SEMIOLOGÍA PSIQUIÁTRICA Y PSICOPATÍA

Psicopatia Dr.Hugo Marietan

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Este es un material que envían los amigos chilenos como
aporte sobre psicopatía. En este caso la historia de un
torturador que estaba tan orgulloso de su trabajo que quería
que colocasen en su epitafio: «Aquí yace un torturador».
Fue un hombre que consideraba a su trabajo un servicio a la
patria y se empeñaba en hacerlo de la mejor manera posible.
No era un loco. Era un psicópata ejerciendo en plenitud su
psicopatía y fue usado para hacer «el trabajo sucio».
Después, terminada la faena, lo dejaron morir podrido por la
diabetes en una celda de Chile.

 

Osvaldo Romo, el orgulloso
torturador

Miércoles 4 de Julio de 2007 09:42

El Mercurio Online

 SANTIAGO.- En 1995 el ex agente civil de
la Dirección de Inteligencia Nacional (Dina) Osvaldo Romo,
quien esta madrugada falleció producto de un paro
cardiorrespiratorio, le confesó a una periodista extranjera
que por «tontos» no les concedía entrevistas a los
profesionales chilenos.

Sin embargo, no sólo dijo eso, sino que
además le dio una clase magistral sobre tortura y qué hacer
luego con los cuerpos de las víctimas.

A continuación, los entretelones de la
entrevista en un reportaje publicado el 28 de mayo de 1995
en El Mercurio.


 

Osvaldo Romo:
Por la boca muere el pez

Ni Dorfmann se habría imaginado semejante
escenario para el estreno cinematográfico de su obra «La
muerte y la doncella». Como sólo las casualidades e ironías
de la vida saben hacerlo, mientras en los cines capitalinos
se exhibe la película que narra el encuentro muchos años
después entre un torturador y una de sus víctimas, otro
chileno también cuenta sin personajes ficticios ni recursos
narrativos una historia similar, donde él es el protagonista
y nada menos que en el papel del torturador.

Es la historia de Osvaldo Romo, mejor
conocido como «el guatón Romo», quien desde que llegó a
Chile en 1992, luego de ser expulsado por el gobierno
brasileño, no había tenido tanta cobertura periodística como
en las últimas semanas. Ni siquiera cuando fue dirigente
poblacional, miembro del MIR, ni tampoco cuando se presentó
a regidor por Ñuñoa a principios de los 70.

La entrevista que concedió a una cadena
norteamericana hace más de un mes y medio, donde explicó con
lujo de detalles «su trabajo» en la Dina (Dirección de
Inteligencia Nacional) durante los primeros años del régimen
militar, le han significado convertirse en la cara de la
tortura en Chile.

 

Entretelones de la entrevista

Por considerar «tontos» a los
periodistas chilenos, Romo se había negado a dar entrevistas
a los profesionales criollos. Por eso es que cuando se trató
de una profesional con acento extranjero, su actitud cambió,
aunque ésta fuese chilena y el acento sólo delatase una
larga permanencia fuera del país. La periodista y jefa de
Univisión en Chile, Nancy Guzmán, ha dicho a la prensa que
las gestiones para la entrevista las venía haciendo desde
fines del año pasado.

La entrevistadora fue importada
directamente desde Miami, Mercedes Soler, una prestigiosa
profesional que tiene unos cuantos premios EMI a cuestas. La
entrevista se realizó el 11 de abril de este año en el
hospital penitenciario dentro del recinto carcelario donde
Romo está recluido permanentemente debido a su delicada
salud.

Más de tres horas estuvieron junto al ex
agente de la Dina el camarógrafo y la periodista. Nadie más.
Y quizás por esta misma intimidad, Romo no tuvo problemas en
explayarse latamente en lo que consistió su trabajo en la
Dina.

Una detallada clase sobre técnicas de
tortura, desde la electricidad en genitales hasta cómo
deshacerse de los cadáveres. En este sentido, comentó la
práctica de tirarlos al mar. «Cuando no hay cementerios, no
tienes nada … tirarlos adentro no más. Primero, hay que
darles comida a los pescados».

