El
caníbal alemán
Hugo R. Marietan1
Con este segundo caso de
canibalismo dejamos planteado el tema. Utilizamos como fuente
principal los artículos aparecidos en el diario La Nación por
considerar que, a pesar de que son innumerables las fuentes
internacionales, en casi todas se repite más o menos lo mismo,
y, además es un material de fácil acceso a cualquier lector
interesado. Agregamos otras fuentes cuando aportan detalles
nuevos. Al principio del artículo trascribimos textual la
información periodística y luego realizamos un análisis
especulativo basado exclusivamente en estas noticias.
Fuente: http://www.lanacion.com.ar
3 de diciembre de 2003
Comienza el juicio contra el
hombre que confesó ser caníbal
El alemán Armin Meiwes, de
42 años, declaró haberse comido en parte a un individuo que
conoció por Internet
BERLIN.- Armin Meiwes, quien
confesó haberse comido en parte a un hombre al que conoció por
Internet, declaró hoy en la primera sesión del juicio que se
le sigue por asesinato que su interés por el canibalismo se
remonta a su pubertad, cuando fantaseaba con comerse a
compañeros de colegio.
Meiwes, un técnico
informático de 42 años al que la prensa alemana bautizó como
«el caníbal de Roteburgo», se mostró tranquilo y lúcido al
describir ante la Audiencia Provincial de Kassel (centro del
país) el origen de sus fantasías caníbales.
En su declaración, explicó
que cuando tenía entre 8 y 12 años fantaseaba con descuartizar
y comerse a compañeros de escuela que le gustaban, y mencionó
como origen de esas fantasías el deseo frustrado de tener un
hermano pequeño.
Mientras la acusación
plantea un delito de asesinato con motivación sexual y
perturbación del descanso de los muertos, la defensa habla de
«homicidio por deseo» y apoya su argumentación en el
testamento de la víctima, en el que declaró que se sometió
voluntariamente al ritual caníbal.
La víctima, un ingeniero de
43 años que residía en Berlín, respondió a un anuncio del
acusado en el que éste buscaba a hombres dispuestos a ser
devorados, y viajó al domicilio de Meiwes, en la pequeña
localidad de Roteburgo del Fulda.
Internet aportó pistas
Las autoridades dieron con
la pista del supuesto caníbal gracias a la advertencia de un
estudiante de la ciudad austríaca de Innsbruck quien, tras
descubrir en Internet un anuncio en el que Meiwes buscaba a
nuevas víctimas, avisó a la central de la Oficina Federal de
lo Criminal (BKA), la policía criminal alemana.
En diciembre del pasado año,
la policía registró el domicilio de Meiwes, un caserón del
siglo XVIII donde vivía solo, ocupando unas pocas habitaciones
tras la muerte de su madre, y encontraron cuatro bolsas de
plástico con restos humanos en el congelador y varios huesos y
un cráneo humano enterrados en el jardín.
Meiwes se entregó a la
policía y confesó haber matado y descuartizado a su víctima,
así como haber grabado todo el ritual con una cámara de video
que se presentará como prueba en el juicio, que concluirá
previsiblemente a finales del próximo mes de enero.
Las autoridades se
incautaron en el citado caserón de dieciséis ordenadores
personales, 221 discos duros y 307 videos de contenido
relacionado con prácticas caníbales.
Una obsesión de su pubertad
Durante su pubertad vivió
solo con su madre y se sentía abandonado, y para «crear» a ese
hermano imaginario desarrolló ese tipo de fantasías, que le
excitaban sexualmente, señaló.
«Rubio y delgado, ése
hubiera sido el tipo», precisó al describir la clase de chico
de sus fantasías.
El acusado agregó que
películas de zombis e imágenes de mataderos de animales
avivaron sus fantasías caníbales, y manifestó que «la idea la
tenía, y así es como terminé haciéndolo».
La fiscalía considera el
proceso como el primero de estas características en la
historia penal internacional, pues presenta la particularidad
de que el canibalismo no está tipificado específicamente como
delito.
