SEMIOLOGÍA PSIQUIÁTRICA Y PSICOPATÍA

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Psicopatía y psicópatas

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En la otra cama abusaba de mi hija

 

Estimado Dr. Marietán:
 
Agradezco que me permita llegar a usted a través de este medio. Hace un año y tres meses llegué a su página web, de la cual se desprendió con claridad que mi situación es la de una complementaria con su psicópata.  Me quedó claro en ese tiempo la solución planteada: «contacto cero», hemos estado separados un año y tres meses.  Usted conoce a fondo la actitud de un complementario «con él estoy mal, pero sin él estoy peor». Entre ‘mal’ y ‘peor’, está el disfrute.
 
Tengo 49 años, soy mujer, 29 años de casada. Tres hijos, mi hija mayor de casi 29 años, y dos varones menores.
 
Admiro su calidad profesional y lo profundo que ha llegado en la investigación de esta relación atípica. Quisiera aportar mi experiencia.
 
Hay un grito dentro de mi alma que quiere encontrar la solución a esta pesadilla de vida, y me sumerjo más aún en la desesperanza al saber que yo también soy una persona enferma, a través de los años la metamorfosis ha culminado y tengo miedo de ser la mariposa oscura que he descubierto y creo ser: «A veces logran armar otra pareja con armonía inicial que luego resulta ser otro psicópata.» Siento terror e incapacidad de siquiera proponerme iniciar una nueva relación, me parece imposible no equivocarme nuevamente. «Por lo tanto, una persona que pasó por la experiencia de un psicópata nunca vuelve a ser como antes y sus gustos tampoco serán los mismos. ¿Qué se puede esperar después de haber satisfecho necesidades profundas? ¿La sed, el recuerdo?», así me siento, y quiero arrancar eso de mí, sin conseguirlo, (separarse del psicópata produce algo paradójico: alivio y muchísima angustia a la vez).
 
 Las características de la «forma de ser» de un psicópata las encuentro en mi esposo, y esta conclusión es fehaciente: «Finalmente, en el acto psicopático grave, el psicópata comete una acción de tal magnitud que ese solo hecho lo describe.»  Hace un año y tres meses, mi hija de 28 años me confiesa que su padre se metía a su cama poniéndole el pene entre las piernas y le decía «este es nuestro secretito, no le digas a nadie»,  hizo esto desde que ella tenía 4 años hasta los 8 años, cuando ella se puso a llorar, no volvió a repetirlo.  Refiere que no llegó a penetrarla, no le he pedido mayores detalles a mi hija,  ni ahondar el dolor y quizá re-abrir las heridas del alma y las emocionales, que tampoco yo podría soportar, el sólo imaginarlo me marea, confunde, provocándome una sensación de irrealidad, como haber saltado a otra vida que no es la mía.
 
Usted se preguntará que motivó que después de tantos años mi niña se atreva a fiarme esto? Lo hizo por amor a mí.  Hace 2 años descubrí a mi lado a una persona que no conocía;  mi esposo era un adicto compulsivo a la cocaína, se inició de adolescente en el consumo de pasta básica y marihuana, su consumo de alcohol antes de solo fines de semana se habían convertido en consumos de cada dos o tres días. Descubrí a un hombre promiscuo. Con adicción al alcohol, drogas, pornografía, y sexo.   De un momento a otro se cayó el telón y vi ante mí a un hombre que ni imaginaba existía, ¿con quién viví todos esos años?.  Con toda razón, usted concluye: «El complementario se considera a sí mismo y a su pareja, como persona. No sabe que está con un psicópata. Pueden parecerle raras algunas conductas, pero no puede salir fuera del sistema para evaluar y concluir: «es un psicópata».
 
El hombre que he amado tanto, un desconocido?. 
 
Hace 16 años, yo estaba embarazada de 8 meses de mi último hijo, él empezó a llegar reiteradamente todos los fines de semana de amanecida  con el argumento que estaba «con amigos compañeros de trabajo», mortificada por esta conducta empecé a pedirle explicaciones, para lo cual siempre tenía una respuesta, ya había usado reiterativamente la coartada de su alergia a los corticoides que contienen los antigripales y que había amanecido en la sala de urgencia del seguro social, luego de aplicarse una ampolleta para contrarrestar las ronchas (efectivamente, era alérgico)  por lo que creía su versión, pero esa mañana insistí en ver el pinchazo que deja la inyección, se volteó se levantó la camisa y no había rastro de pinchazo, él insistía que se la habían colocado, ésta vez tuve el valor de verificar y no había pinchazo por ningún lado, ante mi insistencia de que me diga donde había estado, bastante frío y tranquilo, aún ebrio (y drogado supongo) me dijo: «he encontrado una chola que me la chupa bien».  Doctor! este fue el momento en que yo debí salir volando de su vida!.   Su confesión me rompió el alma, con mi barriga de 8 meses sólo atiné a llorar y llorar hasta quedar sin lágrimas.  
 
