
estrictamente los planos, caemos en un dualismo
metodológico.
Si bien la conjunción plena no es
posible y la separación estricta nos llevaría a nuevos
tipos de errores, una alternativa es mencionar desde qué
plano (fáctico o formal) estamos analizando la cuestión.
Si nos limitáramos estrictamente al
plano formal, invariablemente reificaríamos algunos
conceptos, con lo cual confundiríamos símbolos (yo,
ello, etcétera) con hechos y terminaríamos hablando
de entes ideales como si tuvieran existencia real,
concreta.
Y por último, si trabajáramos sólo con
hechos mensurables, propios de las ciencias fácticas, nos
veríamos obligados a abandonar el estudio de esencias
humanas que corresponden al terreno formal, con lo cual el
análisis se tornaría incompleto.
Normalidad-anormalidad
Pittaluga(14) dice que la
idea de normalidad se da en un fenómeno natural
cuando éste reúne las siguientes condiciones:
1) Un cierto grado de uniformidad
tipológica (uniformidad espacial y formal); tendencia
a la identidad en la forma;
2) Un cierto grado de frecuencia
(uniformidad en el tiempo; ritmo de aparición; constancia
relativa del número);
3) Un cierto límite máximo y mínimo
de variación en las dos condiciones anteriores;
4) Una cierta correspondencia
entre el fenómeno, el ambiente en que se manifiesta y el
momento o tiempo de su manifestación.
Los fenómenos que no obedezcan al
conjunto de estas cuatro condiciones son anormales.
La normalidad es, pues, una forma
de ver las cosas, de estimar los hechos y los
acontecimientos.
En el análisis de los conceptos de
normalidad-anormalidad se puede observar de qué manera
juegan estos planos.
Existen dos criterios básicos de los
cuales derivan los conceptos de normalidad vigentes —el
criterio estadístico y el criterio normativo— y criterios
mixtos:
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Criterio estadístico
El criterio estadístico(13)
establece como normal al "hombre promedio", aquel que por
sus características se aproxima a la media aritmética de
las características del grupo al que pertenece.
Es un criterio cuantitativo y
"realista" basado en hechos de observación, ya que tiene
en cuenta cómo el hombre "es", y no cómo "debe ser".
Es decir que si un individuo tiene una
conducta semejante a las conductas mayoritarias de su
comunidad, es normal; está "adaptado" (del latín
ad, a, y aptare, acomodar: ajustar una cosa a
otra).
Aquellos que se alejan del promedio
(como en los extremos de la curva de Gauss), son
considerados anormales.
Antecedentes históricos
Carlos Federico Gauss (1777-1855),
matemático y astrónomo alemán (uno de los más grandes de
todos los tiempos), estableció la llamada "curva de los
errores", en la que los valores más frecuentes se
agrupaban en torno a un valor (por ejemplo 50) y el resto
se desviaba hacia uno u otro lado de la media (por ejemplo
-25, +75), que graficados sobre ejes cartesianos muestran
el dibujo de una copa invertida.(1)
El inglés Francis Galton (1822-1911),
primo de Charles Darwin, es considerado el padre de la
psicometría e impulsor de la estadística en psicología
("Siempre que puedas, cuenta" era su lema). Aplicó los
conceptos matemáticos de Gauss sobre correlación y la ley
de las desviaciones de la media de Quételet (1796-1874) en
su libro El genio hereditario: investigación de sus
leyes y consecuencias, publicado en 1869, donde
razonaba: "Debe haber una capacidad media regularmente
constante, y las desviaciones de esa media —hacia arriba
hasta el genio, y hacia abajo hasta la estupidez— deben
seguir la ley que gobierna las desviaciones de todas las
medias verdaderas".(2)
Galton dejó una importante escuela de
psicometría y estadística, continuada entre otros por K.
Pearson y R. Weldon en Inglaterra, y por Cattell en
Estados Unidos; Cattell fue el primero que introdujo la
estadística en la psicología, en la escuela americana
(1888).
