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El descuartizador del Córdoba
“Me acordé de las películas que vi y lo corté en pedazos”
14/11/11 – 03:14
La historia del mozo que descuartizó a un hombre. Lo mató de seis puñaladas en un conventillo de la ciudad de Córdoba. Luego lo despedazó y escondió el torso y un fémur en baldes. La cabeza apareció en una laguna de un parque, cerca de su trabajo.
Por Gustavo Molina
Fuente: http://www.clarin.com/policiales/crimenes/acorde-peliculas-vi-corte-pedazos_0_590941036.html
El acusado. Germán Alejo Torres, 21 años, mozo. Hace 2 años, se sometió a un tratamiento contra su adicción a las drogas en la Casa del Joven.
Descuartizó a un hombre, Córdoba
Sentado en la habitación que usaba como comedor y frente al cadáver descuartizado de Sergio Alejandro Busto (42), a quien acababa de matar de seis puñaladas, Germán Alejo Torres (21) le dio la primera pitada a un cigarrillo rubio y pensó: “¿Qué hago ahora?” Cuatro días más tarde, al oficial de Homicidios le confesó con tono monocorde: “Me acordé de las películas que vi y lo corté en pedazos”.
La ciudad de Córdoba se despertó conmocionada cuando el sábado 15 de octubre se supo que partes del cuerpo de un hombre habían sido encontradas en un conventillo del barrio Yapeyú. La noche anterior, Torres recibió un llamado de una vecina que se quejaba por el olor fétido que salía de su vivienda. “Es carne que se me pudrió porque se cortó la luz y el freezer no anda”, se justificó.
Quince minutos después, la Policía encontró un torso y un fémur humano pelado. En un tupper había carne humana fileteada. La cabeza fue encontrada una semana más tarde por empleados municipales dentro de una bolsa de consorcio, en un lago del Parque Sarmiento. Estaba a pocos metros del bar donde trabajaba Torres. A la Policía le dijo que había esperado el paso del camión de la basura para tirar otras partes del cadáver.
Su abogado defensor, Lucas Cocha, confió a Clarín que su cliente le dijo: “Lo descuarticé porque no tenía dónde enterrarlo. Si hubiera tenido un patio, lo entierro sin tocarlo”. Cuando el policía que halló los restos humanos llamó a Torres a su celular, éste le dijo que lo buscara y le dio la dirección donde lo esperaría, en el centro cordobés.
¿Qué convirtió a este empleado excelente que trabajaba de mozo en un bar del parque Sarmiento de Córdoba en un feroz asesino que descuartiza a su víctima y tira la cabeza a metros de donde trabajaba? ¿Cuál es el verdadero Germán Torres? ¿El padre responsable que se atrasaba en pagar los 250 pesos de alquiler para cumplir con la cuota alimentaria de su hijita de dos años; o el muchacho que buscaba relaciones sexuales con hombres y mujeres en el submundo marginal?
“Este chico no se despertó un día y dijo ‘voy a asesinar a un hombre y a seccionar su cuerpo’. Hay que hacer un análisis exhaustivo de su historia, de cada acto de su vida, para determinar por qué llegó a este comportamiento”, detalla la especialista Liliana de Licitra, fundadora del Servicio de Psicología Forense de Córdoba.
La pericia psiquiátrica ordenada por el fiscal Miguel Oyhanarte reveló que el sospechoso tiene “conciencia clara y precisa de lo que hizo y cómo lo hizo”. También estableció que presenta “rasgos psicopáticos”.
Cuando los investigadores de Homicidios le preguntaron al mozo qué había ocurrido, Torres les contestó con un tranquilo y constante tono de voz, propio de un aplanamiento afectivo: “Estuvimos tomando alcohol, nos drogamos, tuvimos sexo. Cuando él quiso que le hiciera sexo oral yo me negué. Entonces él me amenazó con un cuchillo, se lo saqué de la mano y lo clavé”.
