El
límite al sacro deber
Dr. Marietan: Soy madre de G (ahora
sé que es psicópata) es hijo adoptivo, siempre pensé que
tenía ese carácter por el trauma del abandono, era recién
nacido, para mí fue un sol y es verdad lo que UD. define,
es sol pero negro.
Lo tuve internado a los 13 años en el
Hospital de Psiquiatría Infantil durante 18 meses, fue un
calvario porque era yo la culpable de todos sus problemas,
hice terapia durante y después de su internación por 5
años con una terapeuta reconocida y formadora de médicos .
Sufrí humillaciones, falta de
respeto, de empatía, me decían que yo tenía un superyó muy
estricto porque yo no le permitía los abusos que cometía
contra nosotros me decían que una cosa era el chirlo y
otra la paliza, han minimizado la situación diciéndonos
que tenía una adolescencia conflictiva.
Nos rompió la casa entera 3 veces
incluido todos los electrodomésticos, los accesorios del
baño, cuando le digo todo es literalmente todo. En el
hospital pretendían que yo tuviera tolerancia, a mi esposo
le desgarró la oreja a mi me internaron por golpes que
casi llegaron a ser fracturas de varias costillas, en fin
todo lo que pueda imaginarse.
A veces me despertaba y nos estaba
mirando dormir, fue en esos momentos que entendí que en
cualquier momento nos mataba, abandonamos la casa con mi
esposo y dejamos todo atrás, desaparecimos sin dejar
rastros.
Hoy, operada de cáncer de mama,
sobreviví a un alto costo a G. estamos de nuevo en nuestra
casa ,vino 6 veces en 4 años ,no siempre le abrí la puerta
pero la vez que lo hice robó insignificancias, así que
desde ese momento no ingresa y trato de que no tenga
contacto con nosotros.
Sigo en terapia porque el dolor de
perderlo fue lacerante, muchas veces sentí culpa y lo
extrañé, pero para él yo no valgo nada y varias veces me
dijo que yo no era su mamá, entonces qué podía esperar de
él, sólo que nos matara.
Esto sucedió en 1993.Ahora nos
sentimos recuperados, pero la relación no tiene más
retorno porque aprendí a no creerle y que siga su vida,
siempre lejos nuestro.
La determinación la tomé cuando
entendí que era irrecuperable y no me arrepiento, necesito
vivir en sanidad y no en la locura, lamentablemente no
tiene cura.
Fue muy traumático el trato que
recibí en el Hospital Psiquiátrico Infantil, siempre me
hicieron sentir mala madre, G tenía contención y razón
.Cuando comenté que G me había golpeado y les dije que no
iba haber próxima vez porque le rompería los dos brazos,
lo dije yo; no mi esposo, me denunciaron al tribunal de
menores.
Le hice frente a todas las
situaciones, esperé lo que marca la ley protegerlo hasta
los 21 años y di por terminado el calvario.
No hay posibilidad de una vida digna
de ser vivida con una personalidad de estas
características, y no siento culpa de haber hecho el
duelo, ya no lloro y ya dejamos de sufrir, cada cual hace
una elección y ello lleva implícito dejar otras opciones
en el camino, aunque esa opción sea un hijo.
Me dijeron que hacia los 40 años se
estabilizan, ¿es verdad?, ¿se puede sobrevivir a semejante
locura sin quedar uno involucrado?
Dr. mis respetos ojalá hubiera sabido
de Ud. en aquel momento.
Mis respetos, Gilda
El límite del sacro deber
Gilda:
La hembra humana, al igual que muchas
de las otras especies, es la responsable principal de la
cría y cuidado del hijo. Es, si se quiere, un imperativo
de la especie, es decir que supera el rango individual. El
objetivo básico es que la especie no se extermine. No
cortar el continuo fluir del ADN específico en el continuo
del tiempo. La evolución natural enseña que los ejemplares
más aptos son los que perviven, los otros, los incapaces o
inadaptados, son eliminados por los depredadores y la
hostilidad del medio que supera sus defensas. Sin embargo,
los humanos han sorteado esta ley básica a través de un
sentido solidario que les hace cuidar aún de aquellas de
sus criaturas incapacitadas. Y, en devolución de esta
gracia, muchos de los incapacitados han aportado talento y
genio a la cultura, como lo demuestra la historia. Pero,
la mayoría, han constituido una pesada carga y hasta la
anulación funcional de los ejemplares aptos encargados del
cuidado de estos individuos.
Las grandes religiones han convertido
al cuidado de las crías humanas en un deber sagrado que
recae sobre la madre, principalmente.
Sin embargo, ¿cuál es el límite a ese
sacro deber?
No lo sabemos, no está establecido.
¿Qué hace que una madre consuma todo
o casi todo su tiempo al cuidado de un niño incapacitado
grave, como el de una parálisis cerebral, cuyo futuro es
certeramente desfavorable?
