
Título de
la Obra: » Amarre «
Características: Relieve en
Cerámica con pátina y cera.
Medidas 36cm. x 46cm.( peso
aprox. 4 kg.)
Autor:
Teresita Lo.
10/10/07
Dr. Hugo Marietan:
Hoy he leído su artículo sobre este
tema y me ha sido de gran utilidad. Muy claro y
contundente. Yo he sido la complementaria de un psicópata.
No lo reconocí hasta hace muy poco tiempo. Tengo 59 años,
vivo en San Juan, Argentina, mi esposo falleció en el año
1990, tengo cuatro hijos casados y siete nietos, una
familia maravillosa. Me casé a los 20 años y tuve un
matrimonio feliz, que la muerte puso fin, y a mi me dejó
sumida en la mayor tristeza de mi vida. Me enfermé de
pánico ( al principio no sabía lo que tenía) estoy todavía
en tratamiento con una psiquiatra, tomo ansiolíticos y
antidepresivos, y realmente los terribles episodios de
pánico ya no existen. A casi 3 años de la muerte de mi
esposo conocí a una persona perteneciente al grupo de
amigos que comencé a frecuentar, divorciado, me invitó a
salir y en ese momento, al comenzar la relación, sentí que
salía del pozo que estaba, que volvía a sentirme como una
adolescente, en fin, que tenía una nueva oportunidad de
amar y ser amada. En verdad, con esta persona, vivimos
juntos, nos separamos, volvimos a vivir juntos, y
finalmente logré separarme definitivamente en diciembre
del año pasado. Recién alcancé un poco de claridad cuando
comencé terapia y la sicóloga me dijo que esta persona era
un psicópata. Recién entendí que no había respuestas ni
nunca las habría para su conducta. Que sería siempre
imposible entender su mente. Pasé por el placer, el dolor,
la humillación, etc. Debo agregar que además es
alcohólico. En estas personas no hay respuesta ni
entendimiento posible. Es cierto, la separación trae
alivio, pero la lejanía duele terriblemente. La duda que
me ha planteado su artículo, es respecto a que nunca
volveré a ser la misma persona y que es difícil encontrar
otra persona para amar y ser amada. Me pareció o entendí
mal, que casi no quedan esperanzas, que el daño es muy
grande, imposible en cierta forma de superar. Otra duda,
algo que nunca pude descifrar, o quizás tampoco tenga nada
que ver con la lógica de estos individuos. Él cuando me
hacia un regalo, ponía: te quiero pero jamás firmaba la
nota. Por supuesto jamás escribió te amo. Le aclaro que
mucho me ayudó para poder dejarlo, el recuerdo del
respeto, cuidado, ternura y AMOR que siempre hubo entre
mi esposo y yo. Esto y también que mis allegados y yo
misma no entendiera porque seguía con una persona así.
Muchas gracias por su respuesta y nuevamente lo felicito
por ser de tanta ayuda a las personas que encuentran en su
vida a estos personajes.
Cordialmente. Delcira.
Delcira:
Muy interesante su experiencia.
Al menos usted tuvo un referente que
le permitió comprobar la diferencia entre un hombre normal
y un psicópata. Eso ayuda mucho.
El artículo al que se refiere (El
complementario y su psicópata) no dice que la persona,
después de la experiencia con el psicópata, no pueda amar
y ser amada. Eso puede ocurrir perfectamente.
Lo que he intentado especificar (que
es a su vez lo que me han repetido miles de veces las
complementarias que he antendido) es que la experiencia
con el psicópata es de tal intensidad y naturaleza que no
se encuentra en un hombre «normal» esa «conmoción» (para
darle un nombre) que produce el psicópata. Y que lo
hombres normales parecen, inmediatamente después de la
experiencia, como sosos, poco interesantes o hasta
aburridos.
Pero, esta aclaración es importante
para la mujer que ha dejado a un psicópata e intenta
relacionarse con normales, porque, por lo general, la
complementaria intenta revivir las «emociones» que le
provocaba el psicópata en la nueva relación. Y, desde
luego, no las encuentra ni las encontrará. Esto hace que,
erroneamente, la complementaria abandone la nueva
relación, si no está advertida de este fenómeno, sin darle
tiempo a que la relación con un hombre normal «madure» y
ella pueda adaptarse a placeres menos intensos, pero
suavemente agradables, que generan las relaciones
normales.