A pesar de que expertos
judiciales estiman bastante elevado el riesgo de que Meiwes
vuelva a cometer un crimen semejante, en caso de que le
condene será difícil que se le someta a un internamiento de
seguridad, porque no tiene precedentes penales.
Además, un informe
psiquiátrico certifica que Meiwes domina plenamente sus
facultades mentales, por lo que no podría aplicársele una
condena de muchos años como las que cumplen en centros
penitenciarios especiales los enfermos psíquicos.
BERLIN.- Escalofriantes
detalles de un caso de canibalismo que conmociona a Alemania y
que representa un desafío legal sin precedente en el país
fueron revelados ayer, cuando Armin Meiwes contó de qué forma
mató, descuartizó y se comió los restos de un hombre al que
citó por Internet.
«Mi idea era que él se
convirtiera en parte de mi cuerpo», dijo Meiwes, un
especialista en computación de 42 años, al explicar ante un
tribunal de Kassel qué lo impulsó a matar a Bernd Juergen
Brandes. La víctima era un ingeniero berlinés un año mayor que
él, que en marzo de 2001 respondió a un aviso en Internet que
convocaba a «hombres jóvenes y robustos, de entre 18 y 30
años, para ser devorados».
Meiwes, bautizado por la
prensa «el caníbal de Rotenburgo», insistió en que no hizo
nada «en contra de la voluntad» de Brandes, cuyo pene habrían
comido juntos.
El caso representa un enorme
desafío legal, precisamente porque la víctima parece haber
consentido el acto -lo que habría quedado demostrado en un
video filmado por Meiwes, que será presentado como prueba el
próximo lunes-, porque se certificó que domina plenamente sus
facultades mentales y porque el canibalismo no está tipificado
como delito en la jurisprudencia alemana.
La fiscalía acusa a Meiwes
de «asesinato por placer» y de «perturbación de la paz de los
muertos», por lo que podría ser condenado a una pena máxima de
15 años de prisión. Pero la defensa alega que se trató de un
«homicidio a pedido», una forma de eutanasia que se castiga
con penas de entre seis meses y cinco años.
.
«Era como comulgar»
Según la declaración de
Meiwes, Brandes murió el 10 de marzo de 2001 en la buhardilla
de la casa del acusado, en Rotenburgo, un pueblo ubicado a
unos 40 kilómetros de Kassel. Antes de fallecer, la víctima
ingirió 20 tabletas de somníferos y media botella de
aguardiente. Luego, Meiwes le cortó el pene, que comieron
juntos.
Meiwes agregó que degolló y
descuartizó el cadáver del ingeniero 10 horas más tarde,
cuando éste se desmayó por la abundante pérdida de sangre.
Luego congeló unos 30 kilos de su carne -20 de los cuales
comió durante las siguientes semanas- y enterró en el jardín
sus huesos y su cráneo.
«Lo recordaba (a Brandes) en
cada pedazo de carne que me comía. Era como comulgar», dijo
Meiwes, y confesó que el descuartizamiento del cuerpo le causó
«placer». Sin embargo, aseguró que «el momento de la muerte
fue terrible». «Durante el acto sentí odio, rabia y felicidad
a la vez -agregó-. Toda mi vida había deseado esto.»
Meiwes reveló que su interés
por el canibalismo surgió cuando tenía entre 8 y 12 años y
fantaseaba con comerse a compañeros de colegio. Recordó que
entonces vivía solo con su madre y se sentía abandonado, y que
la idea de tener un hermano pequeño lo obsesionaba -«alguien
que fuera parte de mí», explicó-. Así, llegó a crear uno
imaginario, al que llamaba Frank.
Por otra parte, Meiwes dijo
que la idea de cortar un cuerpo humano lo excitaba
sexualmente, y que para estimular sus fantasías miraba
películas de zombis y de matanzas.
Meiwes dijo que comenzó a
poner anuncios en Internet en busca de un hombre a quien matar
a mediados de 2000, un año después de la muerte de su madre.
Aseguró que recibió 430 respuestas y que hay «cientos, miles»
de personas intentando satisfacer sus deseos de comer carne
humana o de ser comidos.
