Noticia
Madoff:
El misterioso y obsesivo estafador de los mil rostros
Noticias de Exterior: Martes 30
de junio de 2009 |
Fuente: Agencias DPA y AFP: http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1145100
NUEVA YORK.- Bernard Madoff pasó de ser la estrella
rutilante de Wall Street al mayor defraudador financiero
de todos los tiempos.
El hombre que solía frecuentar lujosos salones
de los clubes de golf, donde todos querían ser
sus amigos, pasará el resto de su vida tras las
rejas: ayer, una corte de Nueva York lo condenó
a 150 años de prisión por haber confesado
una estafa por más de 60.000 millones de dólares.
Con su sistema de estafas a nivel mundial, a través
del efecto de bola de nieve, evaporó los ahorros
de toda una vida de muchos de sus inversores y llevó
desazón a otros miles de ellos en todo el mundo.
Si bien el mundo de las finanzas de Nueva York y Palm
Beach lo conocía desde hacía tiempo, el
común de los mortales lo descubrió recién
después de su detención el 11 de diciembre
pasado, cuando su esquema estalló por los aires.
Todavía hoy sus víctimas se preguntan cómo
Madoff, siempre vestido en forma impecable, con su cabellera
plateada y ondulada y su mirada azul detrás de
finos anteojos, pudo engañarlos con su talento
y su falta de escrúpulos. Sucede que el hábil
señor Madoff tenía muchos rostros.
En el club de golf de Florida o en los bailes de beneficencia,
el ex inversionista de 71 años solía estar
rodeado de entusiastas inversores. Ellos le confiaban
su dinero, millones o más, y él se ocupaba
de procurar intereses increíbles y estables. «Era
un excelente vendedor», recuerda un colega de Wall
Street.
Tras haber estudiado política y derecho, Madoff
comenzó su negocio de transacciones bursátiles
con un capital inicial de 5000 dólares. A lo largo
de los años, logró construir un mundo ficticio
integrado por una compañía de inversiones
en Nueva York, un penthouse en Manhattan y lujosas embarcaciones
(algunas de ellas todavía están fondeadas
en puertos europeos). Fotos de archivo muestran a «Bernie»-como
lo llamaban sus amigos- fumando habanos, con una gorra
de béisbol en uno de sus cuatro yates, o junto
a su esposa, Ruth, en fiestas de beneficencia judías.
Con una sonrisa permanente en los labios y una mezcla
imparable de éxito, confianza y misterio, estafó
a clientes en todo el mundo, entre los que se encuentran
bancos, asociaciones, actores de Hollywood y grandes magnates.
También llegó a ofrecer consejos financieros
por televisión. En un video que circula por Internet,
que data de 1998, Madoff es el invitado a un programa
sobre inversiones bursátiles. Interrogado sobre
los mecanismos y los riesgos, responde con seguridad:
«El inversionista no debe preocuparse por el día
a día de lo que sucede, debe vivir tranquilo. Soy
yo quien se ocupa de la administración cotidiana».
Dinero fresco
Pero un día se abrió el precipicio: según
los investigadores, Madoff nunca efectuó ni uno
solo de los negocios accionarios para sus clientes. En
vez de ello, ingresaba dinero fresco de nuevas víctimas
mientras les daba supuestas ganancias a los inversores
que ya confiaban en él.
El abuso de confianza de Madoff parecía no tener
límites: su esposa y sus hijos adultos -Mark y
Andy- parecen haber vivido en la ignorancia total de lo
que hacía. Un estrecho amigo del estafador, de
quien Madoff fue testigo de casamiento, contó conmocionado:
«No consigo conciliar al Bernie que yo conocía
con este otro hombre». Algo parecido dijo su esposa,
quien afirmó: «El hombre que cometió
ese horrible fraude no es el hombre que conocí
durante todos estos años».
A la combinación de encanto y desvergüenza
hay que agregarle también la obsesión de
Madoff por los detalles. Por ejemplo, los inversores recibían
minuciosos listados de pretendidas transacciones. Hasta
la SEC, la institución encargada de mantener la
integridad de los mercados de valores y de proteger a
los inversionistas, resultó defraudada por este
gran estafador. «Cultivaba un aura de éxito
y secreto en torno a su empresa (…) y rechazaba inversiones
por razones descabelladas y pretenciosas», indicó
esa institución.
Una ex secretaria suya recuerda la obsesión de
Madoff por la prolijidad: «Para él, todo tenía
que ser perfecto. Ningún papel podía permanecer
sobre el escritorio». A diferencia de sus víctimas,
que nunca estaban demasiado atentas a sus movimientos,
Madoff era un detallista obsesivo: supervisaba la filial
de su compañía en Londres (ciudad en la
que era considerado un genio de Wall Street) a través
de dos cámaras de video desde Nueva York.
Después de conocer la sentencia de ayer, ante el
mismo tribunal que lo condenó, el financista pidió
disculpas a sus víctimas. «Viviré con
este dolor por el resto de mi vida», dijo Madoff,
quien supo ser un perfecto estafador y ayer se ganó
un lugar en la historia.