Examen
Mentira y seducción en
el psicópata
N M
Se han marcado en negrita los rasgos
psicopáticos (Marietan)
Mentiras
La mentira trivial y cotidiana, tal
vez piadosa o acomodaticia que comete de vez en cuando
cualquier persona medianamente normal, como por ejemplo,
decirle a un vendedor insistente que no se lo puede
atender, que uno / a está ocupado / a, o alentar a un
enfermo terminal mintiéndole que se lo ve mejor, son
mentiras comunes, pasajeras y aún hasta admitidas por la
sociedad, aunque son desagradables, pero se supone que
detrás de estos ejemplos, existe comprometerse con una
compra innecesaria o sentir piedad por alguien que se
encuentra muy grave.
También hay seres que mienten
patológicamente, hasta inventan situaciones inverosímiles
o cuentan una vida que existe sólo en su fantasía, tal vez
porque la realidad que padecen es muy dura, pero estos
típicos delirantes son generalmente conocidos por el medio
donde se mueven y generalmente los demás no les hacen
caso, otros los desenmascaran abiertamente, entablando
largas discusiones, porque es evidente la mentira, todos
conocemos estos casos
En cambio la mentira del psicópata
es fría, premeditada, armada con perfeccionismo
estratégico, para llevar a cabo la concreción de sus
necesidades especiales.
El psicópata, cuando despliega sus
actos psicopáticos no se incomoda al mentir, no
experimenta ese displacer de la culpa que cualquier ser
humano común suele sentir en esas circunstancias. El
psicópata miente consuetudinariamente para lograr sus
fines y lo hace de forma tan convincente y serena, que a
veces aún teniendo la evidencia delante de los ojos, la
víctima llega a dudar de la verdad, que es lo que
consigue el psicópata con sus acciones y mentiras:
desestabilizar, confundir, sembrar dudas que se convierten
como la gota de la tortura china que horada la cabeza del
otro / a y va socavando lentamente el autoestima, la
dignidad, voluntad, entereza y la seguridad de su presa.
No hay muerte más contundente que el
desamor y el psicópata esgrime sus mentiras aún pisando
los cadáveres que deja a su paso, comprende lo que hace,
no es un enfermo, pero como dice la juerga popular, es
capaz de vender a su madre para lograr sus objetivos y lo
hace sin pestañear.
El psicópata miente con todo el
cuerpo, es un excelente actor, dice sus mentiras con la
más absoluta naturalidad, mirando a los ojos, puede
fingir ternura, solidaridad, lealtad, hasta puede llorar,
pero siempre en beneficio de sus necesidades atípicas,
con sus simulacros sentimentales se camaleonea, se hace
eco de las necesidades del otro, es muy perceptivo,
apuesta y luego recoge las ganancias obtenidas, con
la más fría calma, derrumbando sin importarle a quién ha
elegido como presa.
En mi relación con el psicópata M,
cierta vez, mi hijo había sufrido un traumatismo de cráneo
en un accidente, los neurólogos lo externaron debido a una
milagrosa mejoría, pero se le debía practicar otra
tomografía computada.
Los moradores de la vivienda éramos
sólo mi hijo y yo. M. era la única persona que tenía un
juego de llaves por el hecho de ser mi pareja, aunque no
conviviéramos juntos.
M. llegó a visitarme unos minutos
antes de partir hacia el hospital y observó cómo yo
extraía del placard, cincuenta pesos del sobre que
contenía casi la totalidad de mi sueldo.
Cuando el resultado del T.A.C
practicado a mi hijo salió bien, regresamos contentos, era
un día apropiadamente brillante y cálido y yo disfrutaba
esa felicidad.
Mi hijo se alejó para ver a unos
amigos y avisar en su trabajo que ya estaba restablecido y
yo, al entrar a mi domicilio sentí como un presentimiento
oscuro, ya que me había resultado extraño el hecho de que
M. no se hubiera ofrecido a llevarnos con su coche, ya que
cuando me visitaba, me seguía a todos lados, aunque fuera
más lejos y por cualquier circunstancia, aún perdiendo sus
horas laborales, ya que se mostraba demasiado apegado
cuando venía). Por lo tanto corrí hasta el placard de mi
pieza comprobando que el sobre con el sueldo había
desaparecido, di vuelta los muebles, revisé por todos
lados, pero el dinero se había esfumado, enseguida
comprendí que M. se lo había llevado, no había duda, mi
domicilio es un departamento interno rodeado de altos
muros, lo que hace prácticamente imposible que alguien
acceda a él, antes de entrar, el largo pasillo tiene tres
puertas altas y seguras y siempre cerradas con llave por
la inseguridad reinante
Ante esta revelación tan dolorosa
lloré desesperanzada y desesperadamente, hacía poco que me
relacionaba amorosamente con M. y no esperaba tal
felonía por parte de él, salí para que mi hijo que estaba
por venir, no me viera en el estado en que me encontraba,
afuera, dos vecinas me comentaron que M., mientras
nosotros estábamos en el hospital, había entrado a mi
domicilio! En el identificador telefónico habían
quedado registradas dos llamadas de él en el horario que
mi hijo y yo nos hallábamos lejos, (posteriormente, él se
defendió de esto, diciendo que había regresado
arrepentido, porque se había sentido culpable de no
habernos llevado hasta el hospital, en realidad, él había
hecho esas llamadas para asegurarse de que no estábamos,
que por cualquier eventualidad imprevisible no hayamos
regresado y así poder entrar tranquilo y robar el sueldo.
