SEMIOLOGÍA PSIQUIÁTRICA Y PSICOPATÍA

Psicopatia Dr.Hugo Marietan

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XIII Congreso Internacional de Psiquiatría
AAP

Mesa: Psicopatía.

Coordinador: Hugo Marietan

Presentación de Roberto Mazzuca

5 de octubre de 2006

 

 

 

El partener complementario del
psicópata

 Profesor Roberto Mazzuca

 

 

 

La categoría clínica de la psicopatía

 

En nuestros sucesivos encuentros, hemos
tenido la oportunidad de cotejar distintas maneras de
definir al psicópata y verificar que la definición de esta
categoría clínica no es unívoca sino heterogénea. Dentro de
sus amplios márgenes, sin embargo, hemos acordado en la
necesidad de distinguir por lo menos dos tipos que, en una
de las mesas anteriores, en una contribución titulada
“Neurobiología del psicópata” quedó definida de la siguiente
manera. Por una parte, el antisocial, denominado también
sociópata, y caracterizado por sus conductas antisociales,
agresividad, destructividad y falta del control de impulsos.
Por otra parte, un grupo cuyos rasgos distintivos, siempre
citando el trabajo mencionado, reúnen la locuacidad, falta
de remordimientos o culpa, afectos superficiales, falta de
empatía y renuencia a aceptar responsabilidades. La ponencia
proponía que este conjunto de rasgos constituye el núcleo de
la psicopatía, la cual, en consecuencia, puede o no estar
asociada a lo antisocial.

 

De este modo, podemos distinguir el psicópata
propiamente dicho, o psicópata puro, definido por sus
talentos o capacidades, del sociópata definido
fundamentalmente en el eje de la conducta antisocial y la
destructividad. Una cosa es el antisocial que en su acto
delictivo utiliza la violencia y la coerción contra la
voluntad del otro, y otra distinta es el psicópata que para
ese mismo acto logra obtener, con una habilidad notable, la
complicidad, o por lo menos el consentimiento de la voluntad
del otro.

 

En la orientación lacaniana dentro del
psicoanálisis, las psicopatías no tienen un lugar claramente
determinado. La clásica clínica freudiana organiza el campo
psicopatológico fundamentalmente en tres categorías
clínicas: las neurosis, las psicosis y las perversiones; y
las psicopatías no tienen claramente un lugar en este
sistema.

 

 

El contraste psicopatía – neurosis

 

Freud definía las perversiones en su relación
con las neurosis como el derecho y el revés; él decía: el
negativo y el positivo. Las neurosis son a las perversiones
–decía– como en una fotografía el negativo es al positivo.
Podemos aplicar esta oposición a la relación entre las
neurosis y las psicopatías, haciendo una comparación con lo
que el psicoanálisis construyó como concepto de neurosis,
especialmente neurosis obsesiva. De esta manera, se ve cómo
los rasgos se oponen punto por punto en el neurótico y en el
psicópata. Del lado del neurótico está la patología del
autorreproche, el remordimiento, la culpabilidad; del lado
del psicópata, lo que podríamos llamar: la inocencia, es
decir, la creación de códigos propios. Pues son códigos que,
efectivamente, en relación con los códigos comunes y
compartidos, hacen que la culpa quede siempre del lado del
otro. En estas categorías psicoanalíticas para describir la
acción, que son inseparables de la relación con el otro,
tenemos del lado de la neurosis, entonces, la
autoculpabilidad; del lado de la psicopatía, la
héteroculpabilidad. Lo cual quiere decir que en términos
psicoanalíticos podríamos incluir a las psicopatías también
como una patología del superyó, en la medida en que esta
instancia tiene como origen la internalización de ciertas
pautas sociales, entre ellas, las éticas o morales.

 

La ausencia de culpabilidad en el psicópata
constituye lo opuesto de la rígida conciencia moral del
neurótico obsesivo, lo que Freud llamaba el severo y cruel
superyó primitivo que acosa al neurótico con los
autorreproches y los remordimientos ante sus transgresiones
fantasmáticas, es decir, las que el neurótico cree que son
transgresiones.