Llegué a convencerme que la culpable era yo, por estar fea con la barriga grande y que los hombres, hombres son, y que eso no ameritaba que yo terminara con nuestra matrimonio. Con 13 años de casa, ya había caído en el juego de la manipulación infinidad de veces, e infinidad de veces había concluido que la culpable era yo.  Tenía grabado en mí, que la mujer es la que hace el matrimonio, la familia, al hombre. Que de mi fortaleza dependía que el hogar y la armonía se mantuvieran. Ya había yo asumido hace muchos años atrás gran parte de sus responsabilidades, ante su negativa a tomar decisiones como estudiar, planificar, proyectarse, ejecutar…. el timón del barco estaba en mis manos, y no podía soltarlo para que este no se vaya a pique.
 
Por primera vez, con tanto lucha, habíamos pasado de una situación de pobreza a una situación económica holgada, él tenía un cargo y un ingreso bastante alto, parecía que la vida empezaba a sonreírnos.
 
Años atrás le había rogado y convencido que postulara a la universidad para que haga una carrera, pagué todos los gastos, hice todos los trámites y colas, y tuve que rogarle para que hiciera el último trámite que debía ser personal y presentarse al examen. Por suerte ingresamos ambos. Adicionalmente hice cursos de computación e inglés, y trabajaba en una empresa que abrí para ayudar a sostener el hogar,  ya que sus ingresos siempre llegaban por una u otra razón recortados, nunca me mostraba una boleta y si yo insistía, se ponía violento, me atacaba verbalmente, si yo continuaba me daba un golpe y tiraba la puerta de la calle tras de sí, para luego regresar sumamente frío, aplicando la ley del hielo, sabiendo que yo no aguantaría esa situación más de dos días, y terminaba siendo yo la que buscaba la reconciliación. Sí, Doctor, como para agarrarme a patadas yo misma por mi forma de ser.  Así, entre amores y amenazas de dejarlo cuando en el cuarto año de su carrera dejó de asistir a clases, logré que la retomara y llegó a concluirla.
 
Luego de vivir 12 años y medio en una pieza en la casa de mis padres, con dos hijos y uno por venir, habíamos alquilado una casa en una zona residencial muy bonita, yo había renunciado a mi trabajo como empleada en una empresa importante, para hacer este embarazo  tranquila, como ninguno de los anteriores. Pero, esto no fue así, con su nuevo estatus la situación fue empeorando, ejercía su libertad como le apetecía, el dinero se hacía aguas. 
 
A los 6 meses de dar a luz, en otra de sus amanecidas descubrí en su camisa cocaína. Era la primera vez que me atrevía a hurgar en sus ropas o sus cosas, los celos se habían despertado en mí.  Me dijo con frialdad inmune que se la había dado a guardar un amigo.    No sabía que pensar, pero como suele suceder en personas enfermas como yo, quise olvidarlo, pasarlo por alto, no tenía idea a quien pedirle ayuda, y minimicé el asunto, quizá hubiese consumido, pero era tan ignorante en el tema o quería serlo que no investigué más, jamás se me pasó por la cabeza que fuera adicto.  Cuando él bebía se transformaba en una persona más encantadora que de costumbre (es sumamente carismático, todos se enamoran de él, hombres y mujeres).  Nunca llegó cayéndose, ni amaneció borracho en la calzada, y siempre, siempre, llegaba a casa, aunque sea amaneciendo, pero llegaba.  Así que en mi ignorancia, ingenuidad e insensatez nunca relacioné alcohol-drogas. Una de esas veces que llegó a las 5:30 de la mañana, decidí ponerle seguro al ingreso y no abrirle la puerta, pues él no se hizo ningún problema y se fue a dormir al carro, que solía estacionar en la puerta de la casa, pasada media hora, fui a verlo, ya que los vecinos que hacen caminatas temprano ya estaban por salir, y me avergonzaría que lo vieran durmiendo en el carro, !Oh, señor! que vi cuando me acerqué al carro, entre borracho y medio dormido se estaba masturbando. Le pedí que saliera del auto y entrara a la casa. Sentí tanta vergüenza que fui incapaz de decirle lo que vi y reprochárselo.  La vergüenza, la culpa, la cargaba yo.
 