En Psiquiatría, Kurt Schneider(3)
utiliza como criterio de normalidad el del término medio:
"Las personalidades anormales son variaciones y
desviaciones de un campo medio, imaginado por nosotros,
pero no exactamente determinable de las personalidades".
Criterio normativo
El criterio normativo tiende a
considerar como hombre normal al que se asemeja a
un modelo de perfección humana que reúne las
características deseables (ideales) de acuerdo con
un sistema de valores imperante.
Establece cómo "debe ser" el hombre
normal, es decir, es un criterio axiológico para el cual
la normalidad es una condición cualitativa (véase como
ejemplo los criterios de madurez de R. Vispo(6)
en el capítulo "Pensamiento", tema "Pensamiento
infantiloide").
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Criterios mixtos
De estos criterios básicos derivan
criterios mixtos. Por ejemplo para la OMS la salud
mental es "la capacidad del hombre para adaptarse al
medio social (criterio estadístico) y de lograr
satisfacción para sí y para sus semejantes (criterio
normativo)". Encontramos subsumido el concepto de
normalidad en el de salud, como se muestra en los
siguientes ejemplos:(4)
1) "La salud mental es amar y trabajar"
(Freud).
2) "La salud mental es la adaptación de
los seres humanos al mundo y a los otros, con un máximo de
eficacia y felicidad" (Karl Menninger).
3) "Es sana o normal la persona que
puede cumplir con sus roles sociales" (Erich Fromm).
4) "Salud mental es la capacidad para
establecer relaciones personales armónicas" (OMS).
5) Según Jahoda, es mentalmente sano el
que se adapta o tiene intentos activos de dominio del
ambiente, conserva unidad de la personalidad y capacidad
de percibir correctamente al mundo y a sí mismo.
6) "La enfermedad mental configura una
pérdida de la libertad, dado que al evadirse de la
realidad y no realizarse como proyecto, el individuo no
cumple su destino existencial. Si la salud, en este
sentido, es libertad para definirse, optar y comprometerse
como ser humano en la acción, la enfermedad es limitación,
rigidez y estereotipia".(11)
7) Para Hughling Jackson la enfermedad
mental se produce por un déficit en un plano superior del
SNC, mientras los planos inferiores continúan funcionando.(11)
8) Para B. Llopis, "el síndrome axial
común a todas las psicosis, o a la serie de estados
constitutivos de la psicosis única, no es otra cosa que la
misma sucesión de estados de conciencia, por los que todos
pasamos diariamente en la transición de la vigilia al
sueño".(11)
9) Según Adolf Meyer, "la enfermedad
mental es una respuesta psicobiológica a la situación
vital especial y compleja, dentro de la cual es colocado
un individuo".(11)
10) Para Ginsburg, "la salud mental es
la capacidad de mantenerse en un trabajo, de tener una
familia, de evitar problemas con la justicia y de
disfrutar de las oportunidades habituales de placer (amor,
juego y trabajo)".(12)
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Salud-enfermedad
Hace 45 siglos el pueblo asirio
babilonio creía que la enfermedad era una
impureza moral o espiritual provocada por los dioses
como réplica a una transgresión moral. La "culpa" (del
latín culpa: falta, pecado) se buscaba en la
biografía del enfermo.(11)
Para los griegos la enfermedad también
era de origen divino, pero la impureza ya no era moral,
sino física, y por lo tanto, tratable con
baños purificadores.
Esto fue un salto conceptual enorme, ya
que si la enfermedad era causada por los dioses y
significaba una impureza del alma, el hombre no
tenía acceso a ella, es decir, no podía ser curado por
otros hombres, sino sólo por el perdón de un dios. Pero si
la impureza estaba en lo físico (asunto de los hombres),
un hombre que conociera las leyes de la naturaleza (physis),
podía curar a otro.