Después de concretar su
deseo, Meiwes se encontró con otros cinco hombres que habían
respondido a sus anuncios en Internet. Según él, tres de ellos
sólo querían participar en un «juego de rol», en los que se
interpreta a víctimas y a victimarios. Otro quería ser
decapitado, pero a Meiwes le parecía demasiado gordo y no le
cayó simpático. Y el quinto desistió después de que el autor
del aviso le advirtió que, si visitaba su casa, «ésa sería la
última vez».
La policía arrestó a Meiwes
en diciembre de 2002, luego de registrar su casa, a la que se
dirigió cuando un estudiante de la ciudad austríaca de
Innsbruck advirtió sobre el siniestro anuncio en Internet.
Allí, en un caserón del siglo XVIII donde Meiwes vivía solo,
se encontraron cuatro bolsas de plástico con restos humanos en
el congelador y varios huesos y un cráneo enterrados en el
jardín.
También fueron incautados
videocassettes en los que se veía a Meiwes cortándole el pene
a su víctima o comiendo su carne con papas, verduras y vino
tinto chileno.
BERLIN.- En la segunda
audiencia del proceso contra el denominado «caníbal de
Rotenburgo», en Alemania, el imputado admitió la ferocidad e
inmoralidad de su acto, pero rechazó las acusaciones de
homicidio pues, desde su punto de vista, fue un caso de
eutanasia, informaron hoy fuentes locales.
En la apertura del proceso,
el 3 de diciembre de 2003, Armin Meiweis, de 42 años, había
confesado, ante el tribunal regional de Kassel, que mató,
cortó en pedazos y en parte devoró a un ingeniero de Berlín,
de 43 años.
Pero, desde el punto de
vista del acusado, no se trató de un homicidio, sino de un
caso de eutanasia: «Yo consideré la muerte como socorro, como
ayuda a morir, como ayuda al suicidio», dijo hoy Meiwes.
«Este es un tabú, por eso me
debo justificar ante Dios y al mundo entero», agregó y admitió
de inmediato: «Si hubiese ido hace un par de años al
psicólogo, no hubiera llegado a tanto».
El acusado reiteró que la
víctima esperaba morir de esa manera.
Cuando fue arrestado hace un
año, Meiwes ya estaba buscando nuevas víctimas a través de
Internet.
«Espero encontrar
rápidamente otra víctima, la carne se está acabando», escribió
en un e-mail a un amigo.
Los investigadores
descubrieron que Meiwes cortó a su víctima en pedazos y los
guardó en bolsas de plástico, y los fue comiendo uno tras
otro. En total, calculan que consumió unos 20 kilos de carne
humana.
Martes, 2 diciembre 2003
Fuente: IBLNEWS, AGENCIAS
http://iblnews.com/noticias/12/93789.html
El profesor Andreas Marneros,
director de la Clínica Halle de Psiquiatría y Psicoterapia,
dijo al respecto: «Esto es canibalismo como perversión sexual,
es un fenómeno conocido a través de los siglos. He tratado a
cuatro de estas personas».
La fiscalía de la ciudad de
Kassel dijo que un examen psiquiátrico reveló que Meiwes no
está demente, pero que su víctima sí pudo haber sido incapaz
de pensar racionalmente. Aunque la fiscalía concuerda en que
la víctima expresó su deseo de morir, está buscando la cadena
perpetua para este caso de asesinato motivado por deseos
sexuales.
Sin embargo Ermel, el
abogado de Meiwes quiere que lo condenen por «homicidio a
petición», una forma de eutanasia ilegal que se castiga con
una sentencia de seis meses a cinco años.
El problema, según expertos,
es que la víctima de Meiwes quiso ser ingerida. Esto podría
dificultar una condena por asesinato. El cargo por homicidio,
un delito de menor grado, conlleva una sentencia de 15 años o
menos. Tras este período, Meiwes quedaría en libertad.
El profesor Arthur Kreuzer,
del Instituto de Criminología de la Universidad de Giessen,
señaló que este caso podría marcar un hito en los anales
judiciales. «Esto es un asesinato convenido por el asesino y
la víctima, y no puede considerarse como el peor caso de
asesinato premeditado», indicó. «Sin embargo, no creo que sea
un homicidio a petición, porque no fue algo altruista sino un
hecho egoísta», añadió.