Ya me había reincorporado a la vida laboral a los 8 meses de dar a luz. El dinero empezó a faltar, debía aquí, allá, así valiéndome de los contactos que tenía por mi trabajo en el área de créditos y cobranzas, descubrí que el caballero estaba endeudado hasta los calzoncillos,  a mi me decía que solo manejaba una tarjeta de crédito, «por si acaso, para una urgencia», en realidad tenía más de 4 que las sacaba  en secreto, adquiría créditos imitando mi firma, y cuando yo lo detectaba caía en silencio absoluto, o inventaba que era con un propósito X que nunca se concretaba, o traía a tapete cualquier tema, recién inventado o antiguo para desviar el asunto a otro, o por último levantaba el puño en amenaza de golpe y si insistía ya sabía a lo que me exponía. Callar, dar la vuelta, llorar, orar.  La bancarrota pronto estuvo a las puertas de nuestro hogar. (“según yo”, porque la bancarrota emocional, espiritual y económica siempre existió, y lo más terrible ya había sido consumado).
 
Irracional.
«El tipo de necesidad que satisface el complementario con el psicópata, o el tipo de anclaje que hace que esa relación se mantenga, no tiene su base en la lógica, sino en lo irracional.»  Ante la debacle económica que él había generado, yo salía como un supra-humano estoico. Le juraba mi apoyo incondicionalidad, y le aseguraba que saldríamos adelante. Así planifiqué el pago de las deudas con mi sueldo y el suyo, (esta vez accedió a programar) en 10 meses quedamos en azul. Mi espiritualidad salía al frente, y proclamaba que el mal, satanás  o como se quiera llamarlo no se saldría con la suya, no destruiría nuestro hogar.
 
De allí en adelante, fue como un «código secreto» entre él y yo, cada 2, 4 meses, a veces 6 meses, volvía a llegar a la casa de amanecida, sólo me miraba, bajaba la cabeza y a veces aguantaba mis llantos y mis exclamaciones de indignación, daba un portazo tras de sí y desaparecía por unas horas, o se iba a la cama a dormir. Otras yo prefería hacerme la dormida cuando llegaba, y simular que no me enteré que llegó tan tarde, ni pedirle ninguna explicación. Luego todo eran mimos para mí, caricias, besos, atenciones.
 
Desde el inicio de nuestro matrimonio evité discutir, o levantar la voz delante de mis hijos o terceros, para todos nuestro matrimonio era el matrimonio perfecto, él y yo buscábamos nuestras manos, o nuestras manos se buscaban, sentía que me amaba, nuestra compenetración parecía sólida y auténtica, nuestras manos y labios parecían estar hechas la una para la otra, la temperatura perfecta, sincronización, entrega,  trato amable, y claro… sin saberlo, estaba tácito «el código secreto». En las reuniones familiares o eventualmente con terceros, no dejaba de manifestarles a todos su aprecio por mí, su admiración por mi esfuerzo y capacidad, y su agradecimiento, solía decirles que él era lo que era gracias a mí, refiriéndose a haber obtenido un título universitario y haber obtenido oportunidades, éxito profesional y económico.  Pero, el circulo vicioso siempre se cerraba igual, (ahora puedo verlo con claridad, antes ni lo sospechaba), él cuando quería hacía lo que le daba la gana, se gobernaba solo, disponía del dinero, de su cuerpo, y sus adicciones corrían bajo un río imperceptible, siempre de forma sutil, sin aspavientos… me consentía, me trataba con dulzura, obedecía lo que le pedía, se mostraba dispuesto a apoyarme en todo, aparentemente dócil, pero solo haciendo tiempo para vengarse de la manera que a él más placer le daba, entregándose a la adicción que le vencía, y si yo lo enfrentaba, allí se convertía en una fiera.
 
