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Rousseau, un violador en
serie
Por José Solís
Fuente:
http://www.eltelegrafo.com.ec/policiales/noticia/archive/
policiales/quinto_mandamiento/2008/08/11/Rousseau_2C00_-un–violador-en-serie.aspx
ILUSTRACIÓN: Carlos Proaño

Ecuador.
Lleva preso casi dos años por, al menos, veinte casos de
violación. Fue diagnosticado como psicópata maniaco
depresivo.
Roger Rosseau Betancourt asechaba a las mujeres jóvenes y
en un descuido se les acercaba, se hacía amigo y medio le
daban la mano les torcía el brazo y con un arma de fuego o
cuchillo las amenazaba, las llevaba a casas de amigos o a
un hotel cercano y las violaba.
Se las daba de metrosexual, le gustaba vestirse bien y
usar perfume para seducir a las muchachas pero, según la
valoración psicológica, lo que tenía es un estado maníaco
depresivo.
Cual felino que se oculta tras un poste o un árbol, o
asecha desde un tejado para lanzarse sobre su presa, este
negro de 37 años miraba por entre los carros parqueados a
la agradable chica que salía de la universidad o que
esperaba el autobús. Luego, con sutileza, simulando ser
simpático, se acercaba y pedía alguna ayuda, como lo hizo
con Lisbeth, una estudiante de 17 años, a quien abordó
diciéndole: amiguita, ¿dónde queda la facultad de
Medicina?. Cuando la chica dirigió su pulgar la tomó por
la fuerza, la apretó contra su cuerpo y le dijo al oído:
Nada te haré si actúas como si fuésemos novios. ¡Esto es
un asalto!.
Atenazó sus manos contra la joven mientras le advertía:
¡Quédate quieta
o te pego. De entre sus ropas sacó una
navaja y repitió: Solo te voy a robar. ¡Sube!, le gritó
y la hizo abordar un taxi.
Con Teresa, universitaria de 19 años, hizo algo parecido.
La chica esperaba un bus en las calles Esmeraldas y Alejo
Lascano, para dirigirse a su casa. Con similar estrategia
Rousseau se acercó y tras amenazarla con una pistola la
obligó a caminar como 10 cuadras, la hizo subir a una
casa, donde estaban unos sujetos que bebían y fumaban
droga. Allí la violó y luego la llevó a un motel, donde
volvió a ultrajarla y al día siguiente la dejó en
libertad.
Martina, de 19 años, es otra de las violadas. A las 10:00
del 11 de septiembre de 2006 esperaba un bus y se le
acercó este hombre -según ella describió- de raza negra,
alto, grueso, con cicatrices bajo el párpado izquierdo y
en la frente, de pelo negro corte tipo militar. El sujeto,
muy amable, dijo ser un evangélico que buscaba chicas para
una fundación. Cuando la joven se acercó Rousseau le
mostró una pistola y le advirtió: Camina y no mires para
arriba.
La llevó a una casa de techo volado en la que venden
cervezas, la encerró en un cuarto mientras él fumaba y
tomaba con otros hombres. Luego de varias horas la obligó
a beber licor y consumir droga y la violó.
En total, 20 juicios por violación existen en su contra;
de estos, 15 llegaron a los tribunales para sentencia y al
momento 2 condenas de 16 años de reclusión mayor especial
ha recibido. Pero solo por una pagaría -si por casación
confirma la Corte Suprema de Justicia-, porque en la
legislación ecuatoriana no existe acumulación de penas, de
manera que las otras sentencias que reciba en nada
incidirán.
Un caso parecido al del español José Rodríguez Salvador,
quien fue acusado de 16 violaciones y por las cuales la
justicia de España le impuso 311 años de cárcel, pero que
en septiembre de 2007, tras cumplir 16 años, uno por cada
una de sus víctimas, salió en libertad.
O como el caso del también español Alejandro Martínez
Singul, quien fue detenido en 1992 y cumplió 16 años,
quedando en libertad aún cuando los forenses y psiquiatras
de la prisión consideraban que no estaba rehabilitado. Sus
víctimas: niñas y adolescentes de entre 9 y 17 años. En
unos casos la violación se consumó y en otros se frustró.
El problema fue que apenas pasó un año libre y reincidió
en el delito. Esta vez lo cometió en Permillant, Francia.
En manos de la Audiencia Nacional de España, el juez
Baltasar Garzón deberá decidir si lo extradita a Francia.
De vuelta al caso de Rouseau, a criterio de un juez que lo
sentenció, solo el 10% de las mujeres violadas denunció,
el resto calló; así señalan las estadísticas que manejamos
los criminólogos, sostuvo.