El abogado de Meiwes reveló
que su cliente tuvo a otros cuatro huéspedes en su casa, pero
que los dejó marcharse. «Había un maestro, un cocinero, un
empleado de hotel y un estudiante. Los tenía colgados del
techo por los pies y no podían librarse por sí mismos. Uno se
sintió indispuesto, otro no quiso continuar y entonces los
dejó ir a todos», explicó.
Ermel dijo que Meiwes había
conversado sobre canibalismo con al menos 280 personas en
Internet que compartían sus puntos de vista. Alrededor de 200
personas en Alemania se ofrecieron para ser víctimas de un
sacrificio. Había 30 individuos dispuestos a matar a otros,
mientras que entre 10 y 15 deseaban participar como
espectadores, según Ermel.
Especulación sobre este caso
El siguiente análisis está
basado en la información periodística, a la que, en común
acuerdo con el lector, daremos como cierta. Si luego se
demuestra que han sido datos falsos, ya por fabulación, ya por
inducción de la estrategia del abogado defensor, o cualquier
otro motivo, al menos nos quedaremos con la satisfacción del
ejercicio intelectual que, si bien erróneo en este caso
particular, puede ser de utilidad en otros casos similares.
Ingerir carne como alimento
es un hecho cotidiano en el grueso de la población animal. La
vida necesita eliminar otra vida para sobrevivir. Es la ley
biológica. Comer de su propia especie es un tabú que los
humanos compartimos con otros muchos animales cuando la caza
de especies distintas es abundante o, al menos, suficiente.
Cuando la existencia de alimentos es dramáticamente
insuficiente, ese tabú es sorteado. Es decir, no comer carne
humana, para un humano, no es un hecho biológico, sino
cultural.
La posibilidad de la
antropofagia está latente en el humano, y se expresa en hechos
especialísimos como lo fue el de los estudiantes uruguayos
cuyo avión cayó en los andes y sobrevivieron comiendo los
cadáveres de sus compañeros, o en casos de aislamiento sin
posibilidad de otros alimentos: por naufragios, guerras,
accidentes u otras circunstancias.
Distinto es el canibalismo
(Esta palabra es anotada por los conquistadores españoles a
los que indígenas les hablaban de ciertos nativos antropófagos
de las Antillas cuyo nombre a los oídos europeos sonaba como
caníbal, pero tal vez sea deformación de la palabra caribe)
como parte de la cultura de una población como es el caso de
algunas tribus distribuidas en distintas partes del planeta,
donde la carne del congénere es parte de la dieta o se la
utiliza con fines rituales, tal como lo narran múltiples
testimonios a lo largo de la historia y en la actualidad.
Dicen que el conquistador español Solís fue comido junto con
sus hombres por los habitantes originales de las costas del
Mar dulce (hoy Río de la Plata), y que otros conquistadores
corrieron la misma suerte en varios puntos de la luego llamada
América.
Ya aquí podemos diferenciar
la antropofagia obligada, limitada a una situación, del hábito
antropófago, propio del caníbal.
Otra punto es la expresión
de la antropofagia que realiza el caníbal urbano, que rodeado
de la abundancia de otros alimentos, prefiere el humano. Así
es que en la inmensa mayoría de los casos sale a cazar su
presa, usando distintas metodologías como vimos, por ejemplo,
en el caso de Jeffrey Dhamer, el caníbal de Milwaukee.
El plus de sorpresa que
agrega el caníbal alemán Armin Meiwes, es el consentimiento y
la instigación del devorado, y en eso nos concentraremos.
Necesidades distintas
Habíamos establecido como
concepto de psicopatía a las personalidades atípicas con
necesidades distintas y maneras especiales de satisfacerlas
.La apetencia de carne humana es un ejemplo radical del rasgo
que llamamos necesidades distintas.