Así el juego estaba claro, «mientras tu sumisa, yo obediente», y si no te gusta, (uso vuestras palabras) «es esto o nada»; «tómalo o déjalo… si puedes». El complementario termina luchando, no contra el psicópata, que es inmodificable, sino contra sí mismo, contra su conciencia del propio valor. Y se obliga a doblegarse.  Estuve a punto de dejarlo en dos oportunidades, pero al final me preguntaba a mi misma ¿qué es más importante, la felicidad de una persona o la de cuatro? Más claro ni el agua, la felicidad de mi familia era más importante que la mía, así que a seguir con mis sólidas bases de: “da hasta que duela”, “el amor lo logra todo”.
 
Socavada.
Los últimos 6 años, ya esto era latente, empezó a mencionar continuamente «el divorcio», «nos separamos y punto», con lo cual yo temblaba.  Ya con 23 años de matrimonio él me conocía al derecho y al revés, sabía que lo más importante para mí era la familia, la pareja, el hogar.  El ha sido mi único hombre, y en algún momento le mencioné la aversión que me causaba pensar en el contacto íntimo con otro ser que uno no amase. Eso yo misma lo había dejado bien claro, para mí no existe el sexo sin amor, y el amor y el deseo solo lo despierta él.  Durante toda nuestra relación, desde la etapa de enamorados, yo era un libro abierto. Le entregaba a él mis conceptos de la vida, los valores en que se basaba mi emocionalidad, mis pensamientos más sublimes.  No había carta del mazo que no conociera. Y podría jurar una y mil veces, que sentía su ternura y su amor.
 
El último año juntos, cuando descubrí su adicción a las drogas, y luego de semanas de discusiones dolorosísimas en las que pretendía negar todas las evidencias que yo tenía y se las estaba mostrando, mientras desenterraba verdades y mentiras, adulterio, etc. etc., él aceptó su adicción. A pesar de lo difícil del problema por días me embargaba la ilusión y me sentía muy positiva, había encontrado la manera de resolver el drama: “iniciaríamos su recuperación”, le propuse ayudarlo a salir de eso, estaba furioso e indignado, me dijo que me odiaba, que me había odiado siempre, y no soportaba que fuera yo quien saliera como su ángel salvador, ¡que dolor oírle!. Cuántas veces oré para que él tuviera dones, le pedía a Dios que los quitara de mí y se los diera a él. Alguna vez me había dicho: tú tienes tales y tales cualidades, en cambio yo me siento un inútil. Y me confesó que sentía envidia y me detestaba por eso. Fueron días oscuros. Saqué paciencia de lo más noble de mi ser y fui apaciguándolo, luego más calmado, se mostró comprometido. Visitamos psiquiatras, empezó su medicación, asistíamos juntos a sus consultas, a veces yo prefería esperar fuera para que él se sintiera cómodo con su médico, se hacía exámenes semanales para demostrarme que ya no consumía. Aceptó su alcoholismo, su adicción a las drogas, y toda la cola y secuela de infortunios que esto trae. Hacía 6 años había empezado a ir a unos grupos de oración que luego de 6 meses abandonó, así como había asistido a un par de reuniones en AA hacía medio año, cosa que yo ignoraba.  Me empapé de todo lo referente a las adicciones, alcoholismo, drogadicción, pornografía, sexo. Encontré los 12 pasos de alcohólicos anónimos, los leí detenidamente y hallé una maravillosa terapia para tratar su caso. Le leí los pasos y animé a que asista, buscó el apoyo y ayuda de AA.  Asumí todo el trabajo que él estaba haciendo y las tareas económicas que hasta ese momento veía él, con el corazón destrozado y con una depresión y ansiedad de locos, me hice cargo de todo eso, además de las deudas, atrasos, fraccionamientos, en las que una vez más había caído (!la tercera!, no he mencionado aquí como fue la segunda).
 
Pasó tres meses en retiro en una casita huerta rústica recién adquirida (financiada), por lo que también me odiaba. Odiaba no poder disponer del dinero, que manejaba sin control, perdiéndolo, votándolo, exponiéndose a asaltos más de una vez.    Allí en la huerta empezó su proceso en oración, reflexión y desintoxicación, bebiendo aguas de hierbas naturales, comiendo frutas, orando, escuchando cassets de mensajes de vida, empezó a establecer una relación espiritual estrecha con Jesús, rezaba diariamente el Rosario.  A pesar de algunos ataques de inseguridad que a veces se apoderaban de mí y las discusiones que esto ocasionaba no recayó en el consumo de licor ni drogas. Estaba contento, y yo también.  Aunque se sentía como un ladrón descubierto y enjaulado, por lo que a veces mi ira y la de él nos desolaban, habiendo fogonazos de desaliento,   yo exhausta y desalentada sintiendo que jamás cambiaría.  
 
