Noticia comentada
El grandote de
la faca
En otros apartados mencionamos las formas de relación
del psicópata: Asociación, cuando se une
a otros psicópatas para conseguir un fin; Complementario,
cuando convive con una persona; y Tangencial, cuando el
psicópata se encuentra con el otro en un punto
del devenir de la vida del otro; un encuentro casual,
azaroso, no previsto por la otra persona. Lo que sigue
es un caso de estos; al final colocaremos algunas reflexiones.
Boulogne
Fue violado por fumar marihuana y pide una indemnización
millonaria
Fuente: Telam y http://www.24con.com/conurbano/nota/26625-Fue-violado-por-fumar-marihuana-y
pide-una-indemnización-millonaria/
Un estudiante que fue detenido en 2007 y fue abusado en
los calabozos de una comisaría de Boulogne, pide
una indemnización millonaria al Estado y la Policía.
El hecho ocurrió en febrero de 2007 pero se conoció
ahora, luego de que la Corte Suprema despenalizara la
tenencia de droga para consumo personal, porque la Justicia
condenó al preso violador a 23 años de cárcel
y ordenó que se inicie una nueva causa contra el
policía que no custodió como debía
a la víctima.
El fallo, pertenece al Tribunal Oral en lo Criminal (TOC)
2 de San Isidro, integrado por los jueces Clarisa Moris,
Luis Oscar Zapata y Lino Mirabelli.
La víctima, que para preservar su identidad fue
identificada sólo como David G., ahora tiene 23
años y «gravísimas secuelas psicológicas
por la noche de terror que le tocó vivir en una
comisaría del conurbano por un simple porro»,
dijo su abogado, José Vera.
Todo se inició el sábado 3 de febrero de
2007 a las 23, cuando David G., por entonces de 21 años,
fue detenido en la calle Piedrabuena al 200 de Boulogne,
partido de San Isidro. La policía no encontró
ninguna droga en su poder pero lo llevó detenido
porque figuraba un pedido de captura por una vieja causa
en la que David G. había sido arrestado porque
la policía encontró un cigarrillo de marihuana
en su auto.
Pese a que David G. aclaró que esa causa estaba
motivada en el simple hallazgo de un porro, los efectivos
lo llevaron detenido a la comisaría 3ª de
San Isidro, en Boulogne, y lo dejaron incomunicado en
los calabozos.
El victimario ahora condenado es un detenido identificado
como Ricardo Juárez, alias «El Cabezón»,
quien según el fallo del TOC 2 de San Isidro era
«el mandamás» de los presos de esa comisaría
y estaba allí «refugiado» por «no
poder transcurrir su propio encierro en unidades penitenciarias».
Según quedó demostrado en el juicio por
el relato de sus compañeros de celda, Juárez
gozaba de beneficios dentro de la comisaría tales
como una celda individual sin candado que le permitía
cierta libertad para ir a un patio interno o al baño.
David G. declaró que ni bien llegó de la
revisión médica de rutina alrededor de las
2:30 de la madrugada del 4 de febrero de 2007, fue alojado
en un pequeño baño ubicado al lado de uno
de los calabozos, aislado de los presos, pero tan solo
por la separación de una reja.
Detalles macabros de la violación
Juárez le pidió al policía que lo
custodiaba que fuera a traer hielo y en ese momento aprovechó
para robarle al joven universitario su ropa.
Según contó el estudiante, «El Cabezón»
se acercó con un palo de escoba que en la punta
tenía atada una «faca» (un fierro limado)
y amenazó con lastimarlo, por lo que David G. le
entregó su remera, sus jeans y sus zapatillas nuevas
marca Nike y se vistió con ropa vieja y sucia que
el preso le entregó a cambio.
«¿Así que sos antichorro? Yo soy chorro
y vos vas a ser gato mío. Vení p…, dame
las zapatillas, dame las cosas», dijo Juárez
metiendo la faca a través de la reja, según
contó la víctima.
David G. también relató que en ese momento
sufrió un primer abuso, ya que el preso lo obligó
a apoyarse de espaldas contra la reja y mientras le decía
«que linda cola tenés», se la acariciaba
con una mano.
La violación ocurrió la madrugada siguiente,
el 5 de febrero de 2007, cuando David G. fue colocado
en un sector del patio interno de los presos, a sólo
dos metros y a la vista del policía de custodia,
en un lugar donde convergen las tres celdas, entre ellas,
la que no tenía candado y alojaba al «Cabezón»
Juárez.