«¿Otra manera? Químicamente. Tienes que
destruirle dos o tres cosas al individuo para que si aparece
no lo puedan identificar. Con un napoleón, total está
muerto, le corto los dedos y le mato la ingle, porque cuando
se está en el agua el cadáver sube, y para que quede abajo
hay que aplicarle algún método químico para que no suba más.
Claro que Chile no es un mar para tirar cadáveres porque es
violento o torrentoso». En este sentido, cree que sería
mejor tirarlos dentro de un volcán, como el Llaima o
Villarrica.

Según la productora, hubo que censurar
muchas de sus partes dada la crudeza de sus dichos.

Reconoció sí que hubo errores, como
haberles perdonado la vida a unos.

«Yo no dejaría periquito vivo. Fue un
error de la Dina. Yo siempre le discutía a mi general que no
tenía que dejar a ninguna persona viva, que no la dejara en
libertad. Mire usted, ahí están las consecuencias».

Habría dicho también cómo gozaría
poniendo sus manos en el cuello de un alto funcionario
gubernamental que identificó con nombre y apellido, para así
matarlo lentamente.

Romo también se refirió a su epitafio, el
que no le molestaría que dijera que fue torturador, «porque
para mí fue una cosa buena, pero no pueden decir que he sido
un sinvergüenza, que he ofendido personas y que me he
aprovechado de mujeres. Sí pueden decir que yo cumplí una
etapa, bien cumplida. Yo estoy limpio con mi conciencia. Lo
que hice lo volvería a hacer», aseguró.


 

Un «mea culpa»

Desde que se fueron los periodistas
extranjeros de su celda, Romo no supo del destino de sus
palabras, sino hasta casi un mes y medio después cuando
algunos canales nacionales reprodujeron parte de lo que
había dado Univisión. Desde entonces, la batahola no cesa.

Fue justamente la exhibición de parte de
la entrevista lo que produjo que Romo fuera al día siguiente
visitado por unos cuantos periodistas los que sin grabadora
u «off the record» le harían unas preguntas. Uno de los
primeros profesionales en entrar, sin embargo, se trenzó en
una fuerte discusión con el detenido en la que el nombre del
general Contreras no estuvo ausente y al que Romo defendió.

Como consecuencia, desde ese día tiene
prohibida cualquier visita dado a que se le produjo una
crisis nerviosa que lo ha tenido gran parte de la semana en
reposo. Sin embargo, según sus propios celadores, no sólo el
altercado habría sido el motivo de su estado sino que el
haberse dado cuenta de que se había ido de lengua y que eso
le costaría caro. Esto le habría quedado perfectamente claro
luego de que su abogado, Jorge Erpel, renunciara
públicamente a patrocinar su defensa aduciendo que escuchar
a Romo era escuchar al diablo y que sólo restaba «rezar por
su alma».

Pero eso no fue todo, porque las
consecuencias también las habría sentido por parte del mismo
Ejército. Según trascendió en fuentes extraoficiales, el
coronel (J) Enrique Ibarra lo habría visitado a comienzos de
esta semana como portador de un mensaje: que se quedara
callado porque sus palabras podrían significar la apertura
de nuevos casos sobre derechos humanos. Se cree, además, que
él fue quien le ayudó a redactar cierta declaración pública,
en la que Romo hace su «mea culpa».

El miércoles por la mañana una mujer fue
hasta la Notaría de Roberto Mosquera para solicitarle fuera
a la celda de Romo para certificar su firma en un documento.
Para hacer más expedita la diligencia, el abogado decidió
solicitarle al titular de la Cuarta Fiscalía Militar de
Santiago, mayor (J) Luis Pérez Letelier, que lo acompañara
en su calidad de juez en uno de los tantos procesos que se
lleva en contra de Romo.

A las dos de la tarde del miércoles,
ingresaron al recinto: el notario, el juez y su secretario,
el capitán (J) Roberto Rebeco.

El trámite habría sido muy corto, no más
de 10 minutos, en los que Romo le presentó a Mosquera un
documento de cuatro carillas, que el profesional no leyó y
solamente solicitó al detenido firmara cada una de ellas.
Mientras Romo procedía, apareció el coronel Ibarra, quien se
mantuvo en silencio y observando. Cumplida la diligencia,
Mosquera, el fiscal y su secretario se retiraron del lugar.