Los griegos pensaban que la naturaleza
se guiaba por leyes y tenía un orden, una armonía
(idea pitagórica). Así, si se conocía las leyes propias de
la naturaleza del organismo, la fisiología, cuando un
hombre enfermaba, otro hombre podía ayudar, acompañar a la
naturaleza en el proceso de restitución de la armonía (la
salud), cuidar al otro, hacer medicina (del griego
medein: cuidar a).
El trípode del concepto de enfermedad
El concepto de enfermedad deriva de
tres ideas básicas: intrínseca (generada por un
desequilibrio interno del individuo), extrínseca
(generada fuera del individuo, y éste la incorpora)
y mixta (el individuo presenta una
predisposición que lo sensibiliza a ciertos agentes
externos):
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Idea intrínseca
Alcmeon de Crotona (520 a.C.),(8,
9) médico de la escuela pitagórica, decía que la
salud era el equilibrio de las potencias: lo húmedo y
lo seco, lo frío y lo cálido, lo amargo y lo dulce.
El predominio de una de estas potencias
(monarkia) sería la enfermedad. Alcmeón coloca el
origen de la enfermedad en el propio individuo: la causa
es interna, es una desarmonía (término muy
caro a los pitagóricos), un desorden, un desequilibrio
en la naturaleza de la persona.
Este modelo de explicar la enfermedad
es el adoptado por la mayoría de las concepciones médicas:
exceso o déficit de sustancias químicas y alteraciones
estructurales o funcionales que desequilibran otras
estructuras o funciones.
Por ejemplo, en Psiquiatría es usada
preferentemente por la tendencia biológica, como es el
caso de las teorías aminérgicas de la depresión o la
esquizofrenia. Éstas serían, en realidad, teorías
patogénicas más que etiogénicas.
La teoría cognitiva coloca el acento en
una alteración del procesamiento de la información (una
alteración estructural, en último análisis).
En resumen: el modelo intrínseco
de enfermedad dice que todos pueden enfermar a
consecuencia de un desequilibrio.
Sydenham, siguiendo a Hipócrates en su
reactivismo, decía: "Aunque sus causas dañen al cuerpo
humano, la enfermedad no es otra cosa que un esfuerzo de
la naturaleza para exterminar la materia mórbida,
procurando con todos sus medios la salud del enfermo".(10)
Ideas extrínseca
Este modelo tiene sus raíces en las
posturas mágico-religiosas, donde fuerzas o influencias
externas inciden sobre el hombre y lo enferman.
Como comentábamos anteriormente, no
seguir los preceptos religiosos generaba el enojo de los
dioses, que castigaban con la enfermedad al transgresor.
Una idea emparentada con ésta, ya en lo mágico, sustenta
que ciertos objetos, personas, animales o
circunstancias pueden influir sobre la persona
y enfermarla. Esta idea ancestral está profundamente
arraigada en la humanidad, y cuando lo aprendido
racionalmente se resiente lo suficiente, aparecen frescas
y lozanas, aun en la mente de los más "lógicos".
Lo mágico irrumpe con la ruptura del
orden (de lo lógico, lo coherente, lo conocido, lo
previsto): es la pérdida de confianza (de seguridad) en el
conocimiento establecido, legal, oficialmente reconocido,
cuando éste ya no ayuda o no sirve.
En lo mágico hay un matiz de rebeldía
ante lo que se presenta como realidad, es el "yo no acepto
esto tal como se da, debe haber otro camino". Es una
hipertrofia del deseo, que trata de romper las
limitaciones, sobrecargando afectivamente lo que "tiene
que ser" con respecto a lo que "es", y ejerciendo la
voluntad y la fe en busca de un equilibrio a otro nivel
(irracional, creencial) y de un refugio.
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Popularmente la idea de la enfermedad
como castigo suele expresarse con el consabido "¡Qué hice
para merecer esto!". La idea de influencia también se
ejemplifica con las personas a las que se les atribuye
"buena o mala onda", "mirada fuerte" (mal de ojo),
etcétera.