Hay que superar muchas
inhibiciones para eliminar a otro humano, pero adquirir el
grado de libertad interna como para ingerirlo es un paso
superlativo. Es también un ejemplo extremo del rasgo capital
que llamamos cosificación, por el cual se priva al otro de
los atributos que lo hacen persona y se lo degrada al concepto
de cosa. Con esta maniobra psíquica el psicópata tiene una
mayor libertad de acción sobre el cosificado, lo puede
manipular y ejercer su accionar psicopático sin tener en
cuenta la resonancia afectiva que provoca en el afectado y
liberándose, a su vez, del displacer interno que llamamos
culpa. El otro se convierte en una cosa a usar para conseguir
sus fines y luego desechar. Pero usar al otro como alimento
creo que es uno de los límites de la cosificación.
Un psicópata devorador
No nos es difícil en el caso
de Armin Meiwes llegar a describirlo como psicópata y no
diagnosticarlo como psicótico. Fuera de los hechos de su
biografía que lo preanuncian, si nos atenemos a este hecho,
vemos que actuó con plena conciencia y a sabiendas de cada uno
de los pasos que lo llevaron a devorar al Ingeniero.
Comprendía lo que hacía y dirigió lúcidamente sus acciones
destinadas a un fin premeditado largamente. Ocultó las pruebas
que lo podían incriminar en un intento de zafar de las
consecuencias de sus actos. Y tomo prevenciones para el caso
de que algo saliera mal: realizó un video (dejó un testimonio
para ser visto por otros), hizo dejar constancia de la
voluntad del Ingeniero para este hecho, publicó su aviso en
Internet con la suficiente claridad como para que no hayan
dudas de sus intenciones.
En ningún momento se
mencionan alteraciones sensoperceptivas, ni ideas delirantes
de influencia, mandato u misión. Tampoco su conducta
periférica, como es habitual en muchos psicópatas, salía del
rango de lo normal, al decir de sus vecinos.
Luego del hecho no se
atormentó con la culpa (autocastigo muy propio del neurótico),
al contrario disfrutó de ingerir la carne frisada, a la que
preparó en distintas variantes de comida y acompañó con un
buen vino. Al ingerirla lo hacía con tal bienestar que lo
asemejaba a una comunión (cuando se come simbólicamente la
carne de Jesús, y se bebe el vino, que simboliza su sangre);
lo incorporaba a su cuerpo, y recordaba a Bernd Juergen
Brandes con cierta afectividad.
También disfrutó como lo
hacen los asesinos natos al matar: Durante el acto sentí
odio, rabia y felicidad a la vez. Toda mi vida había deseado
esto
El placer sexual estuvo
presente al momento de introducir el pene de Bernd a su boca y
compartirlo, como en una relación sexual extrema con su
partener. También en el hecho de poseerlo in extremis o en
el de generar dolor para placer del otro (es Bernd el que le
pide que le corte el pene, y luego que le taje el cuerpo, en
un largo rito que duró diez horas y que concretizó un viejo
deseo de Armin: la idea de cortar un cuerpo humano me
excitaba sexualmente). Y todo esto con el agregado del
consentimiento y la participación de su fuente de placer, lo
cual lo diferencia de una violación, a pesar de la extrema
violencia ejercida. («Me dijo que desde niño deseaba de ser
descuartizado e ingerido»).
Luego está el aspecto
lúdico, el jugar; primero al colocar el aviso en Intenet, que
literalmente no tenía equívocos, pero que daba lugar a la
fantasía, a la metáfora homosexual al convocar a «hombres
jóvenes y robustos, de entre 18 y 30 años, para ser
devorados». Pero a su vez era un aviso a la sociedad (al
hacerlo público) de lo que iba a hacer (esto puede ser leído
como una audacia, una asunción de riesgo, un desafío lúdico o
un pedido a la sociedad para que lo detenga). También se nota
lo lúdico en la selección del participante del juego, elige a
uno de varios postulantes. Y toda la ceremonia de la muerte es
un juego macabro entre dos. Tiempo después vuelve a apostar,
coloca de nuevo su aviso en Internet, pero es decodificado
correctamente y, esta vez, pierde y es atrapado. Fin de esta
parte del juego, ahora comienzo la otra parte, apostar a
obtener la mínima condena, mientras tanto disfrutar de ser el
centro de la atención mundial.