Con esos dolores en el alma, fui por motivos de trabajo a la ciudad donde vive mi hija con su familia. Cuando ella me pregunta cómo estoy, siempre respondo !bien!, aunque mi dolor se olía a leguas. Así, esa noche me dijo: Mami, ya no soy una niña, vamos a conversar de mujer a mujer, ¿cómo está tu relación con mi papá?. Le conté sobre sus adicciones, su carácter aún explosivo, y mi angustia ante esta situación.  Allí, solo me abrazó, y me dijo: “mamita, lo que pasa es que mi papá siempre ha sido así, y tú no sabías nada”.
 
Luego de 2 meses nos hace una visita, ve a su papá, él se le acercó cariñosamente y conversaron algo, que yo no oí, porque estaba en la cocina, él ya había empezado su giro espiritual, y su cambio de mentalidad. Mi hija regresó a su ciudad, esta vez escuchando solo mis lamentos.
 
Nuestras fricciones se encendían como fósforo de vez en vez, pues yo estallaba en llantos, recriminaciones y reclamos, dolida por la decepción, el fraude económico repetitivo, la infidelidad, su promiscuidad, me tenían herida. Recapitulaba mi vida con él, y solo encontraba manipulación, mentiras, estafas, insensatez, no lograba aprender de sus errores, con las drogas se había malogrado el lóbulo frontal y eso lo hacía torpe en las finanzas, cínico, desvergonzado, y un etc. más. Mentalmente le achacaba haberle transmitido a nuestros hijos sus genes adictivos.  Recordaba los últimos golpes que me había dado, (durante toda nuestra relación habrán sido 7 veces que me golpeó… mucho, bastante, poco?… pues así somos las complementarias, todo se nos hace poquito) cuando empecé a seguirle los pasos para descubrir que ocultaba. Rumiaba mis dolores.  En una de esas discusiones, decidió abandonarme e irse a la casa de su mamá.
 
Mi hija se mantenía en contacto conmigo. Regresó a visitarme a mi ciudad, el día anterior mi esposo y yo habíamos hecho las paces, así que había regresado a la casita de campo, el 10 de febrero de 2010, nunca olvidaré esta fecha.  Fuimos con mi nieto y mi hija a la casita para recoger unas toallas ya que luego nos iríamos los tres a almorzar y nadar en una piscina de hotel.  Mi hija encontró a su progenitor barriendo el patio, en actitud colaboradora, servicial, como siempre solía hacer para manipularnos luego que metía medio cuerpo al charco de eses de la inmoralidad.
 
Estando en la piscina, hablé con ella del inicio de su rehabilitación, de su giro espiritual y sus cambios, y mi esperanza en su recuperación, y una oportunidad para salvar nuestra relación.  Ella me preguntó: «mamá, alguna vez él te ha pedido perdón?.». Me quedé pensando, y en realidad él nunca pide perdón, puede llegar a decir: sé que hice mal… por este motivo, este otro… mil razones.  Pero no un perdón de corazón, mirando a los ojos. Eso le respondí. Ella me dijo: «mami, la vez pasada se acercó a mí, me abrazó y me dijo «hija, perdóname porque cuando estabas niña te pegaba», mamá el debió pedirme perdón por lo que hacía conmigo cuando estaba pequeña. Y me lo contó.  Luego me dijo, ahora solo me preocupas tú, como te vas a sentir y reaccionar ante esto.

Nunca olvidaré que al contármelo, sus mejillas se encendieron, estaban rojas de la vergüenza y el pudor, sus ojos se humedecieron en lágrimas, y la voz se le estaba por quebrar. Mientras mi nieto, jugaba feliz en la piscina y la gente y el bullicio me atolondraban. Era tan doloroso y real lo que estaba oyendo de sus labios, sentía salirme de mi misma, me desbordaba, mi alma estaba atónita, quería abandonar mi cuerpo y evadir esta nueva realidad.

Le demostré calma y seguridad, para que no se preocupara, me sentía mareada pero disimulaba el shock en el que me encontraba. Le agradecí su fortaleza para contármelo, le dije que ella era una niña linda y buena, y siempre lo fue, que jamás se sintiera mal de habérmelo dicho. Y le ofrecí todo mi apoyo para empezar a visitar a un psicólogo para que la apoye. Dos semanas más tarde visitamos a un especialista, luego de la conversación con el psicólogo ella me dijo que no consideraba necesario esas sesiones, que esa terapia más bien avivaba recuerdos innecesariamente. Ella decidía dejarlo todo atrás, perdonaba y eso la liberaba. Sin embargo, yo me estremezco de pensar la repercusión que este hecho pueda tener en su vida.