Repito: no es que no puedan amar y
ser amadas, si no que la «forma» e «intensidad» son
notablemente distintas.
Para dar un ejemplo burdo: es como
haber navegado por un tiempo sobre un mar embravecido y
pasar, luego, a navegar sobre un lago. Se nota la
diferencia.
Lo que no significa que no sea
placentero navegar sobre un lago.
La complementaria «extraña» a su
psicópata. Pero cuando analiza la relación (cuando usa la
lógica) con el psicópata y se pregunta qué es «realmente»
lo que extraña del psicópata (incluido lo sexual) no
alcanza a captar, ni a darse cuenta, qué es lo que
extraña. La mente de la complementaria analiza y da
vueltas sobre el asunto y no logra entender en qué
consiste lo benéfico o placentero de haber estado con
semejante ejemplar, sin embargo, siente que algo le
falta, que algo de ella se llevó consigo el psicópata.
No lo puede determinar, pero lo siente. Es lo que he
llamado el disfrute secreto. Y es por el cual la
complementaria sufre el alejamiento del psicópata. Y es lo
que le hace intentar, con cualquier excusa, re encontrarse
con el psicópata (ya que eso no lo encuentra en la nueva
relación con un hombre normal).
La lógica le dice que no, pero ese
algo (irracional) la empuja al sí.
Y he aquí la batalla que se libra en
el interior de la complementaria: sabe que no debe
encontrarse con el psicópata pero, como el clavo al imán,
se ve empujada al encuentro. Pocas son las personas que
vivencian, como la complementaria, tan netamente esta
lucha entre lo racional y lo irracional.
A los ojos de terceros esta lucha de
la complementaria es una lucha de una tonta, de alguien
para quien no hay experiencia negativa que le alcance para
darse cuenta que no le conviene seguir con el psicópata.
Y, objetivamente, es así.
Pero
Estos movimientos emocionales que
determina la presencia del psicópata en la complementaria
se dan en el plano subjetivo. Y ahí, los terceros son de
palo. No llegarán nunca a entender la relación. Ni aún
practicando la más intensa empatía. En esto, la
complementaria, está muy sola.
Muchas complementarias están
convencidas de que están enamoradas del psicópata. Sólo
las que han estado enamoradas con anterioridad a la
experiencia del psicópata se dan cuenta de la diferencia.
¿Cuáles son los puntos, en
apariencia, en común entre el enamoramiento y la relación
psicopática?
En ambos lo afectivo se centra en una
persona y, en consecuencia, las otras personas pasan a
segundo plano, a un plano afectivamente neutro.
Las acciones de la persona toman un
sentido nuevo en función de la relación.
Una tormenta emocional permanece en
la afectividad de la persona mientras dura el
enamoramiento. No hay lugar para la indiferencia.
La persona tiende, fuertemente, a
estar cerca del otro.
Siente acotada su libertad.
¿Cuáles son las diferencias?
En el enamoramiento lo afectivo se
centra en una persona, y si es correspondido, LE OCURRE LO
MISMO A LA OTRA PERSONA, y, si no es correspondido, es
apartado o rechazado por la otra persona, pero atendiendo
a códigos conocidos y consensuados: dolorosos pero
COMPRENSIBLES. La persona siente que sus sentimientos son
auténticos, completos.
En lo psicopático lo afectivo se
centra en una persona, pero es unidireccional, la
complementaria es la que se siente involucrada totalmente
en la relación y el psicópata hace COMO SI al él también
le ocurre lo mismo. El psicópata ACTÚA de enamorado. La
complementaria se da cuenta de esto (no lúcidamente) pero
hace todo el esfuerzo por no darse cuenta. Y también la
complementaria se da cuenta que en sus sentimientos hay
algo de artificial, algo que no cierra completamente.
En el enamoramiento las acciones de
la persona toman un sentido nuevo, la vida se llena de
colores, de poesía, de ensueño. Las metáforas encuentran
su sentido. Lo simple se vuelve mágico. Si bien hay
vaivenes afectivos (peleas, reconciliación), el tono
general de la relación es placentero y tiende a la
relajación. Hay proyección hacia un futuro aún más
placentero que el presente.