En su declaración, Romo da cuenta del
«engaño» de que fue objeto cuando funcionarios
gubernamentales le aseguraron antes de partir de Brasil a
Chile que estaría en pocos meses de regreso, dado que «los
hechos estaban amnistiados y prescritos». Asegura que
«producto del abandono y desamparo… fui sorprendido con la
presencia de un canal de televisión (…) oportunidad que
estimé no podía dejar pasar para gritar al mundo mi
desesperación».

«(…) Para ello escogí la estrategia de
decir algo efectista e impactante, pues sería a lo único que
los periodistas le darían difusión. (…) He podido
constatar que mis declaraciones han sido publicadas
parcialmente, se me ha tergiversado y sacado fuera de
contexto (…). Dado mi deteriorado estado de salud y las
urgentes necesidades económicas que requiero para ayudar a
la subsistencia de mi familia y mis propias necesidades, se
me ofreció pago para conceder una entrevista…», cuestión
que la jefa de Univisión en Chile ha negado terminantemente.

 

Un tirón de orejas

La primera cabeza que casi rueda en torno
a la entrevista de Romo fue la del mismísimo director de
Gendarmería, Claudio Martínez.

Para ello, el Ministerio de Justicia
encargó a dicha repartición un informe de las circunstancias
y forma como se habría realizado el encuentro con la
periodista. Los problemas se debieron al procedimiento
utilizado por el funcionario, ya que según el reglamento, si
es que un reo está en proceso, primero se debe contar con la
autorización del juez que sustancia la causa para conceder
una entrevista.

Se sabe que esta autorización judicial
nunca medió y, más aún, que de la entrevista, la Ministra de
Justicia se enteró por los diarios, y no oralmente por
Martínez, como se dijo. De aquí que lo haya llamado a su
oficina el jueves último para darle el correspondiente
«tirón de orejas».

En Gendarmería, dicen, sin embargo, que
la autorización del juez no sería tan necesaria, en caso de
que el reo no se refiera al tema o causa por el cual es
procesado. Sin embargo, la duda permanece si es que la
entrevista se desarrolló en ausencia de cualquier
funcionario de esa repartición que pudiera certificar tal
eventualidad.

Y si de coincidencias se trata, no deja
de ser sintomático el hecho de que la detonación de la
entrevista concedida hace más de un mes y medio, haya sido a
una semana de la dictación del fallo del caso Letelier. Se
habla, muy entre dientes, de una movida de los socialistas,
pero que nadie en el Gobierno se atreve a asegurar, ya que
según se dice, el ánimo allí imperante sólo intenta mantener
la calma cuando se tienen esperanzas de que el fallo les sea
favorable.

Coincidencias o no, fue el mismo Romo
quien se refirió en la entrevista a «mi general», claro que
Contreras en esa época aún no lo era, pero sin embargo, era
quien estaba a cargo de la Dina.

Como sea, sólo Romo sabe a qué general se
refería y a estas alturas del partido es muy improbable que
diga su apellido, más aún cuando ya sabe que por hablar está
perdiendo pan y pedazo.

Y por si fuera poco, Romo no sólo empeoró
su propia situación judicial, sino que además se ganó una
denuncia por parte del Ministerio del Interior en su contra,
por los presuntos delitos de proferir amenazas y obstruir la
justicia. En boca cerrada…

 

Un gran patriota

Osvaldo Romo Mena pareciera ser más bien
uno de esos personajes sacados de alguna novela
centroamericana. No sólo por esa figura lenta y pesada que
exhibe, sino además por ese serpentear suyo en las
actividades más disímiles. En un comienzo ligado a un
partido de derecha y ya, a fines de los 60, dirigente
poblacional afiliado a la Unión Socialista Popular (USOPO)
e, incluso, al MIR. El cuadro se completa con su apodo de
«Comandante Raúl» cuyos contactos estaban a diestra y
siniestra.

En 1971 se presentó como candidato a
regidor por Ñuñoa pero fue derrotado. Asegura haber sido un
«asiduo visitante de la casa de Allende», sin embargo, sólo
se les ve juntos en unas fotos aparecidas en los diarios de
la época luego de la muerte de un poblador durante una toma
de terrenos en Lo Hermida. Su nombre se encumbra en la
prensa de aquellos años luego de encendidos llamados que
hace al gobierno de Allende desafiándolo a que después no se
quejase de que los pobladores se ligaran finalmente a la
derecha y no a los partidos de izquierda, que son los que
debieran defender los derechos del pueblo.