En la mesa del comedor quedaron una botella de ginebra, una botella de una gaseosa cordobesa de limón y dos cajas de vino. También había un atado de cigarrillos, dos vasos y un martillo.
Cuando la Policía allanó la vivienda de Torres -dos habitaciones y un baño-, encontró en una palangana verde, al lado del inodoro, el torso semidescompuesto de un hombre. Tenía tatuado bajo la tetilla derecha “Pink Floyd”. Sobre un balde blanco había un fémur totalmente pelado. En un colchón de goma espuma sin tela había una mancha de sangre. Y en el piso de baldosas bordó todavía quedaban manchas de sangre, además de diarios y trapos ensangrentados.
El pequeño departamento queda en la planta alta de un conventillo de calle Castañares al 600, a sólo treinta metros de la villa de emergencia Barranca Yaco, una de las zonas más peligrosas de la ciudad de Córdoba.
La vecina que llamó a la Policía le dijo a Clarín: “Nunca pensé que podría haber pasado esto. Era un chico muy reservado, callado. Me dijeron que le podrían dar homicidio simple y que va a salir libre. ¡Mire si vuelve y me hace lo mismo porque denuncié que de su casa salía olor a podrido!”, se alarmó.
En el bar aún lo defienden
Mario Baldissone, el dueño del bar donde Torres trabajaba de mozo hasta la noche que fue preso, no puede creer lo que hizo su empleado: “Con los muchachos pensamos que Germán puede estar cubriendo a alguien”, dice a Clarín . “Ya lo voy a ir a visitar a la cárcel, le pregunté a la Policía si podía verlo y me dijeron que sí”, agrega. En el parque Sarmiento funcionan cinco bares y restaurantes. Torres trabajaba en uno de ellos. Baldissone lo recuerda: “Era responsable, correcto, alegre. El trabajaba de mozo y atendía muy bien a los clientes. Y cuando cocinó, lo hizo muy bien. Era buena persona y muy ubicado. Nunca me falló”.
“ Le digo más … si sale en libertad, lo tomo de nuevo ¿Por qué no le voy a dar trabajo? Si es un laburante excelente ”, asegura.
La víctima, desocupada y fanática de Pink Floyd
“Mi hijo no le hacía mal a nadie. ¿Por qué me lo mataron así? No lo puedo creer. Ni lo conocía al asesino. No eran amigos. Nunca lo nombró”, dice llorando a Clarín Nélida Busto, mamá de la víctima.
Sergio Alejandro Busto (42) había sido papá por primera vez con sólo 15 años. Con su hijo (27) casi no tenía relación. Tampoco con su primera esposa. La última vez que vio al muchacho fue en enero pasado. De su segundo matrimonio nació una hija de 18 años, que vive con su mamá en Villa Carlos Paz. Busto las veía cada dos semanas.
“La víctima era un lumpen que vivía con su mamá y no trabajaba, pero “sin ser agresivo ni molestar a terceros”, coinciden en el barrio. “Era una persona muy buena que no molestaba; sólo tomaba nada más. Y cuando se sentía mal, se internaba solito para que lo curen”, cuenta una vecina de la cuadra.
Sus hermanos lo apodaron “Chiqui”, pero en el barrio también lo conocían como “Pink Floyd” o “Pity”, por Cristian Alvarez, el líder de la banda de rock porteña Viejas Locas.
“A Sergio le gustaba presentarse como Alexander Mc Henderson”, evoca su hermano Gustavo Luna (43).
En enero, lo atropelló una moto y estuvo internado un mes en el Hospital Córdoba. Los vecinos recordaron que “se subía a la punta de los pinos, de unos 15 metros de altura”, y que en la avenida Patria “toreaba a las motos y los autos que pasaban”.
En la noche del crimen, el lunes 10, estaba comiendo pizza con su amigo Gerardo Portela. “Andá arriba y comprale porro al puto de arriba”, le dijo, según recordó la madre. “ Nunca más volvió, nunca más lo vi ”, completó Nélida Busto.
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