David G. relató frente a los jueces que mientras
estaba tirado en piso durmiendo en posición «bolita»
alguien al que identificó como Juárez por
sus tatuajes en las manos y las piernas, lo agarró
del cuello, le bajó los pantalones y lo violó
durante unos 10 minutos.
«Mientras me accedía yo lloraba. El policía
estaba dormido, a unos dos metros, tendría que
haber escuchado cuando me agarró. No grité
porque tenía mucho miedo, él tenía
la faca y es grandote. Yo me quedé sentado ahí,
con mucho dolor, hasta el día de hoy no puedo sentarme
en un inodoro, tengo miedo, vergüenza
»,
dijo la víctima en un relato en el que «lloraba
desconsoladamente», según resaltan los jueces
en el fallo.
David G. recién recuperó su libertad y pudo
ver a su familia el lunes 5 a las 14:10, luego de ser
remitido al Juzgado Federal de San Martín 1 donde
tenía la supuesta captura y donde le aclararon
que no tendría que haber sido detenido.
Los médicos forenses y los del Hospital de San
Isidro corroboraron que el joven estudiante tenía
lesiones compatibles con un abuso sexual por vía
anal.
El TOC 2 de San Isidro condenó al «Cabezón»
Juárez a 23 años de prisión por abuso
sexual agravado por acceso carnal y por uso de arma, en
concurso con el robo de la ropa, y en la sentencia ordenó
que se inicie una nueva causa contra el policía
que no custodió a la víctima.
El policía, identificado como Sandoval, ahora será
juzgado por incumplimiento de los deberes de funcionario
público en el Juzgado Correccional 3 de San Isidro,
en una causa en la que David G., a través de su
abogado Vera, está constituido como particular
damnificado.
A modo de análisis:
Desde luego que usaremos el recurso de ficcionar para
acercarnos imaginariamente a lo que sucedió. Igual
servirá para entender los mecanismos de manipulación
psicológica que usa el psicópata y como
se establece el diálogo «psicópata
– víctima» que no corresponde a las palabras
sino al clima donde se emiten esas palabras. Es decir,
el texto oral en sí tiene su valor, pero el psicópata
trabaja más con el clima (el tono, el volumen,
la cadencia, los silencios, el acompañamiento de
los gestos) que enmarcan a las palabras. Y que, a su vez,
es la comunicación básica y ancestral entre
humanos, independiente de la semántica de las palabras.
Y cuando usa las palabras, les da el giro de posicionarse
él en relación a la víctima (en este
caso usamos el término víctima por lo azaroso
del encuentro, en que la persona no ha hecho nada para
acercarse al psicópata). Y posicionar a la víctima
en relación a él. Y luego nominarlo para
crearle la impronta de lo que le espera y que vaya aceptando
la idea de la acción psicopática. Pero veamos
este desarrollo:
David, de 21 años, por un hecho banal, es demorado
en una comisaría, y lo ubican en un baño.
Allí se topa con El Cabezón, psicópata
carne de presidio. Veamos los movimientos para entender
los distintos pasos que da el psicópata para conseguir
su objetivo.
1) David es encerrado y separado por una reja de los «otros
presos» entre los que está El Cabezón.
Es decir que tiene una valla física de separación.
El psicópata debe vencer este obstáculo.
2) David llega de la revisión médica, a
las 2.30. Seguramente asustado y en un medio en donde
no tiene referencias como para ubicar sus acciones adecuadamente.
3) El Cabezón le pide el guardia que vaya buscar
hielo (¿tal vez una clave interna?) para despejar
el campo de acción. David ve que el «protector»
se aleja, que queda a solas con los presos.
4) El Cabezón armado con un palo de escoba con
una punta de hierro amenaza a David. (coerción).
Por sí mismo no puede llegar a David y debe recurrir
a un palo, inicialmente.
5) «¿Así que sos antichorro?, dice
El Cabezón. Aquí desconcierta a David. Comienza
a pensar por qué se le pregunta esto. El desconcierto
y la confusión son medios que el psicópata
busca engendrar en la cabeza de su víctima. Un
confuso no atina a dirigir sus acciones con claridad,
mientras el psicópata se mantiene lúcido
y ubicado detrás de su estrategia. Al decirle,
en medio de los chorros, que él, David, es un antichorro,
ya lo ubica como el «enemigo». Este calificativo
hará que David trate de sacarlo de ese error, de
explicar, de alguna manera que no es antichorro. Ya en
este paso la cabeza de David está funcionando de
acuerdo al mandato del psicópata. Ha perdido, David,
la iniciativa psicológica de comunicación.