Luego del golpe militar en septiembre de
1973 una nebulosa comienza a ensombrecer su biografía. Se
dice que para esa fecha era agente del Servicio de
Inteligencia Militar desde donde habría pasado a la Dina,
como agente civil de la División Metropolitana.

Lo que allí hizo sólo se podía recoger en
boca de quienes dicen haber sido sus víctimas en las
torturas. Desde hace unas semanas, sin embargo y después de
ser exhibida en nuestro país parte de la entrevista que
concediera a una cadena norteamericana es su propia boca la
que se encarga de detallar escrupulosamente los tormentos
que aplicaba.

Desde mediados de los 70, Romo
desaparece, junto a su mujer Raquel González Chandía y sus
cinco hijos. Se radican en Brasil, al noroeste de Sao Paulo,
en Mogi Guacú, donde con nombres falsos comienzan a hacer
una vida tranquila y sencilla.

«Andrés», como lo conocían sus vecinos,
vivía en un pueblo tranquilo, sin embargo, tras un muro de
cemento y unas puertas de fierro, que en nada se compadecían
con su modesta casa.

Allí trabajó en una empresa de seguridad
y fue técnico de fútbol hasta que jubiló por motivos de
salud. Su diabetes y una embolia cerebral que le había
paralizado la mitad del cuerpo le hicieron repensar su
decisión a fines de los 70 y volver al país. Así lo hizo.
Por tierra y sin problemas entró a Chile donde estuvo por
más de un mes. Luego, la «saudade» por Brasil y la mala
situación por la que atravesaba Chile, le hicieron volver.

Hasta julio de 1992, Osvaldo Andrés
Henríquez Mena como fue conocido en Brasil, fue «una buena
persona, colaborador y un gran patriota que siempre hacía
una fiesta para celebrar el 18 de septiembre», recuerda su
amigo, el ex intendente de la Mogi Guacú, Antonino Santiago.

En noviembre llega a Chile, luego de años
de búsqueda y tras ser expulsado del país de la samba donde
dejó a su familia, acusado de tres infracciones a la Ley de
Extranjería, entre ellas, las de falsificación y uso
indebido de documentos de identidad.

Solo, ni los perros fueron a despedirlo 

Jueves 5 de Julio de 2007 10:43

Óscar Saavedra, El Mercurio Online

 SANTIAGO.- Pasadas las 10:30 horas, sin
ningún tipo de ceremonia y acompañado sólo por un sacerdote
y un guardia, fue sepultado el cuerpo del ex agente de la
Dirección Nacional de Inteligencia (Dina) Osvaldo Romo Mena,
quien falleció ayer por una insuficiencia cardiaca
descompensada, cardiopatía coronaria y pie diabético
infectado.

El cuerpo de Romo fue retirado esta
mañana desde el Hogar de Cristo y trasladado en un féretro
hasta el Cementerio General, lugar al que ingresó por calle
Independencia. Una vez aquí, rápidamente se le dio sepultura
en el patio 39, en un bloque a ras de piso.

Al igual que durante toda su condena y en
el momento de su muerte, el entierro del ex agente se
produjo sin la presencia de ningún familiar, a pesar de que
estaba casado y tenía cinco hijos.

El sacerdote que lo acompañó, quien no
realizó ningún tipo de oración ni ceremonia, no quiso dar
mayores declaraciones, sosteniendo que esto era una especie
de acción de caridad.

Al momento de su muerte, Romo cumplía
condenas ejecutoriadas por la Corte Suprema por el secuestro
calificado de siete miembros del MIR, además de aguardar
sentencias condenatorias por otras diez desapariciones.

Sin condenas dictadas, el ex agente
enfrentaba cuatro acusaciones, 55 procesamientos también por
secuestro y 14 encausamientos por torturas a sobrevivientes
de Villa Grimaldi, centro de detención de la Dina.

Según se ha informado, Carabineros
vestidos de civil resguardan el perímetro del cementerio
para evitar posibles incidentes.

 

Osvaldo Romo, el hombre que
consideraba a la tortura «una cosa buena»

Miércoles 4 de Julio de 2007 10:08

El Mercurio Online

 

SANTIAGO.- A las cinco y media de esta
mañana falleció Osvaldo Romo Mena uno de los más
cuestionados agentes civiles de la Dirección de Inteligencia
Nacional (DINA), quien cumplía condena por cuatro casos de
violaciones a los Derechos Humanos y acumulaba varios otros
proceso por diversos crímenes.