De este modelo la Psiquiatría toma la
influencia de las circunstancias y de las personas sobre
el individuo. Así, la teoría psicoanalítica habla de
circunstancias que producen conflictos, de un medio
ambiente opresor, de las influencias parentales en la
génesis de las neurosis, etcétera.
Pertenecen a la concepción del
pensamiento mágico la tesis de la "madre esquizofrenógena"
(que armada de sus "dobles mensajes", "paradojas",
etcétera, "transforma" a su hijo en un esquizofrénico) un
"hechizo" adornado con una florida terminología, o la
teoría de la comunicación familiar anómala que genera un
"chivo expiatorio" (la familia anómala elige quién
será el enfermo), etcétera.
En resumen, para esta postura todos
podemos enfermar si estamos sometidos a ciertas
influencias o circunstancias.
Idea mixta
Claudio Galeno (130-200 d. C.) dice que
la enfermedad es una predisposición del cuerpo, o
sea:
1) El factor previo es un desorden en
la naturaleza del individuo (factor intrínseco).
2) A este factor se agrega la presencia
de una causa externa —enfriamiento, veneno, etcétera—
(factor extrínseco).
3) El factor extrínseco actúa sobre un
individuo sensible (o predispuesto) a éste y
produce la enfermedad.
Para Galeno, "la enfermedad (nosos) es
una disposición preternatural del cuerpo por obra de la
cual padecen inmediatamente las funciones vitales. En
otras palabras: es una afección pasiva (pathos) de la
actividad vital, producida inmediatamente por un desorden
instantáneo de la naturaleza individual (alteración
preternatural) y causada en forma mediata por un factor
externo o primitivo que actuando sobre un individuo
sensible o predispuesto, determina en su cuerpo una
modificación anatomofisiológica anormal y más o menos
localizada".(10)
En clínica el ejemplo típico es el
alérgico. En Psiquiatría encontramos este modelo en las
teorías constitucionales (Kretschmer), que afirman que
ciertos fenotipos están más predispuestos a sufrir
determinadas patologías que otros (por ejemplo los
leptosómicos la esquizofrenia y los pícnicos la
manía-depresión). El factor genético, como predisposición,
ante situaciones estresantes o etapas del desarrollo
manifestaría la enfermedad.
En resumen: no todos enferman
ante determinadas circunstancias, sólo los predispuestos
(no enferma el que quiere, sino el que puede).
Sobre este trípode conceptual se
asientan las múltiples combinaciones sobre la teoría de la
enfermedad. Sin embargo, un segundo análisis nos demuestra
que ninguno de los modelos por sí mismo consigue
satisfacer la completud teórica que requiere el tema: son
útiles para entender parcialmente algunas patologías. La
misma insatisfacción producen los criterios de normalidad,
fácilmente rebatibles.
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H.C. Rümke,(5) al versar
sobre estos temas, decía: "No creo exagerar si afirmo que
estamos rozando el problema central, del que depende la
solución de todos los problemas. Se hace necesario conocer
las leyes de la salud, las bases en que ella se funda y
las fuerzas que la rigen. Esas fuerzas y esas bases nos
son desconocidas. No sabemos qué es en su esencia la
salud".
Médico-enfermo: vivencias
El "sentirse mal" es algo concreto para
el enfermo. Para él, la serie de síntomas que experimenta,
una vez superados sus conocimientos para neutralizarlos
("Yo solo no puedo solucionarlo"), lo obliga a consultar a
alguien a quien reconoce como más idóneo para ayudarlo en
el trance (religioso, brujo, curandero, líder familiar,
médico, etcétera). La salud es el bienestar que le permite
recuperar su nivel de acción habitual.
Los grados de sintomatología van de la
simple "molestia", superada con prestarle poca atención, a
la "incapacidad", que concentra la máxima atención en el
síntoma.
El grado de atención que el individuo
utiliza para sus síntomas depende de factores como
sensibilidad, inseguridad, experiencias de padecimiento de
cuadros similares (ejemplo: dolor precordial en anginosos,
etcétera), es decir, la manera particular con que la
persona vivencia el miedo generado por el síntoma (desde
la hiposensibilidad a la hipersensibilidad).