Cuando volví, junté todas las cosas
de M., las metí en un bolso y a la noche, cuando él
regresó, le indiqué que se llevara el bolso y se fuera y
que no regresara nunca más, me preguntó asombrado cuál
era el motivo de mi actitud y le contesté Vos sabés muy
bien el motivo
Pero no se iba, insistió y me acosó
hasta el cansancio, preguntando porqué lo echaba sin más
ni más, así de repente, que qué hice yo, que te amo
tanto. Lloró, juró, perjuró, hizo un dramón durante
más de dos horas, incluso me dijo entre hipos y sollozos
que a pesar de estar él en una situación tan difícil
económicamente, iba a juntar el dinero desaparecido y me
lo entregaría, a prueba del amor que sentía por mi aún y a
pesar de que él no era el ladrón!!! (promesa que jamás
cumplió, por supuesto).
Por último le dije el motivo que él
conocía muy bien, acusándolo de buitre, por el hecho de
haberse aprovechado en circunstancias tan delicadas como
la salud de mi hijo
siguió llorando y prometiendo toda
suerte de bondades para con nosotros, a tal punto que
me convenció y de tal manera que hasta logró hacerme
sentir culpable por haberlo acusado.
M. insistía que alguien había
entrado, pero quién?? Incluso, llegó a abrir sospechas
sobre mi hijo, que ya era un joven y que jamás me había
causado problemas con el dinero, todo lo contrario, además
y para desvirtuar en él esas horribles acusaciones, le
recordé que mi hijo ni siquiera había pasado por mi cuarto
esa mañana, que de su habitación cruzó el patio y fue
directamente a la cocina y sin desayunar nos habíamos ido,
fue cosa de minutos y fácil de acordarse
Al poco tiempo, me enteré que justo
en esa fecha, M. le pagó una deuda a su ex mujer y que
casualmente era la misma cantidad que me había faltado a
mí.
Tuvo que abonar porque su ex lo
amenazaba con retirarle los víveres, yo siempre le
reprochaba el mantener una relación parásita con
ella, pero M. lo poco que ganaba lo gastaba en
prostitutas y otras salidas misteriosas, que ni sus
hijos, ex y yo conocíamos, lo que sí era real, es que
siempre lo corrían prestamistas intimándole para
que les pague.
Seducción bidireccional y
manipulación
No puedo negar lo doloroso que me
resultaba echarlo, a tal punto sentía fascinación por
él y la seducción que ejercía en mí, aunque me sentía
terriblemente angustiada, confundida y como gastada al
aceptar nuevamente la relación.
Es muy interesante lo que dice el
apunte al respecto sobre la seducción del psicópata, que
persuade con su encanto pero que el otro / a debe rendirse
y darle su consentimiento
dolorosamente,
desgarradoramente, comprobé la denominada seducción
bidireccional, aportando con mi actitud el rearme
del círculo psicopático, al volver a esas pautas de
relación como hechizada, sin voluntad para rebatirla y
cortarla, cayendo nuevamente en esa telaraña feroz y
perversa, tan destructiva para el complementario / a.
Coerción
Es diferente, es cuando la víctima
cae en manos del psicópata por un hecho repentino, como
puede ser una violación o un robo a mano armada, y no
puede huir del depredador.
La Relación unidireccional entre
el psicópata y el otro, donde intervienen presiones
instrumentales físicas o psicológicas que le impiden optar
a la víctima. (Dr. Marietan)
Parasitismo, relación utilitaria,
crueldad e insensibilidad
El psicópata cotidiano tiene
perfectamente calculada la ventaja que sacará de su
complementario y / o víctima, salvo que la otra
persona está desarmada en ambos casos.
Cuesta creer que con tanta habilidad
y carisma vaya despojando al primero y violentado más
directamente al segundo.
En el primer caso, (complementario /
a) con seducción, mentiras sutiles, dominio y maltrato
indirecto, va ganando lugares y se va adueñando
poco a poco hasta de la utilidad de los enseres
domésticos, incluyendo preferentemente la heladera y todo
su contenido interno, el teléfono para llamar a celulares
y a larga distancia, todo a costa del otro, con promesas
incumplidas de pagos que nunca llegan, además de gozar de
las comodidades que se va apropiando con un desparpajo
increíble, como un huésped silencioso y fascinante,
sonriente y frío, e incluso mirando alrededor de su
presa para ver qué otra utilidad puede sacar, no solo de
ella, sino de las personas de su entorno, ya sea para
traicionar, estafar, calumniar, dividir (para reinar)
generando dudas, discordias y enemistades entre familiares
y amigos de la misma, siempre en pos de sus necesidades
especiales. No le interesa el dolor que representa
para el otro su fría crueldad, ya que en sus conductas
psicopáticas es incapaz de sentir consideración por el
otro, ponerse en su lugar, carece totalmente de
empatía, es un robot disfrazado de ángel.