Sus orígenes activistas se remontan a
1971, cuando Romo era conocido en la toma de Lo Hermida como
«Comandante Raúl» por sus radicales posturas izquierdistas.

Y aunque un año después fue candidato a
regidor (actual alcalde) en Ñuñoa, 1973 sería un año
decisivo para él, ya que tras ser candidato a diputado por
la Unión Socialista Popular (Usopo) en Llanquihue, fue
detenido después del 11 de septiembre de 1973, comenzando a
operar como agente del Grupo Halcón de la DINA.

Sin embargo, miembros de agrupaciones de
Derechos Humanos aseguran que Romo siempre fue un infiltrado
y que formaba parte de los grupos represivos antes del 11 de
septiembre.

En octubre de 1975 dejó a la DINA en
circunstancias desconocidas y el 16 de ese mes salió a
Brasil, donde se radicó en la localidad de Mogi Guacu, cerca
de Sao Paulo, junto a su esposa, Raquel González Chandía.

«Salvaje» y «cruel» son dos calificativos
que reiteran sus víctimas cuando describen al «guatón» Romo,
quien se presume responsable de decenas de asesinatos y
desapariciones.

Sin embargo, su estadía en Brasil duraría
sólo hasta el 29 de julio de 1992, donde fue descubierto y
detenido por la Interpol. Desde ese mismo año permanece
detenido y procesado en el penal de Punta Peuco.

En declaraciones judiciales reconoce que
detuvo al menos a un par de decenas de militantes del MIR,
integrando el grupo Halcón de la DINA, destacando sus
vinculaciones de alto nivel considerando que era civil.

En una entrevista de televisión a un
canal de Miami en 1995, y ante la pregunta de ¿volvería a
hacerlo?, respondió desafiante: «Lo haría igual y peor aún.
Y no dejaría periquito vivo. Todo el mundo pa’ la jaula. Ese
fue un error de la DINA, yo se lo discutí hasta última hora
a mi general: ¡No deje a estas personas vivas!».

Y sobre el epitafio en su lápida
mortuoria dijo: «Podría decir… un torturador. Para
mí eso es una cosa buena. Yo creo que lo que hice lo
volvería a hacer».

Romo, quien tenía cuatro hijas y un hijo,
estaba aquejado por una diabetes y se encontraba escribiendo
sus «memorias», de las cuales ya había escrito tres
cuadernos. En uno de ellos revela las torturas aplicadas a
mujeres y siembra dudas sobre el destino de miles de dólares
confiscados al MIR.

 

Romo estuvo 24 horas inconsciente
antes de morir

Miércoles 4 de Julio de 2007 10:51

Francisco Águila, El Mercurio Online

 

SANTIAGO.- Osvaldo Romo Mena estuvo 24
horas inconsciente antes de fallecer. Así lo informó esta
mañana el doctor Juan Idrovo Rivas, médico del Hospital
Penitenciario, quien se refirió al fallecimiento del ex
agente de la DINA.

«Él (Romo) presentaba un cuadro de
insuficiencia cardiaca descompensada, cardiopatía coronaria
y diabético infectado, fue evaluado por un equipo
multidisciplinario del Hospital Penal, se inició el
tratamiento depresivo y de antibióticos, falleciendo el día
de hoy a las 04:45 horas», explicó el médico.

El profesional sostuvo que Romo Mena
padecía un cuadro crónico y tenía «múltiples
hospitalizaciones desde hace muchos años, con un deterioro
progresivo de su estado de salud y al final se descompensó
básicamente su cuadro cardiaco».

Idrovo informó que el ex agente de la
DINA tenía un régimen carcelario especial a raíz de su
patología, en cuanto a dieta, fármacos y controles médicos.

Según Idrovo, el estado anímico de Romo
estaba muy deteriorado debido a su estado de salud y su
cuadro comenzó a decaer hace dos meses, con una
insuficiencia cardiaca descompensada que venía arrastrando
hace ya muchos años.

Lo anterior se sumaba a su notable baja
de peso, según el médico, y a la soledad en que se
encontraba debido a que no recibía visitas.