El síntoma, salvo muy pocas
excepciones, es desagradable, subjetivo, intransferible,
poco comunicable (entre otras cosas por las
características enunciadas más arriba). Genera inseguridad
y en consecuencia, miedo. Existen estados de euforia
patológica o groseras fallas en la evaluación del estado
interior (como en las psicosis, oligofrenias, etcétera),
donde el "síntoma" (como vivencia subjetiva) no existe y
la valoración de la distorsión es realizada por un
observador. En estos casos, desde luego, al no existir el
"sentirse mal", tampoco existe la necesidad de ayuda.
El enfermo valora la enfermedad de
acuerdo con su grado de "sentirse mal" y con la
incapacidad que le produce.
Para el médico la enfermedad es algo
que "tiene" el otro. No se da en el plano de su sentir,
sino en el plano de la lógica: la enfermedad es un
conjunto de síntomas y signos que responden (o no) a un
patrón, ubicable en la clasificación nosológica, que es de
su conocimiento.
Es un trabajo intelectual asociativo,
relacional, donde los síntomas (conocidos y transmitidos
por el enfermo, por lo tanto concretos para él y
subjetivos para el médico), los signos (observados por el
médico, concretos para el médico, a veces conocidos por el
enfermo) dan como resultado un cambio de nivel (de lo
concreto a lo abstracto) que le permite al médico
rotularlos como "una" enfermedad (en la mayoría de los
casos). La impenetrabilidad en el otro (el hiato Yo-Otro)
hace que este paso sea el único posible y que el médico
sólo se maneje con conjeturas y suposiciones, dando lugar
a la posibilidad de error.
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El médico, por lo general, reifica la
enfermedad, la concretiza, la personaliza, la extrae de la
persona y la convierte en un ente viviente, con el cual
"debe enfrentarse". Por eso se refiere a "la catatonía",
"el cáncer", "la esquizofrenia", etcétera. Esto, que es
operativo y cómodo para resumir frases como "la señora
tal, que padece síntomas compatibles con lo que, por
convención, se llama catatonía", se convierte, con el uso,
en una distorsión conceptual: separar la enfermedad del
paciente, como cuando el médico dice "la catatonía de la
cama 23".
Consecuencias
Este alejamiento de la persona
del paciente tuvo dos consecuencias: por un lado aumentó
el grado de conocimiento de los aspectos técnicos de la
enfermedad, pero, por el otro, disminuyó la comprensión de
la resonancia que el padecimiento tenía en el individuo.
Es decir, el concentrar la atención en
campos cada vez más estrechos (clínico, infeccioso,
microbiológico, bacteriológico, molecular, etcétera),
permite que el saber sobre ese campo aumente, en
detrimento del resto. Sólo al agotarse las respuestas de
esta metodología se vuelve al procedimiento inverso:
aumentar los límites del campo de estudio hasta abarcar la
totalidad de la persona, y aun saltar a planos
sociológicos, etcétera, haciendo una nueva separación,
para caer esta vez en el otro extremo: olvidarse de los
elementos concretos de la enfermedad, concentrándose sólo
en los aspectos psicológicos y sociológicos. Este reciclar
(atomismo-holismo-atomismo), se da permanentemente en la
historia de la medicina, cuya evolución es en espiral.
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Evolución del concepto de enfermedad
mental
Un ejemplo de ello es la búsqueda de
explicación de las enfermedades mentales; el concepto
sobre enfermedad mental sigue la siguiente secuencia:
1) Como castigo divino (concepción
mágico religiosa);
2) Como posesión diabólica (época de la
Inquisición);
3) Como enfermedad médica (Waldeyer,
Vives, etcétera);
4) Como alteración de la estructura
cerebral (Griensinger, Wernicke, Kleist, etcétera);
5) Como transmisión hereditaria en
familias "degeneradas" (Morel, Magnan);
6) Como resultado de conflictos
psíquicos (psicoanálisis);
7) Como reacción de inadaptación social
(Adolf Meyer);
8) Como trastorno de la comunicación
familiar (Bateson, sistémicos);
9) Como refugio ante la presión social
(Laing, Cooper);
10) Como trastorno en el procesamiento
de la información (cognitivos);
11) Como alteración de la bioquímica
cerebral (aminas, etcétera);
12) Como alteración de las estructuras
cerebrales (los trabajos con TAC, RNM, PET);
13) Como manifestación de una
alteración genética.
