Noticia
El
Monstruo de Las Mesas
Tres víctimas y una historia que nunca se olvidará
escrito por Eliana Millán Montiel
DLA Táchira.
Venezuela
viernes, 27 de febrero de 2009
Sólo ocho meses le costó olvidar que había
acabado con la vida de un ser humano. Posterior a su primera
experiencia como asesino, no tuvo contemplación
para matar a una criatura de tan sólo siete años,
de quien quedan recuerdos muy especiales por la manera
como se comportaba con sus vecinos
En una historia con un final casi esperado se convirtió
lo que para muchos se contaba y no se creía. El
denominado «Monstruo de las Mesas» dejó
la huella del horror sembrada en una población,
que por la calidez de su gente, era conocida.
Tres víctimas, una misma historia, un mismo modo
de proceder se conjugaron en esta macabra historia que
cualquiera pudiera pensar que se trata de una persona
que por problemas mentales actuó de la manera como
lo hizo, sin embargo otras versiones afirman lo contrario.
Alrededor de esta historia no faltan las versiones que
se generan en el diario acontecer de un sector donde todos
se conocían y de donde era prácticamente
«el Monstruo de Las Mesas» para los últimos
años de su existencia.
«Ramón una vez salvó la vida de mi
hija, sin importar sacó su camioneta y me la llevó
al hospital, no entiendo por qué hizo lo que hizo.
Yo le pregunté y lo que me contestó fue
que por los efectos del alcohol fue que actuó así».
Otras versiones que entre el común de la gente
se escuchaba es que era una persona tranquila que en alguna
oportunidad presentó problemas con la justicia
con un supuesto robo de bombonas, pero que de ahí
a hacer algo tan horrendo, no se lo imaginaron nunca.
Marzo 2008
Todo comienza cuando una posible huida de Lola Ovalles,
primera concubina de Ramón Salcedo, en el mes de
marzo de 2008 hace pensar a sus familiares que quizás
los problemas, la desesperación, hicieron que esta
trabajadora mujer dejara el hogar y a sus cuatros hijos
sobre la responsabilidad de su familia.
En una fría mañana, Salcedo llegó
al hogar de los Ovalles manifestando que Lola se había
ido y lo había dejado solo a él y a sus
cuatro hijos. Lloroso, con lágrimas en los ojos,
manifestó la acción que había realizado
la infortunada mujer.
Los familiares sin pensar se quedaron con la versión
del confeso asesino. No buscaron, ni despertaron la sospecha
de que la suerte de Lola había sido encontrar la
muerte tan cínicamente.
Diciembre 2008
Luego de la supuesta huida de Lola Iraiza Ovalles, el
Monstruo de Las Mesas se consigue con su segunda y tercera
víctima, una mujer de quien sólo se conocía
que era alegre, juguetona con su concubino.
«La Reina», como la conocían en el sector
Pueblo Nuevo del municipio Antonio Rómulo Costa,
llegó y convivió con Salcedo en el hogar
que posteriormente se convirtió en su propio sitio
de entierro.
Ya sobre el patio trasero del hogar, había sido
brutalmente asesinada a martillazos una primera víctima,
a quien fríamente le construyó una lápida
y un supuesto urinario que al momento de hacer el destierro
no tenía ningún tipo de sistema de tuberías,
sólo una que conducía a un hueco donde hacía
11 meses aproximadamente había matado y enterrado
a Ovalles.
Yolismar Navarro y su pequeña hija de siete años,
corrieron con la misma suerte. Fueron brutalmente asesinadas
y enterradas a tan sólo medio metro de aquel primer
cuerpo. La intuición y la desesperación
de los familiares de Navarro llevaron a efectivos del
Cuerpo de Investigaciones Científica Penales y
Criminalísticas, (CICPC) Sub delegación
La Fría, a realizar un primer horrendo hallazgo.
El miércoles 11 de febrero en horas de la noche,
a través de técnicas Criminalísticas,
hallan el pequeño cuerpo de la niña de siete
años posado sobre el regazo de su madre. A quienes
el «Monstruo de Las Mesas» mató salvajemente
dos noches antes de recibir el año 2009.
La suspicacia y la sagacidad comienzan a despertar sobre
los expertos investigadores, ya que si había cometido
este crimen, se preguntaron qué podría haber
hecho con la humanidad de Lola Iraiza Ovalles.
Un 24 de febrero, luego de un intenso trabajo coordinado
y unas hipótesis bien fundadas por parte de expertos
investigadores del CICPC, dan con el paradero de un hombre
que la justicia venezolana apresó para que pudiera
confesar y dilucidar el misterio del paradero de Ovalles.
Fríamente y ni con el más mínimo
sentimiento de arrepentimiento, confesó lo que
ya se tenía casi comprobado: la muerte de quien
fue verdaderamente su primera víctima fatal.
Un mismo modus operandis, dos crímenes casi perfectos
y una comunidad consternada dejó lo que para muchos
fue un espantoso hecho que jamás será borrado
de la memoria de quienes pudieron departir momentos felices
y agradables al lado de ambas damas.
Una niña alegre, juguetona y soñadora, también
cayó en manos de quien fue aislado por temor a
que su vida corriera peligro. Pero lo que las autoridades
no tomaron en cuenta es que no lo aislaron de su propia
maldad.
La suerte de Ramón Salcedo, «el Monstruo de
Las Mesas», fue truncada por su odio y su remordimiento
de conciencia. En una celda de prisión se quitó
la vida y acabó con la historia dejando no tres,
sino cuatro víctimas sobre su espalda.
Terror
El terror de verse descubierto y quizá la culpa
que sintió al asimilar la gravedad de los crímenes
que había cometido, fueron los motivos que posiblemente
llevaron a Ramón Salcedo a la determinación
de quitarse la vida, huyendo de esta forma de pagar sus
pecados en la tierra, como la mayoría de los mortales.