El verme sufrir a mí de la forma que sufría, y no poder ayudarme, hizo que esos recuerdos hubieran retornado.
Esa tarde luego de la piscina, una vez que nos despedimos, llegué a mi casa, yo estaba como zombi, no podía llorar, tampoco gritar, seguía disimulando ante mis otros hijos, me encerré en mi cuarto a pensar.  De pronto una oleada de odio empezó a inundar todo mi ser, mi mente se nubló y solo deseaba tenerlo al frente y matarlo con mis manos.

Era inverosímil,  la realidad de mi hija, su niñez, mi realidad… ¿dónde estaba yo?… ¿dónde estaba yo?… recordé en ese momento que se lo había preguntado a mi hija, ella me dijo: ¡Mami, tú estabas en tu cama!.   No puedo imaginarlo, no puedo concebirlo, esto es una pesadilla, quizá estoy dormida, y luego despierte. No puede ser, como algo así ha sucedido en mis narices y no darme cuenta, esto es demoniaco. Recién empezaba a asumir la magnitud del dolor de mi bebé, sus palabras re-sonaban en mi mente como en otra realidad, pero esto ya formaba parte de mi. 

 Y cómo este hombre hacía semejantes insanias sin temor a mi presencia y a ser descubierto?.  ¿Qué pasó conmigo? ¿Dónde estuve?.  Me pasé hablándoles a mis hijos desde pequeños sobre el cuidado de que nadie toque su cuerpo de forma indebida, cuando ella era niña, había una campaña nacional al respecto, y una cancioncilla que decía: “yo sé cuidar mi cuerpo, yo sé cuidar mi cuerpo”, y yo se las cantaba siempre y… y … Y?   ¿Qué pasó?.

Mientras al acostarla, yo la dormía y acurrucaba inventándole cuentos fantásticos de mi imaginación, en la que los personajes éramos nosotros y a ella le encantaban, este hombre poseído por el mal la ultrajaba de la forma más vil.

Esa noche, cuando mi esposo regresó de su reunión en AA, le dije que nuestra hija me había contado su crimen. Se puso pálido, bajó la cara, hubo una mueca de dolor en su rostro. Mis palabras y reclamos salían con llamaradas de dolor.  Atinó a echar mano de lo que se le venía a la cabeza, como que ya estaba por contárselo a su padrino de AA como parte de los pasos, que es confesar a otro lo más terrible.  No dijo más. No lloró, no pidió perdón, no dijo cuán arrepentido y dolido estaba por esa barbarie cometidas, es más, sentí que el hecho de ser descubierto lo ponía en una situación inaceptable para su ego, vanidad, sin intención de ya ni siquiera manipularme.  Le dije que ya no había nada por resolver entre nosotros, y a partir de ese momento nuestro contacto sería a través de un abogado para los trámites del divorcio.  Saqué unas hojas de papel en blanco y se las hice firmar.  Entonces fríamente sacó las llaves de su bolsillo y las puso sobre la mesa. Se puso de pié y abrió la puerta.  Yo esperaba que pidiera perdón, que explicara algo, pero no, no lo hizo. Le pregunté: ¿No tienes nada que decir?… me respondió.. Qué puedo decir!. Y una vez más cerró la puerta tras de sí y se alejó.

Al día siguiente, me lo crucé en nuestro negocio, al cual había acudido como si nada hubiera pasado. Al verme, pasó la mirada desinteresadamente sobre mí, salió con paso pausado, sereno como quien no tiene prisa en hacer algo, o ladrón que disimula camuflándose entre el resto, se acercó a mi hijo, habló con él como quien coordinaba algo, calculó un tiempo para ver si ya me había ido, y regresó, encontrándome nuevamente allí.  Volvió a tener la misma actitud, miró sereno, caminó pausado como un día cualquiera y se retiró. Me quedé helada.  Para este hombre, ¿Qué significa todo esto?.  Se aparece tan campante. ¿No se estremece al verme?.