Rousseau, un violador a quien la fiscal Lorena Benalcázar
comparó con Daniel Camargo, el colombiano que fue detenido
en 1986 por ultraje sexual y muerte de 71 mujeres y que
mientras purgaba 8 años de una condena de 16, fue
asesinado. La diferencia con Camargo es que Rousseau viola
con saña y aunque no mata, deja huellas. Otro parecido con
Camargo, según la Policía, es que no utilizaba vehículo
propio para conquistar: lo hacía a pie y luego subía a las
víctimas a un taxi o autobús.
Lisbeth nada conocía de Rousseau, pero iba aterrada y más
cuando la abrazó para disimular ante la gente que los
miraba. La llevó a una casa en construcción en la
ciudadela Valdivia, al sur de Guayaquil y al bajarse le
gritó mientras la apretujaba: ¡Dame la cartera! Quiero tu
dinero para comprar trago y marihuana.
El violador llamó a la puerta de esa casa mientras repetía
a la chica: Tranquila, nada te haré. Le abrieron y
entraron a un cuarto en el que estaba un grupo de hombres
que consumían licor, fumaban y hablaban en inglés. La
muchacha sintió estremecerse y uno de los sujetos le
preguntó: Do you speak english? What is your name? La
chica entendió pero no se atrevió a responder.
El psicópata la obligó a que fumara marihuana y bebiera
licor, luego la llevó al baño y en el dormitorio la
agredió físicamente y la ultrajó.
Lisbeth, cansada de tanta violencia, no pudo dormir, pero
su agresor roncaba. Al día siguiente, volvió a agredirla y
con un ventilador la golpeó en el rostro, porque, según
él, ella se portó mal. Al mediodía salieron en un taxi, y
Rousseau le dijo al conductor: pana, a esta pelada la
violé, así es que me la dejas en su casa.
A las 05:00 del 12 de septiembre de 2006 otra chica que
fue violada. Ella, en cambio, salió con Rousseau de un
hotel del centro de Guayaquil.
Ese mismo día Rita (la violada) y su padre denunciaron el
delito en la Fiscalía. La ultrajada describió los rasgos
físicos del sujeto y el lugar.
Por la tarde (del 12 de septiembre), la Policía allanó un
departamento en el tercer piso de un edificio de Escobedo
y Urdaneta, y detuvo a Rousseau. En el sitio había droga y
licor, también estaba el teléfono celular de Lisbeth.
Cuando el violador fue presentado en la televisión y las
páginas de la crónica roja mostraron su fotografía,
algunas víctimas denunciaron.
Édgar Salazar, juez de primera instancia que conoció dos
causas, recordó que luego del reconocimiento del lugar
llegaron a la Policía Judicial 6 chicas que a través de un
vidrio de seguridad -protector de víctimas- reconocieron a
Rousseau.
El Quinto Tribunal Penal del Guayas por dos ocasiones lo
sentenció a 16 años de reclusión mayor especial. En el
salón de juzgamiento y ante los jueces, las ofendidas
reconocieron y señalaron a Roger Rousseau.
Un juez experto en Criminología -que prefirió el
anonimato- dijo que Rousseau tiene el perfil del psicópata
paranoico que tiene la facilidad de palabras y poder de
convencimiento. Rousseau -como todo psicópata- se
presentaba ante sus víctimas fingiendo ayudarlas. En
ocasiones, simulando ser un influyente empresario les
ofrecía trabajo y una vez que las estudiaba, se
aprovechaba del bajo nivel académico de ellas y armaba la
estrategia para darles confianza.
Luego, si no las llevaba a un restaurante, las conducía a
una casa y las ultrajaba. Este sujeto -dice el juez- es el
típico psicópata, violador en serie.
Para los criminólogos, las cifras negras en asuntos
sexuales, especialmente por violaciones, se conocen solo
el 10%, el 90% restante lo callan, para no tener que
comparecer ante fiscales o jueces, o por temor de que la
prensa lo divulgue. Por cada denuncia de mujer violada
que llega a juicio, 10 son las realmente violadas, dice
el experto.
El psicólogo forense Segundo Romero Silva, de la Policía
Judicial, afirma que aunque al principio el acusado negó
las violaciones; declaró luego que tenía conciencia de sus
actos y que los recordaba. Pero le indicó que creía que
estaba jugando y que no comprendía el daño que había
ocasionado.
Para que las perjudicadas se mantuvieran calladas, el
violador las amenazaba con venderlas a pandilleros y,
antes de dejarlas libres, las secuestraba por dos días y
las liberaba en la oscuridad.