No tenemos una respuesta adecuada a
esta pregunta. Sí existen innumerables alegatos
preformados, que responden a repeticiones de normas
morales o religiosas. Pero la respuesta a la esencia de
esta pregunta nos es esquiva.
En el terreno de la burda
especulación presumimos que la indefensión de la criatura
puede ser uno de los factores, y la incapacidad de dañar,
otra. Descartamos por supuestas las cualidades del amor.
¿Pero qué ocurre en el caso, como es
el que se nos comenta en esta carta, en que la incapacidad
se limita a la adaptación y la capacidad de daño se
mantiene intacta o, aún, exacerbada? ¿Y cuando esa
capacidad de daño puede estar dirigida a la propia persona
responsable del cuidado del hijo?
A veces me despertaba y nos estaba
mirando dormir, fue en esos momentos que entendí que en
cualquier momento nos mataba.
¿Qué sumatoria de hechos han
posibilitado que esta madre acuñe esta interpretación de
la conducta de este hijo?: en cualquier momento nos
mataba.
Por un lado nos ha participado de sus
experiencias con el hijo mismo, y por otro lado la
vivencia de no encontrar apoyo para el reclamo frente a
los profesionales que atendían a su hijo (Fue muy
traumático el trato que recibí en el Hospital Psiquiátrico
Infantil, siempre me hicieron sentir mala madre, G tenía
contención y razón): los profesionales demasiado
focalizados (tal vez por defecto de formación) en la
problemática del la enfermedad del hijo, han descuidado
la incidencia de esa misma problemática en la dinámica
familiar y social. Tal vez el error se debe a considerar
al paciente como un individuo aislado y centrarse sólo en
solucionar o mitigar el problema específico del chico,
sin tener en cuenta la red social inmediata y mediata que
sostiene a ese individuo.
Creo que un caso como el que se nos
presenta, requiere la intervención de varios profesionales
de distintas disciplinas: psiquiatra, psicólogo clínico y,
al menos, un psicólogo sistémico, y un asistente social
que constate el terreno familiar.
Atender con profusión al paciente me
parece meritorio, pero dejar abandonado a su suerte a los
familiares que lo sostienen, me parece, al menos, un
error. Y conformarse, por parte del profesional, en hacer
culpable de todos los males del paciente a sus padres,
directamente es mala praxis.
Si bien todos los terapeutas hemos
tenido la experiencia de padres que han incidido
directamente en la patología de sus hijos, no debemos
colocar a TODOS LOS PADRES en ese saco.
Preguntarnos: ¿este paciente es
peligroso para sí o para terceros?
¿Cuál es la potencialidad de peligro
de esta persona?
¿Quiénes pueden ser el blanco de su
agresividad? ¿Hasta dónde puede llegar esa agresividad?
Muchas madres no tienen la capacidad
resolutiva de ésta: Le hice frente a todas las
situaciones, esperé lo que marca la ley, protegerlo hasta
los 21 años y di por terminado el calvario. Otras siguen
llevando sobre sus hombros esta situación, impelidas por
el sacro deber, otras han muerto en manos de sus hijos.
¿Cómo diferenciar un caso grave, como
éste, de uno moderado, de uno leve?
Sólo prestando atención a todas las
variables a nuestro alcance. Abriendo la cabeza, dejando
los dogmas de lado. No desperdiciando información de las
fuentes que puedan proporcionarla: familiares directos,
amigos, vecinos, maestros. Y utilizando a distintos
profesionales para estas tareas. Y concentrar la
información en el equipo asistencial.
No hay posibilidad de una vida digna de
ser vivida con una personalidad de estas características,
y no siento culpa de haber hecho el duelo. Ya no lloro. Y
ya dejamos de sufrir. Cada cual hace una elección y ello
lleva implícito dejar otras opciones en el camino, aunque
esa opción sea un hijo.
1) Aporte:
Para mí, este tipo de padres genera
MUCHA violencia en sus hijos. Le lo voy a contar con
varios casos. Incluidas partes horrendas de mi propia
experiencia personal.