La serenidad con que afronta
el juicio, el reproche de los otros por sus actos, indica que,
de acuerdo a sus códigos, él no tiene nada que reprocharse, es
más, que ha hecho un bien infrecuente: «Yo consideré la muerte
como socorro, como ayuda a morir, como ayuda al suicidio». Más
allá del consejo y estrategia del abogado defensor con
respecto a mostrarse arrepentido, a difundir que aquellos que
tengan sus tendencias vayan a un psicólogo y otras chanzas,
queda, como hito, lo irreversible del hecho. Al ser humano le
cuesta aceptar su raíz animal y la amplitud de sus
oscuridades.
Bernd, el devorado
Este hombre de 43 años,
Ingeniero, del que no sabemos casi nada, al que solo podemos
imaginarlo y hacernos preguntas, lee el aviso de Armin en
Internet donde pedía «hombres jóvenes y robustos, de entre 18
y 30 años, para ser devorados». ¿Qué le hace interpretar
literalmente para ser devorados? Solamente una afinidad, un
punto en común, el deseo resultado de una necesidad distinta.
Para mí lo de Bernd está
encuadrado en el concepto se suicidio. El medio que utiliza
para suicidarse es otro hombre. Su idea de trascendencia es
incorporarse al cuerpo de otro. Disparando nuestra furibunda
tendencia a especular podríamos decir que hace que Armin se
haga cargo, de alguna manera, de su vida ingiriendo su cuerpo.
No veo a Bernd con un ser
pasivo o una víctima. Lo veo manejando activamente los últimos
tramos de su destino. Deja en orden sus papeles, saca pasaje
sólo de ida a Roteburgo, va al encuentro de su instrumento de
muerte.
Lo veo forzando a Armin a
sortear una de las reglas del juego, pedía hombres hasta 30
años, el se impone con sus 43. Lo seduce para que sea el
elegido entre otros cuatro. Le impone secuencias en el rito de
muerte. Lo impele a cortarle el pene (un transexual lo
comprendería). Ve como su pene penetra la boca de Armin en un
acto sexual excelso. Le exige que le provoque dolor cortándole
el cuerpo. El lento desangrarse dura diez horas, tiempo
suficiente, al menos en las primeras horas, para dar marcha
atrás, para parar, para evitar la muerte. No lo hace. Su
determinación es inquebrantable. Borges tiene una frase
paradigma de la histeria: Yo, que quise ser otro. Bernd
concretiza este deseo, se imaginó día a día, bocado a bocado,
siendo otro.
¿Estaba psicótico Bernd? No
lo sabemos, el necesario recorrido biográfico puede darnos
algunas pistas, pero no lo conocemos. Su acto inusual,
execrable, da lugar a la sospecha, pero no es suficiente. Lo
describen haciendo un viaje, dejando las cosas en orden, yendo
voluntariamente a la casa de Armin, dirigiendo sus actos,
comprendiendo la naturaleza de sus acciones; se lo infiere
lúcido.
¿Era un depresivo, un
melancólico más bien, que despreciaba su vida, su
subjetividad, a tal punto de desear ser una cosa, un alimento?
¿Qué necesitaba purgar para darse una muerte tan lenta y
dolorosa? No hay datos para contestar. El suicidio está muy
emparentado con la depresión. Sin embargo ejecutar su propia
muerte es culminación de muchos cuadros psiquiátricos, a
veces consecuencias de posturas filosóficas.
¿Era un psicópata Bernd? Códigos propios,
necesidades distintas, maneras atípicas de satisfacerlas,
perversión, seducción, autocastigo extraordinario,
manipulación, cosificación del otro al usarlo como instrumento
de muerte y de trascendencia, autocosificación. ¡Cuántos
rasgos psicopáticos
! Si tuviéramos más datos, tal vez
hablaríamos de psicopatía, de asociación de psicópatas para
concretar este juego macabro, de juego entre psicópatas.
Notas al pie:
1 Médico Psiquiatra. Hospital Borda. Docente Adscripto
de la Facultad de Medicina de la Universodad de Buenos
Aires. E-mail:
marietanweb@gmail.com Internet: www.marietan.com