Me enteré que estaba en casa de su madre y al mes se había mudado a otra ciudad, un amigo le ofreció un empleo y se fue. Al mes ya tenía trabajo, casa, comida. Es muy hábil en despertar aprecio y compasión en los demás. Deja entender que el problema soy yo, me atañe ser perfeccionista, celosa y estar atravesando la menopausia.

Le contó al amigo que asistía a AA porque tenía problemas con la bebida. Estando en esa ciudad continúo asistiendo a AA.

 

Contacto Cero.
Hacía tres meses ya, desde antes de esta nueva desgraciada realidad, que estuve recibiendo apoyo psicológico y psiquiátrico. La doctora me medicó pastillas para la depresión y un ansiolítico. Tengo dos pequeñas empresas, y muchas tareas diarias. Las pastillas me hacen perder la concentración y memoria. Aún así debía tomarlas porque el dolor emocional disminuía con ellas. No me gusta tomar medicamentos, pero en estos casos, es elegir entre el desborde emocional o estar en automático para seguir la vida como si no nos hubieran matado el alma.  La misma noche que encaré a mi esposo, en un acto de desesperación contacté con mi doctora, le pedí una consulta de urgencia, fui a buscarla y recogerla del gimnasio donde se encontraba, necesita ayuda, le conté lo sucedido, me medicó un anti-impulsivo.  Sí, Doctor Marietán, durante los últimos dos años, este hombre con su juego “te odio” “te amo” “te piso” “te elevo”,  había socavado mis fortalezas. Me había convertido en su felpudo engreído.  Mi vida era tan inmanejable, que en dos oportunidades intenté suicidarme. Parecía que ese era su propósito, porque el asunto no lo conmovía, y se desenvolvía con una frialdad escalofriante.  Suelo pensar que efectivamente logré matarme, y mi castigo ha sido descender a los infiernos. En la que he arrastrado a los que más amo a una pesadilla aún peor a las anteriores. Estuve así medicada, con la cruz recorriendo mi calvario, a la vez que debía aparentar ante los demás estar operativa para las tareas diarias.

Ya había encontrado su página tres meses antes, muchas de las características encajaban con mi relación  complementaria-psicópata.  En ese entonces, cuando conversaba con mi esposo intentaba obtener más datos de sus vivencias, niñez, adolescencia. Pero siempre se mostraba hermético, levantaba un muro infranqueable a su mundo interior que sólo él conocía y al que le temía.

CONCLUSION.
El tiene 52 años, actualmente lleva un año y once meses sin beber ni usar drogas. Practica el celibato. Ha controlado la lujuria. Está muy comprometido con su fe en Jesús. Asiste a las reuniones de AA. He conversado con él (rompí el contacto cero). Escucha la biblia, duerme con su reproductor encendido. Aprendió a meditar, reflexionar, hasta sentir culpa y darse cuenta del daño que se hizo a sí mismo y a la familia.

No puedo dejar de sentir una intensa tristeza por mi hija, por él, por mí, por nuestros hijos, por ese hogar maravilloso por el que luché incansablemente y hoy es vacío y oscuridad. ¿Cuán tarde es para todos? ¿Será tarde para un milagro?. ¿Esto tiene arreglo?.

Doctor Marietán, si usted ha llegado hasta esta línea le agradezco su interés. Y pido disculpas por lo extenso de mi testimonio.  Si puedo aportar algo a su investigación y mi caso lo amerita, con mucho gusto me pongo a su disposición para responder todas las preguntas o recomendaciones que usted desee dirigirme.

Muchas gracias por la información que nos regala en su blog.

Atentamente, RQ, 4 de mayo de 2012

Un ser, en un mundo invertido al deseo de Dios.

 

 

 

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Sobre el autor

Hugo Marietan

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SEMIOLOGÍA PSIQUIÁTRICA Y PSICOPATÍA

Hugo Marietan

Nacido en Buenos Aires, en 1951

Médico, Facultad de Medicina, Universidad de Bueno Aires, 1981, MN 62757

Médico Psiquiatra, Facultad de Medicina, Universidad de Buenos Aires, 1986

Formación Docente: Egresado del Curso de Formación Docente Pedagógica en Ciencias de la Salud y Carrera Docente de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires

Docente Adscripto a la Carrera Docente Facultad de Medicina. de la Universidad de Buenos Aires desde junio de 1991 a la fecha.

Académico Titular de la Academia Internacional de Psicología de Brasil (2002)

Para ver el curriculum completo: https://marietan.com/curriculum/

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