Yo misma he tenido mis épocas
violentas: tirando una tijera contra el piso. Pegándole a
mi hermano, a mis 21 años. Yendo con una llave a rayarle
el auto (para lo cual he tenido que atravesar un pasillo
de casi 30 m por el que se entra-sale de la casa de mis
viejos). La violencia que pueden generar estos seres es
extrema, porque TE HACEN ACTUAR. No solo no te permiten
formarte tu autonomía, sino que la poca que podés llegar a
tener, en el preciso instante que la necesitan EXTERMINAR
hacen una especie de pase mágico o hechizo por el que se
te activa inmediatamente el automatismo. Directamente VOS
SOS ACCIÓN. Es decir su acción es hacerte a vos actuar en
contra de tu integridad, dignidad, principios,
identidad… El contacto con estos seres (que para mí va
desde el espectro de psicópatas a personalidades
narcisista como el que podría ser el de esta madre, y
quizás el padre sea un psicópata) es igual a un pantano
de arena movediza: pusiste un pie ahí y perdiste. No
teniendo aún desarrollado tu psiquismo, tu personalidad
es muy difícil salir de allí. He llegado a retornar a mi
departamento luego de ir a Lomás de Zamora y agarrar un
martillo y golpear sin parar contra la pared de un
placard de mi departamento (que por suerte estaba en
reparación por un tema de humedad). Recuerdo lo
impregnada de violencia que me he sentido por
momentos…
Sé de otra persona que ha llegado a
tirarle un ventilador por la cabeza a su madre para llegar
a poner un límite. Porque esta madre jamás escuchó cuando
le decía que no entre a su cuarto. Actualmente tiene un
cuaderno Gloria con anotaciones suyas en las que ha
agujereado el margen superior y puesto un alfiler de
gancho a modo de cierre.
Otra persona me decía: he llegado a
sentir odio. Pero odio, odio por mi mamá. He llegado a
pensar que podría matarla. De verdad he llegado a pensar
que la podía llegar a matar. He deseado que en algunos de
sus intentos de suicidio se matara de una vez, que se
tirara de una vez desde ese balcón.
Yo lo he vivido. Lo he vivido. Y
cuento, y sólo un 0,01 % de lo que padecí, viví, sentí.
(no hice más que esto en cuanto a violencia de este tipo
en mi caso por suerte). En esos hogares vivís un
infierno, un tormento que te puede llevar a
comportamientos como el de este chico.
Acá queda en duda si el daño contra
sí mismo o el daño contra terceros -que evidentemente
provocó este chico- es por Psicopatía o por Psicosis, o
por ese estado al que no le conozco rótulo diagnóstico
que es el que activan ciertos padres a ciertos hijos
(porque el ARSENAL lo descargan sólo contra el asignado,
o el que interfiere su imperio) y este tipo de respuestas
puedo asegurar que es así:
Padre: aprieto el botón bomba de
Hiroshima. El hijo es la bomba….
Se sabe muy bien lo difícil que es
desprenderse de un Psicópata. Y justamente lo que hacen es
que todo el tiempo te preguntes: no, no puede ser lo que
estoy discriminando…, la cosa no es como la ven mis
ojos…, la cosa es como el Psicópata dice que son las
cosas. Y esto no sale de esta madre: ella JAMÁS SE
PREGUNTA EN QUÉ PUEDO TENER QUE VER YO CON ESTO. Ella está
COMPLETA Y ABSOLUTAMENTE no implicada. Y no fueron
atendidos por un solo profesional… Es verdad, los
profesionales actualmente en general saben bastante poco
de los Psicópatas, pero…
No descarto que sea como lo relata y
como se ha interpretado.
No es para nada como inmediatamente
me resonó y como lo vi.
Yo me quedaría al menos con el
beneficio de la duda…
Cristina P., Buenos Aires
2) Aporte
Estimado Dr.
Marietan:
Tuve la oportunidad de leer en su página la carta enviada
por la Sra. Gilda, en la cual narra su experiencia como
mamá adoptiva de G., en relación con las vicisitudes
vividas como consecuencia de la personalidad extravagante
de su hijo.
Imposible no percibir el dolor que aún, y siempre, va a
experimentar al rememorar los sucesos ocurridos, y al
responsabilizarse plenamente por la elección efectuada.
Es por ello, que llamó poderosamente mi atención la nota
enviada como aporte por Cristina P., atento que, en mi
sentir, invierte las características de las personalidades
de los protagonistas del caso en cuestión, resaltando como
resultado que este tipo de padres genera MUCHA violencia
en sus hijos.
Dicha interpretación, y más allá de mi absoluto respeto
por el relato de sus experiencias personales, se
manifiesta al referirse a la mamá de G., cuestionando que
JAMÁS SE PREGUNTA EN QUÉ PUEDO TENER QUE VER YO CON ESTO.
Ella está COMPLETA Y ABSOLUTAMENTE no implicada.
En ese sentido, Doctor, me tomo el atrevimiento de repetir
una de sus enseñanzas que da adecuada respuesta: La
psicopatía es una manera de ser. No es una enfermedad. Ni
algo adquirido por malos tratos infantiles, es decir, no
es algo aprendido.
Por otra parte, no puedo
considerar no implicada a una mujer que recuerda a SU
HIJO recién nacido diciendo para mí fue un sol, y que a
pesar de la determinación en la elección realizada le
pregunta a UD. aún hoy con esperanza: Me dijeron que
hacia los 40 años se estabilizan, ¿es verdad?.
Mariana O., Buenos Aires, octubre 2007