EL ARMA ANCESTRAL
por Hugo Marietan, 27 junio 2014
…y en 1516 los charrúas se comieron a Solís. (1)
Nuestros padres primarios usaban sus manos, sus pies y sus dientes como sistema de defensa y ataque antes de que aprendiera a usar objetos externos al cuerpo como herramientas. Estas armas primitivas subyacen en los hombres actuales en los primeros estadios del desarrollo; no es infrecuente que las maestras del jardín de infantes informen que algunos de sus alumnos muerden a otros. O una madre que observa que uno de sus hijos muerde. Ese resabio ancestral va cediendo a medida que la educación y la falta de ejemplos en los adultos de esa conducta agresiva le muestran al infante que morder es inadecuado y socialmente desaprobado. Pero, en algunos pocos adultos la tendencia a morder permanece latente y se manifiesta ante circunstancias especiales. El caso del jugador uruguayo Luis Suárez, que mordió a otro jugador, es un ejemplo para describir lo que en psiquiatría se conoce como “falla en el control de los impulsos”, que intenta significar la aparición irresistible, súbita y no razonada de una acción que es dañina para el sujeto o para los demás. Debe existir un estado previo de tensión interna, generalmente acompañada de vivencia de frustración; este exceso de tensión se descarga en el acto impulsivo de morder, que conlleva el alivio y cierta sensación de placer. Hay una clara desproporción entre el estímulo y la acción desencadenada. Pasado el momento, el sujeto siente arrepentimiento e intenta reparar el daño. Visto como espectador, la acción de Luis Suárez es estúpida: se trata de un profesional que sabe que será severamente castigado, que es perjudicial para él, y que tendrá consecuencias muy negativas para el equipo uruguayo; esta descalificación aumenta cuando se informa que el jugador ya había sido sancionado en dos ocasiones anteriores por sendas mordidas. Desde la lógica, no hay nada racional, y ésa es una de las claves: estas son acciones irracionales; en ningún momento Luis se representó la posibilidad de morder a su rival, sólo falló en controlar el impulso y allá fueron sus dientes a clavarse en el hombro del jugador italiano. Y para no dejarlo solo a Suárez, recordamos el tarascón de Tyson en la oreja a Holyfield, en la pelea de 1997, una porción de oreja se encontró en el piso del cuadrilátero, pero no llegaba a conformar todo el tejido que le faltaba a la oreja cercenada, el faltante no se encontró nunca.
1) De Angelis, Pedro, A. Historia antigua y moderna de las provincias del Río de la Plata, Buenos Aires, 1886.
Dr. Hugo Marietan, psiquiatra, docente de la UBA.
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