Artículo
Madoff:
Un gran ilusionista
Hugo Marietan
Para LA NACION Fuente: http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1145102
Noticias de Exterior: Martes 30 de junio de 2009
El arte de encantar con las palabras es
un don de pocos. Y este don fue ejercido con maestría
por un ser especial, Bernard Madoff. Y lo excelso de Madoff
es que encantaba a encantadores. A hombres acostumbrados
a convencer, a doblegar voluntades, a manejar fortunas,
a desconfiar?
Madoff penetró en esas mentes porque conocía
la clave, el punto débil que anulaba todas las
alarmas: la ambición desmedida, el lujo de la ganancia
rápida.
El escenario era impecable: mansiones, hoteles impresionantes,
clubes exclusivos.
El ropaje y las joyas armonizaban y luego venía
la actuación única, irrepetible: el señorío
de los gestos y la melosidad de las palabras que describían
el sebo y ocultaban la trampa impensable.
El financista norteamericano usó el viejo truco
de la pirámide de Ponzi, añoso, gastado,
pero que en sus manos parecía novedoso, atrapante,
irresistible.
Los hombres se postraban ante él y cedían
sus millones de dólares para que este mago los
hiciera crecer y multiplicar.
Así lo hizo «el ilusionista». Y los dólares
fluyeron sobre sus creyentes y éstos contaron la
buena nueva y otros se desesperaron por ingresar en la
pirámide.
Pero Bernard Madoff era selectivo, los hacía esperar,
para que los ganara la ansiedad y al ser elegidos se sintieran
especiales y entregaran todo.
Una manipulación magistral ejercida por un estafador
que se ganó un lugar de privilegio en la historia
del timo mundial.
¿Cómo pudo hacerlo? ¿Qué características
debe tener esa mente para realizar tamaña proeza?
Esa mente no debe tener trabas éticas, debe considerar
a las otras personas meros instrumentos para su juego,
debe estudiar a las personas para conocer sus debilidades,
debe ser impune a las consecuencias de sus actos, debe
convencer a pesar de las evidencias, debe ser inteligente
y un actor consumado, es decir, debe ser un psicópata.
¿Y cómo deben ser los estafados? Ambiciosos,
voraces y deseosos de ser encontrados por un Bernard Madoff
que les deje ver por el ojo de la cerradura el relumbrar
de tesoros casi imposibles y sólo alcanzables con
la llave que cuelga de la cintura del «mago».
El autor es médico psiquiatra, especializado
en psicopatías