Va detrás de lo que le propone El Cabezón.
A su vez, el calificativo de «antichorro», estando
en medio de los chorros, aumenta su temor. Y consigue,
El Cabezón, que la mente de David se focalice enteramente
en lo que le diga el psicópata.
6) «Yo soy chorro», dice El Cabezón,
con lo cual se pone en la postura de enfrentamiento y
ataque a David: «Ahora vos sos mi enemigo».
Insinuar esto y hacer pensar en la posibilidad de ser
destruido es otro de los mecanismos para debilitar la
voluntad de David. A todo esto el psicópata, que
es un depredador, va semblanteando a su víctima,
viendo el efecto de sus acciones y palabras a través
de los gestos y palabras de la víctima. La víctima
le informa al psicópata, involuntariamente desde
luego, como va el proceso de captura.
7) «y vos vas a ser gato mío». Esta frase
está dicha cuando el psicópata ve a su víctima
aterrorizada y sin poder manejar su voluntad, que está
a su merced.
8) «Vení, putito», Esto ya es francamente
una orden de acción (vení) y una clasificación
de su nuevo estado: «putito»
9) «Dame las zapatillas, dame las cosas». Aquí
el psicópata realiza un movimiento psicológico
magistral de descompresión psicológica en
el otro para crear una falsa expectativa de salvación
de lo peor. Genera en la cabeza de David que El Cabezón
se conformará solamente con robarle las zapatillas
y la ropa. Que se va a conformar con poco. Y David cae
en la trampa, porque al cederle la ropa y no luchar por
ella, le informa a El Cabezón que se ha rendido,
y esto es así, aunque David mismo aún no
lo sepa.
Hablando con los presos, me han dicho que los primeros
días son fundamentales para establecer el estatus
que el nuevo prisionero tendrá en la cárcel
con respecto a los otros presos. El «nuevo»
debe pararse en dos patas y luchar (en alusión
al oso que cambia su postura de cuatro patas en dos para
enfrentarse al atacante) aún sabiendo que va a
perder; el que pelea se gana el respeto de los demás,
el que no es considerado una «mujercita» y será
tratada como tal: se le asignará un macho sexual
y hará tareas de limpieza para los «hombres».
10) David le entrega su ropa y zapatillas, y el preso
le da las suyas. Con esto David se entrega y los deseos
del psicópata y todo lo que viene es solo una demostración
de que El Cabezón tiene un dominio completo.
11) Obliga a David a acercarse a las rejas y a darse vuelta.
El Cabezón le toca el trasero «que linda cola
tenés», y se la acariciaba con una mano. Aquí
la asignación del rol de David es contundente,
ya sabe que va a pasar. En todo este intercambio comunicacional
habría que especular qué mensajes le trasmitió
David a El Cabezón, para que este tuviera la plena
seguridad de que David accedería a ser penetrado.
Sin embargo, en un juego gato-ratón, El Cabezón
posterga esa acción.
12) A la madrugada siguiente, El Cabezón se sirve
de su víctima ya debidamente preparada para la
violación, el mismo David se lo cuenta a los jueces:
«estaba tirado en piso durmiendo en posición
«bolita» alguien al que identificó como
Juárez por sus tatuajes en las manos y las piernas,
lo agarró del cuello, le bajó los pantalones
y lo violó durante unos 10 minutos. «Mientras
me accedía yo lloraba. El policía estaba
dormido, a unos dos metros, tendría que haber escuchado
cuando me agarró. No grité porque tenía
mucho miedo, él tenía la faca y es grandote».
David, asumido en su postura femenina, se entrega sin
gritar, al macho más fuerte. El acto psicopático
ha sido consumado. Y David ha sido llevado por la manipulación
de El Cabezón, en una regresión evolutiva,
a estadios donde el macho dominante de la manada dispone
tanto de las hembras como le los machos dominados para
penetrarlos a su placer y demostrarles su poder indiscutible.
Dr. Hugo Marietan, 29 de agosto de 2009