Este rápido e incompleto esquema
permite visualizar la evolución en espiral de las ideas
que trataron de explicar el fenómeno de las enfermedades
mentales: cada etapa realiza su aporte, y al agotar sus
respuestas, deja paso a la siguiente etapa, y así
sucesivamente. También se observa el reciclaje
holismo-atomismo-holismo, etcétera, y el trípode
extrínseco-intrínseco-mixto.
Desde luego que cada etapa tiene sus
líderes absolutistas e integradores: los absolutistas
profundizan la temática que defienden, aferrándose sólo a
sus propios postulados; los integradores tratan de ligar
los resultados de distintas temáticas a través de puntos
comunes.
Conclusión
A pesar de los distintos puntos de
vista con que se elaboraron los variados conceptos sobre
estos temas, no se ha conseguido la unidad de criterio
necesaria para tener principios operativos de utilidad
para la práctica psiquiátrica cotidiana.
Éste es uno de los casos en el cual lo
pragmático supera ampliamente a lo teórico. El común de la
gente puede determinar con relativa facilidad cuándo
alguien es anormal (cuando esta anormalidad es moderada o
grave). Así, también la práctica hospitalaria con
alienados, al cabo de un tiempo, crea en el terapeuta "el
olfato", la intuición, que le permite detectar cuándo un
examinado es, por ejemplo, un psicótico, sin que pueda
explicar exactamente qué lo ha llevado a diferenciarlo.
Desde luego, esto que mencionamos va más allá del análisis
semiológico corriente.
Existe una captación global de lo
normal y de lo enfermo, que uno va incorporando a través
de toda su vida como inserción y aprendizaje implícito en
el medio cultural. Es una experiencia común para cualquier
docente primario, y aun de jardín de infantes, cómo los
chicos que padecen anormalidad (física o intelectual) son
marginados y objeto de burla por el resto de los niños; a
veces mucho antes que el maestro, e inclusive los padres,
se den cuenta de esta anormalidad. Esto da pie a la
sugestiva idea de que podría existir para la normalidad
una memoria de especie y otra derivada de los modelos
aprendidos.
Esta segregación natural de los
anormales y enfermos ha creado el concepto de la
enfermedad como un disvalor social o, como dice Jaspers(7)
es un juicio de valor: "enfermo implica desde cualquier
punto de vista, nocivo, indeseado, inferior".
Otro obstáculo para llegar a una
generalización que concite el acuerdo universal radica en
la particularidad del ser humano, que por un lado
incorpora patrones de conducta comunes a su cultura y a su
tiempo, pero por otro posee un grado de libertad que le
permite su sello personal, de tal manera que no existen
dos individuos iguales. Esto hace que la valoración sobre
la normalidad y la anormalidad sólo pueda realizarse en
forma parcial.
De acuerdo con esto, hay una doble vía
de valoración para establecer la normalidad: por un lado,
si la persona responde a determinados patrones comunes, y
por otro, la evaluación de las características específicas
del individuo y sus circunstancias. Las propias vivencias
del terapeuta, lo quiera o no, son un elemento de peso
para la construcción de su propio concepto de normalidad y
van a incidir en el juicio que haga del examinado.
Encontrar el sutil límite entre
normalidad y anormalidad, o sano y enfermo, es tal vez
pretender demasiado. En esta frontera difusa que
posibilita la imperfección, el error, la enfermedad, pero
también la libertad y la salud, quizá se encuentre lo
esencial y distintivo del ser humano.
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