 

El psicópata, por lo contrario, solo puede
ser calificado como transgresor desde el punto de vista de
un observador externo. Desde su propia posición subjetiva no
es ni se siente transgresor, hay una ausencia de
culpabilidad que desdibuja los contornos y las barreras
entre lo prohibido y lo permitido en el lazo social, se guía
por sus propios códigos.

 

Es por esto que reuní al psicópata y al
neurótico en lo que consideré una patología de la
responsabilidad. En uno por defecto, en el otro por exceso y
por deformación, en ambos casos hay un déficit en la
responsabilidad.

 

Este contraste entre neurosis y psicopatía
obtenido de la generalización de la oposición entre neurosis
y perversión como modalidades subjetivas puede plantearse
sobre otros ejes, y de este modo destacar, como lo hace
Lacan, el contraste entre el goce y el deseo. Para el
neurótico es prevalente la dimensión del deseo en detrimento
del goce de la satisfacción pulsional que, en las neurosis,
queda sujeta más fuertemente a la eficacia de la represión y
otras vicisitudes pulsionales. Visto desde otra de sus caras
es equivalente a afirmar que el goce neurótico siempre
implica un alto grado de sufrimiento: la satisfacción
pulsional termina produciéndose por vías indirectas y sobre
todo a través de la satisfacción del síntoma como retorno de
lo reprimido. En la perversión, por el contrario, es
prevalente la vía del goce y el deseo mismo se convierte en
voluntad de goce. La satisfacción pulsional se obtiene por
vías más perentorias, la llamada impulsividad del psicópata.

 

Pero podríamos destacar también un contraste
sobre el eje de la demanda. Este rasgo hace del neurótico
alguien especialmente apto para ubicarse como partener del
psicópata. La modalidad neurótica conduce al sujeto a
ubicarse en dependencia de la demanda del Otro. Al neurótico
le gusta hacerse demandar y usa sus recursos para que el
otro le pida, le ruegue, le sugiera, le ordene…, todas
diferentes formas de la demanda con las que espera sobre
todo obtener el reconocimiento del Otro. El psicópata, por
el contrario, él demanda, impone formas sutiles de
exigencia, incita al otro a la acción.

 

También podríamos marcar el contraste en las
modalidades del acto y comparar la seguridad, labilidad y
rapidez del psicópata, con el predominio del pensamiento, de
la duda, de la indecisión, la vacilación neurótica, sobre
todo con la duda obsesiva que determina una pobreza en la
acción ya que conduce una y otra vez a su postergación o
bien a una realización torpe que marca un fuerte contraste
con la abundancia y la habilidad y la seguridad del
psicópata en sus acciones.

 

Pero sobre todo conviene desplegar la
comparación entre una y otra modalidad subjetiva en el eje
de la angustia y el goce. Es sobre este eje que Lacan hace
jugar la distinción, en el interior de la estructura
perversa, entre el sádico y el masoquista. El sádico que
aparentemente persigue provocar la angustia en el otro pero,
en realidad, inconscientemente busca producir el goce del
Otro.

 

 

El partener del psicópata

 

Deberíamos ubicar al psicópata del lado de la
modalidad sádica para compararlo con el neurótico. En las
neurosis encontramos de una manera privilegiada el
despliegue de las diversas formas de angustia. No tenemos
que olvidar que correspondió a Freud la originalidad de
introducir la angustia en el campo de la psicopatología: y
esto vale tanto para la semiología de la angustia, es decir,
los diversos grupos sintomáticos a través de los cuales la
angustia se descarga, como para la nosología, es decir las
diferentes categorías clínicas caracterizadas por distintas
formas de angustia. Y también para su teoría. Hoy puede
parecernos extraño ya que, después de Freud, no podríamos
concebir el campo de la psicopatología sin la angustia. Sin
embargo, antes de Freud, la clínica psiquiátrica prescindió
totalmente de esta dimensión esencial de la subjetividad
moderna.

