Carta
Entre las azucenas olvidado
Buenas tardes, Dr. Marietan, recientemente ha caído en mis manos unos apuntes sobre «el psicópata y su complementario» procedentes de uno de mis alumnos a los que doy clases de psicología en un instituto de enseñanza secundaria, aunque mi formación académica es en filosofía pura, sin embargo encuentro muy interesante esta asignatura y a los chicos también les atrae mucho.
El motivo por el que le escribo no es evidentemente para hablarle de lo «interesante» de la asignatura, sino porque sospecho desde hace tiempo que soy víctima de un psicópata muy muy sibilino y ahora que he leído más sobre ello se me han puesto los pelos de punta al observar tantas similitudes en tantas cosas…tanto que estoy completamente pasmada y me gustaría, si es que es posible, verificar esta…más que intuición.
Me pregunto dónde están los límites del maltrato emocional. Dónde las diferencias entre una relación «normal» donde siempre se sufre y el dolor ocasionado por un psicópata…etc.
Mi pareja es médico y en tres años lo hemos dejado y vuelto tantas veces que ya no llevo la cuenta. Al principio por cuernos; el es terriblemente promiscuo y con unas necesidades sexuales mucho mas allá de lo «normal». Después por mentiras; tiene una necesidad enfermiza de mentir aunque a veces puede ser descarnadamente sincero, tanto que roza la crueldad y me hace pensar en términos de sadismo para luego descubrir que es simplemente absurdo. Últimamente lo dejábamos por cualquier cosa, fundamentalmente por la imposibilidad por mi parte de confiar en él.
He visto cómo utiliza a las personas, fundamentalmente mujeres…cómo seduce, cómo miente sin inmutarse…su narcisismo…y tiene fama de bellísima persona!!! y estupendo médico!!! (sé que intentó seducir también a pacientas…) A veces pienso que él es el auténtico cabrón, pero también es cierto que se esfuerza en dar a todo el mundo lo que quieren…por narcisismo supongo, pero con esa carita de corderito…
Siempre estoy preguntándome por qué le amo… que no le va muy bien y siempre con problemas económicos porque gasta a lo loco….Pero cuando le dejo, después del alivio inicial me sobreviene una angustia profunda y terrible…insoportable que llego a somatizar y a convertir en un fuerte dolor de pecho. Además él al cabo de unos días (nunca más de un mes) de la separación, comienza a acosarme, me llama hasta 30 veces seguidas si no le cojo.
Todas las reconciliaciones son-eran maravillosas, digo también -eran- porque ya empezamos a sentir vergüenza ante nuestros respectivos amigos a los que tenemos más que hartos con nuestra historia.
En fin como ve, me veo retratada en sus descripciones sobre el complementario.
He encontrado muy interesante eso que usted denomina «lo irracional» para intentar describir qué es lo que une a un psicópata con su complementario. Nosotros decimos que es algo extrasensorial y espiritual…hemos llegado a creer en la existencia de ciertos espíritus que nos atan. Lo cierto es que lo que siento a su lado cuando estamos abrazados es lo que expresa San Juan de la Cruz : Dejéme y olvidéme entre las azucenas… Es muy cercano al éxtasis. Por eso sé que si algún día por fin puedo «matarle» descansaré al fin de este cruel vaivén del cielo al infierno pero sé también que jamás podré volver a amar y yo amo el Amor.
Estoy tan enferma como él? Debo ceñirme al «contacto cero»?. No es posible mantener una relación medianamente sana aunque cueste mucho esfuerzo?
Espero su respuesta. Un saludo.
51 años. España
PDT: Después de leer el descriptor de rasgos, no me queda ninguna duda.(Aunque yo si siento ternura por él y a veces cuando consigo superar el dolor que me produce la cosificación que hace de mi, el no poder tenerlo, el saber lo imprevisible que es, su falta de respeto…etc hasta me hace gracia).¿Qué puedo hacer?
La noche oscura, 1577
San Juan de la Cruz
En una noche oscura,
con ansias en amores inflamada,
(¡oh dichosa ventura!)
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.
A oscuras y segura,
por la secreta escala disfrazada,
(¡oh dichosa ventura!)
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.
En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz ni guía
sino la que en el corazón ardía.
Aquésta me guïaba
más cierta que la luz del mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.
¡Oh noche que me guiaste!,
¡oh noche amable más que el alborada!,
¡oh noche que juntaste
amado con amada,
amada en el amado transformada!
En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.
El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería,
y todos mis sentidos suspendía.
Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el amado,
cesó todo, y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.
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