Psicopatía y psicópatas
Sitio del Dr. Hugo Marietan
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Carmona: Violador, asesino y seductorAquí tenemos todos los ingredientes del psicópata. Cosificador intenso, violador, asesino, y seductor. La impiedad, la sed de matar, la osadía y el manejarse con códigos propios. La letal necesidad de poder. Manipulador. La morbosidad de algunas hembras que le hacían la «visita higiénica». El hartazgo de los carceleros, sospechamos el terror de los otros internos, factores que abonan nuestro criterio de que los psicópatas deben estar en otras instituciones carcelarias adaptadas a ellos. Luego, para remate, la actitud desaprensiva de los abogados defensores que tratan de hacer lo posible para que este homicida quede en libertad.
Carmona salió de prisión en Córdoba, ArgentinaNo obstante, el asesino de Gabriela Ceppi y de un compañero de cárcel purgará ahora otra perpetua en Chaco.
por Miguel Durán, 07/12/20 Corren los primeros días de febrero de 1986. En un calabozo de la Dirección Investigaciones, sobre el pasaje Santa Catalina, un preso de musculosa verde militar hace flexiones. Su mirada de bestia enjaulada mete miedo. Se llama Roberto José Carmona. Semanas antes, más precisamente la madrugada del 15 de enero, frenó su auto frente al campo de tiro de la Escuela de Aviación Militar. Dos muchachos intentaban cambiar una rueda del Fiat 600. Junto a ellos, una adolescente de singular belleza, Gabriela Ceppi (16) se movía de un lado a otro. Decidido, el delincuente de 23 años, con algunas condenas en su haber, bajó esgrimiendo un arma, apuntó a la chica y la raptó. Los amigos, paralizados por el terror, lo único que recordaban era el tatuaje de grandes letras que rezaba: Rocky. Pasaron los días y nada se sabía de Gabriela y su captor. La Policía envió radiogramas a las policías de todo el país, haciendo hincapié en el tatuaje del secuestrador. Desde la provincia de Buenos Aires se comunicó que un delincuente con ese mismo tatuaje había asaltado a turistas acampados. Se trataba de un delincuente solitario. A partir de ese instante se perdió toda esperanza de encontrar con vida a la desaparecida. Con el correr de las semanas se estableció que el hombre del tatuaje estaba detenido en Buenos Aires. Roberto José Carmona fue trasladado a Córdoba. La prioridad era encontrar el cadáver de Gabriela. Por entonces, el jefe de Policía, Bazán Durán, y el director de Investigaciones, José Grigioni se ocuparon en persona de hablar y tratar de convencer al sospechoso para que revelara el lugar donde había enterrado a la chica. Durante todo un sábado paseó a la cúpula policial por toda la provincia sin soltar palabra. Al regresar de la frustrada gira, de nuevo en el despacho de Grigioni, el delincuente pidió ir al baño. «Pibe dale la llave del privado», dispuso Grigioni. Carmona abrió la bragueta del pantalón y a la vez que decía que estaba «apurado» orinó al jefe de Policía y a todos los investigadores presentes. La reacción del psicópata no fue una locura. Su intención era que lo golpearan para que la detención fuera invalidada. Desde tribunales, el juez de turno llamó a Grigioni, quien durante año estuvo a cargo de Judiciales. «Pedro, quiero encontrar el cuerpo de la chica. Te doy hasta el lunes para que confiese, pero lo quiero sin un rasguño». Horas después Carmona fue atado a la cruz utilizada por la Catedral para las procesiones. Bastaron segundos para que el asesino, con una bolsa en la cabeza acabara su resistencia. El criminal mostró el lugar ubicado en camino a Toledo donde había dejado el cadáver de la víctima. Después de violarla, Carmona hizo que Gabriela se arrodillara en el piso. «Por favor no me mates, no te voy a denunciar», imploró la adolescente, mientras aferraba con fuerza una etiqueta de Colorado. No fue suficiente para evitar el balazo en la nuca. La figura apolínea del homicida, la difusión de detalles de la violación a la que sometió a la adolescente antes de ejecutarla, fueron ingredientes que depararon situaciones inimaginables: había estudiantes universitarias que visitaban a Carmona a la cárcel para mantener relaciones sexuales. «Es inexplicable qué pasa por la cabeza de estas chicas, son casos para psiquiatras», supo decir un juez federal de entonces. En agosto de 1988, la Cámara Quinta lo condenó a prisión perpetua agregando la reclusión por tiempo indeterminado, con declaración de reincidencia. Preso peligroso. Desde los primeros días de cautiverio, Carmona demostró una violencia y peligrosidad extrema. Pretendía que algunos presos le facilitaran a sus novias o esposas para mantener relaciones. En una de esas oportunidades, un interno lo insultó y el asesino no tuvo mejor idea que derretir caramelos de dulce de leche en una sartén y arrojarle dulce derretido en el rostro de quien se le había rebelado. El 5 de diciembre de 1994, en uno de los tantos altercados que protagonizó tras las rejas, mató a puñaladas a Héctor Bolea. En febrero de 1996, por ese hecho, la Cámara Tercera del Crimen lo condenó a 16 años de prisión más accesoria por tiempo indeterminado. El sanguinario criminal fue trasladado por un tiempo a la cárcel de Resistencia. Alojado en el pabellón de máxima seguridad, en julio de 1997, en el patio de recreo, extrajo de entre sus ropas una singular púa. Era un trozo de palo de escoba afilado. Ese fue el arma que utilizó para matar por tercera vez. Fue tan tremendo y certero el puntazo al corazón que Demetrio Pérez Araujo estaba muerto antes de tocar el piso. En 1998, la Cámara Primera en lo Criminal de Resistencia condenó a Carmona a perpetuidad con el adicional de reclusión por tiempo indeterminado, pero en respuesta a una apelación de la defensa, la Corte chaqueña anuló el fallo y el asesino tendría que ser juzgado de nuevo (ver Pese a tener otra condena, ¿podría quedar en libertad?). En los 25 años que purgó en las cárceles de Córdoba, Carmona se convirtió en el interno más conflictivo. Varios guardiacárceles fueron agredidos, los internos le temían pero también había varios que querían «borrarlo del mapa». Por eso pasó más de la mitad de su existencia (tiene 48 años) en una celda solitaria. Carmona cumplió su condena y ya está detenido en Chaco. Para las autoridades del servicio Penitenciario fue un «alivio». «Por fin terminó esta pesadilla, no lo volveremos a ver por acá porque va a cumplir otra perpetua en el Chaco. Ese psicópata nos volvió locos a todos», resumió un jefe penitenciario. El asesino de Gabriela Ceppi cumplió la condena. Pero ya es leyenda Pese a tener otra condena, ¿podría quedar en libertad? por Redacción LAVOZ 07/12/2011 La sentencia de la Cámara chaqueña fue anulada por la Corte de esa provincia y tendrían que juzgarlo de nuevo.
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