En lo psicopático las acciones de la
persona toman un sentido nuevo, la vida se llena de
colores intensos y, pasada la luna de miel (cuando el COMO
SI del psicópata se relaja) el ensueño se convierte en un
sueño con sobresaltos y sorpresas. El tono de la relación
es de tensión. Y mucha de esa tensión se debe a que no se
sabe con qué va a salir ahora, ni qué va a pasar cuando
aparezca. Es una espera deseada y tensa a la vez. Y, con
el paso del tiempo, del sueño se pasa a una pesadilla de
la que no se puede despertar. Aun en la luna de miel con
el psicópata, falta la poseía. Hay un anclaje en lo
concreto y en el presente, el futuro se tiñe de una
inquietante incertidumbre.
En el enamoramiento la tormenta
emocional permanece en la afectividad de la persona, con
altos y bajos, ondulaciones y periodos de calma; temores
de abandono, de celos, por un lado, y certidumbre se ser
amada, y de amar, por el otro.
En lo psicopático la tormenta
emocional permanece en la afectividad de la persona, y se
queda ahí, amenazante, borrascosa, con altos y bajos
intensos, sin descansos, sin relajamiento.
En el enamoramiento la persona
tiende, fuertemente, a estar cerca del otro. Se ama la
cercanía y se hace todo lo posible por consumir tiempo
juntos. Es como una sed que necesita urgente un par de
vasos de agua. Se tiende a la amalgama. A unirse dejando
el mínimo espacio posible.
En lo psicopático la persona tiende,
fuertemente, a estar cerca del otro. A soldarse con el
otro. La persona siente que está sólidamente unida al
otro, pero que el psicópata está suelto con respecto a
ella. Que él puede hacer lo que quiera y ella no.
En el enamoramiento la persona siente
acotada su libertad. Pero es una libertad que se entrega
con un margen, es como quien entrega sus llaves al otro
pero sabe que puede recuperarlas, aunque no desea de
ninguna manera recuperarlas. Su accionar se ve acotado en
el sentido de que es funcional al otro, y la entrega tiene
una finalidad de proyección, es una entrega que,
paradójicamente, amplia, nutre, hace crecer.
En lo psicopático la persona siente
acotada su libertad y que le entregó sus llaves a un
carcelero. Es una entrega que aísla, que socava, que
limita, que humilla. Pero, paradójicamente, la
complementaria se ve a sí misma colaborando en ese
encierro, ayudando a fortalecer los barrotes, a fabricar
su grillo de esclava.
Estos acercamientos
intelectuales, y por lo tanto toscos, a este fenómeno de
la relación psicópata – complementario, tienden responder
a la pregunta, y a veces a la certeza de la
complementaria, sobre el enamoramiento hacia el
psicópata. Mi respuesta, como se desprende de lo
anterior, es que no. En el amor hay cuidado de la otra
persona, en lo psicopático hay uso y abuso. No hay
enamoramiento en el circuito psicópata complementario. Hay
un anclaje profundo, hay un disfrute secreto, hay una
atracción poderosa, hay un girar alrededor del psicópata,
pero no amor.
Dr. Marietan:
Gracias por su respuesta,
absolutamente clara, y que pone todo en su lugar. Todo es
tal cual usted lo describe. Yo podría agregar mucho más
sobre lo que viví con esta persona, pero serían
reiteraciones de lo ya dicho. Si quiero decir que es
difícil, pero no imposible separarse de un psicópata. Hay
que buscar ayuda profesional y se podrá no entender al
otro, eso jamás, ni esperar cambios, tampoco, pero si
disfrutar de nuevo de la vida en todos sus acepciones mas
esplendorosas: la paz, la relajación, los afectos
familiares y de amigos, el trabajo, etc. Y no vivir más
con miedo, porque yo además de todo lo dicho, en los
últimos tiempos temía por mi vida. Nunca me agredió
físicamente, pero ahora pienso que al darse cuenta de que
perdía la presa, no disimulaba nada y brotaba de él una
violencia contenida, pero no sabía hasta cuándo. Reitero
mi agradecimiento y lástima que este tema tan frecuente e
importante, no tenga la trascendencia que debiera en
medios masivos de comunicación, porque muchas personas,
entre las que me incluyo, por desconocimiento lo
padecemos.
Cordialmente,
Delcira.