 

Si Freud pudo darle ese lugar decisivo a la
angustia es porque inventó el psicoanálisis a partir de su
trabajo con sujetos neuróticos, y es allí, en el campo de
las neurosis, donde en primer término investigó y reconoció
sus diferentes formas: la angustia de las neurosis de
angustia, la angustia en la histeria y en la obsesión, y la
angustia de las fobias o, como Freud, prefería llamarlas
hacia el final de su obra, histeria de angustia. La angustia
es consustancial con la subjetividad neurótica en contraste
con su casi ausencia o bajo nivel en el psicópata que solo
se angustia en sus momentos de crisis, es decir, en que
fracasan sus mecanismos psicopáticos. Momentos breves, por
lo general, transición hacia la recuperación de su
equilibrio psicopático.

 

En cuanto a Lacan, si mantiene el eje
freudiano que articula neurosis con angustia,  es porque
sobre todo el neurótico se angustia ante el deseo del Otro.
Por eso la angustia que Freud caracterizó como señal de un
peligro, Lacan llega a definirla como la percepción misma,
en el sujeto, del deseo del Otro. Y esto es así porque, ante
ese deseo, el neurótico se niega a servir de instrumento del
goce del otro, su posición es de rechazo a ponerse al
servicio del goce del otro.

 

El psicópata, él, no se angustia pero no le
ahorra esa experiencia a su partener. Por el contrario, es
muy activo para enfrentar y sumir al otro en la experiencia
de la angustia. Actividad del psicópata que apunta a un
objetivo bien preciso: el intento de impelir a su pareja a
acceder al goce, de llevarla más allá de las barreras de la
inhibición y la represión. No al goce buscado y reconocido
por el neurótico, sino al goce prohibido de la satisfacción
de sus pulsiones reprimidas.

 

Como se ve, nos hemos deslizado desde la
oposición y contraste entre psicopatía y neurosis, hacia el
psicópata y su partener. Efectivamente, comparto la opinión
de que, aunque no de manera exclusiva, quien mejor dispone
de las condiciones para ofrecerse como pareja del psicópata,
son los neuróticos: estos constituyen las víctimas electivas
de aquel. Conviene desplazar el término víctima ya
que sus connotaciones habituales aluden a su pasividad y
destacan que si llegan a quedar ubicados en esa posición es
más bien por razones contingentes. Es decir que mi opinión
es afirmativa en cuanto a destacar la participación activa
de la pareja del psicópata, la supuesta víctima es en
realidad cómplice de su acción. En todo caso, el verdadero
psicópata, el genuino, el grado en que culmina esa modalidad
subjetiva, no es el que ejerce una violencia abierta en la
persecución de sus metas inconscientes sino el que la usa en
un juego sutil de amenazas y promesas o expectativas a
través del cual logra obtener el consentimiento del otro.

 

En este punto no podemos omitir una reflexión
sobre el rasgo que ha sido clásicamente descripto en la
psiquiatría  como la cosificación del otro, no respetar sus
derechos, no tratarlo o considerarlo como un sujeto, como
una persona. En este sentido conviene formular dos
observaciones aparentemente contrarias. Por una parte, que
el psicópata tiene una empatía muy especial con el otro, que
le sirve para detectar sus necesidades sofocadas, sus
debilidades y tentaciones, los lugares de su angustia, y que
es justamente desde esta posición de empatía y de
identificación con el otro que obtiene el lugar desde donde
puede operar sobre su pareja, es decir, es la que le otorga
y le permite sus grandes habilidades y su posibilidad de
manipulación del otro.