 

Abogado de Osvaldo Romo:
«Investigaciones lo trajo engañado»

Miércoles 4 de Julio de 2007 10:31

El Mercurio Online

 

SANTIAGO.- Enrique Ibarra, el abogado
defensor del fallecido ex agente de la DINA, Osvaldo Romo,
aseguró esta mañana que su cliente fue engañado por la
Policía de Investigaciones que lo trajo devuelta a Chile
tras ser descubierto y detenido en Brasil.

«Yo creo que él fue engañado porque le
ofrecieron traerlo a Chile como un testigo clave por unos
dos o tres meses», señaló el profesional.

Ibarra agregó que el ex agente nunca
consideró un error las violaciones a los derechos humanos
que cometió durante el régimen militar, más bien se sentía
satisfecho porque «estimaba que en un momento determinado el
país había requerido sus servicios y eso lo tenía contento».

Incluso afirmaba que había actuado en
cumplimiento «de un deber que le había pedido el país a la
Dirección de Inteligencia Nacional».

El abogado criticó que hay otras personas
que participaron directamente en los organismos represivos y
hoy día están en libertad, al igual que ex miristas «que
mataron carabineros, miembros de las Fuerzas Armadas y son
beneficiados por indultos y con cualquier beneficio que el
gobierno otorga».

Consultado por la crueldad con la que
Romo torturó a sus víctimas, el profesional manifestó su
convencimiento de que a su cliente «sólo le correspondió
cumplir una función en esa época».

Por último, indicó que Romo debió
«esperar la muerte solo y abandonado en una cárcel,
esperando que se le hiciera justicia, sin ayuda del
Ejército».

 

Comandante «Raúl»

Según el libro «La Historia Oculta del
Régimen Militar», Osvaldo Romo era conocido como el
«Comandante Raúl». Se destacó como un exaltado dirigente
poblacional durante el gobierno de Salvador Allende.

Militaba en la Unión Popular Socialista.
Su figura alta y fornida, era familiar a todos los
campamentos controlados por el MIR.

Romo, a su vez, identificaba a los
principales dirigentes y enlaces que circulaban en Vietnam
Heroico, Nueva La Habana y otros enclaves miristas de los
suburbios obreros.

Así, desde que apareció en la mañana del
11 de septiembre de 1973 en el campamento Lulo Pinochet,
vestido de suboficial, identificando militantes de
izquierda, Romo se transformó en uno de los más feroces
enemigos del MIR y fue conocido como un feroz torturador de
la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA).

El «Guatón Romo» comenzó a preocupar al
organismo de seguridad debido a múltiples citaciones que
recibió a fines de 1975 de distintos tribunales de justicia
que tramitaban, sin demasiado éxito, causas de detenidos
desaparecidos.

 

AFDD: «Se va llevándose parte de la
información»

La vicepresidenta de la Agrupación de
Familiares de Detenidos Desaparecidos (AFDD), Viviana Díaz,
sostuvo que con la muerte de ex agentes de la DINA, como el
Osvaldo Romo, «se van muriendo quienes tienen gran parte de
la verdad de lo que pasó».

La dirigente sostuvo que «cada vez que
fallece o se suicida un torturador, un miembro de la DINA,
una persona que formó parte de los aparatos represivos
durante 17 años en nuestro país, lo que se siente es que se
va llevándose parte de la información que aún falta para
poder encontrara a cientos de detenidos desaparecidos y
Osvaldo Romo no es la excepción».

En este sentido, comentó que «para
nosotros era imprescindible que él contribuyera en la
investigación de cada uno de las violaciones a los Derechos
Humanos en que él participó».

 

 

 

 


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Sobre el autor

Hugo Marietan

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SEMIOLOGÍA PSIQUIÁTRICA Y PSICOPATÍA

Hugo Marietan

Nacido en Buenos Aires, en 1951

Médico, Facultad de Medicina, Universidad de Bueno Aires, 1981, MN 62757

Médico Psiquiatra, Facultad de Medicina, Universidad de Buenos Aires, 1986

Formación Docente: Egresado del Curso de Formación Docente Pedagógica en Ciencias de la Salud y Carrera Docente de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires

Docente Adscripto a la Carrera Docente Facultad de Medicina. de la Universidad de Buenos Aires desde junio de 1991 a la fecha.

Académico Titular de la Academia Internacional de Psicología de Brasil (2002)

Para ver el curriculum completo: https://marietan.com/curriculum/

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