 

Sin embargo, en segundo lugar, hay que
afirmar la justeza de la fórmula de la cosificación que debe
leerse también en el eje de la relación de objeto. Se trata
justamente de tratar al otro como un objeto, sin lo cual no
se logra obtener su goce, y este, en su forma más profunda
siempre implica cierta posición masoquista que se define
precisamente por esa condición: ser tratado como un objeto.
Y es verdad que para perseguir su propósito, el perverso o
el psicópata, no respetan ciertas condiciones subjetivas,
seguramente transgreden las del principio del placer, pero
sobre todo vulneran la posición reivindicativa del
neurótico, esa actitud de permanente queja que presentifica
el fantasma de un otro terrible y cruel que lo haría sufrir
innecesariamente. De modo que el sentido habitual en que se
usa la fórmula de la cosificación del otro es en sí mismo y
constituye como tal un enunciado neurótico. Podríamos leerlo
en sus dos vertientes. Desde la queja neurótica el enunciado
dice “no me respetas como sujeto”. Desde el propósito
psicopático, que coincide con la posición inconsciente del
neurótico, la fórmula afirma, por el contrario, “te hago
gozar”.

 

Generalizando estas condiciones podemos
obtener la pauta del lazo entre el psicópata y su partener
neurótico, al que podemos llamar víctima, por qué no,
siempre que la contemos como víctima cómplice, ya que el
neurótico, se ofrece y se incluye con todo su ser y su
subjetividad, a veces aun se aferra,  en el movimiento
psicopático. Probablemente no todos los neuróticos, algunos
disponen de sistemas defensivos que les impiden implicarse
en ese lazo.

 

De allí que resulte muy difícil, como lo
destaca Marietan, trabajar con el partener del psicópata
mientras se mantiene ese equilibrio completario; se requiere
esperar a su ruptura para que el partener del psicópata
quede en posición de buscar ayuda terapéutica. Esta ruptura
puede ocurrir por agotamiento del partener, cuando los
sufrimientos impuestos por la relación se acumulan y superan
el límite de lo tolerable. Aún así, no resulta fácil la
tarea. Ésta implica detectar y señalar en todos los casos
los rasgos de complicidad del sujeto y las satisfacciones
inconscientes que obtenía en esa relación. La ruptura otras
veces ocurre por acontecimientos puntuales; por ejemplo,
algún acto de excesiva crueldad del psicopáta hacia su
partener o hacia un tercero. En un caso que atendí
recientemente, la fisura en la relación comenzó a
introducirse por el maltrato de una mujer psicópata hacia su
pequeño hijo. Su partener, en este caso una hermana, con
inclinaciones maternales muy definidas, entró en conflicto
debido al amor que dirigía a su sobrino.

 

 

Otras categorías complementarias

 

Aunque el neurótico por sus características
se presta muy bien para funcionar como partener
complementario del psicópata, no tiene la exclusividad. Hay
otras categorías clínicas que ocupan ese lugar. Algunas
formas de psicosis, especialmente las que Lacan definió como
enfermedades de la mentalidad, caracterizadas por una
debilidad del sistema de identificaciones, se prestan
favorablemente para esta complementariedad. Suele tratarse
de psicosis no desencadenadas, no claramente reconocibles,
que encuentran en el otro un apoyo para su identidad endeble
a través de identificaciones imaginarias conformistas que le
proporcionan una cierta orientación en la vida.

 


Probablemente otras categorías clínicas contribuyan a la
población de complementarios del psicópata. Sin embargo, no
hay trabajos que describan esta diversidad. Detectarlas y
definir las motivaciones y el modo por el que entran en ese
tipo de relación, constituye una tarea de sumo interés para
la investigación clínica y psicopatológica.

 

 

 


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Sobre el autor

Hugo Marietan

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SEMIOLOGÍA PSIQUIÁTRICA Y PSICOPATÍA

Hugo Marietan

Nacido en Buenos Aires, en 1951

Médico, Facultad de Medicina, Universidad de Bueno Aires, 1981, MN 62757

Médico Psiquiatra, Facultad de Medicina, Universidad de Buenos Aires, 1986

Formación Docente: Egresado del Curso de Formación Docente Pedagógica en Ciencias de la Salud y Carrera Docente de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires

Docente Adscripto a la Carrera Docente Facultad de Medicina. de la Universidad de Buenos Aires desde junio de 1991 a la fecha.

Académico Titular de la Academia Internacional de Psicología de Brasil (2002)

Para ver el curriculum completo: https://marietan.com/curriculum/

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