Durante casi 12 años el sargento
Jimmy Massey fue un marine de corazón duro. En marzo
del 2003, llegó a Iraq con las tropas invasoras y
dirigió a 45 hombres que no dudaron en matar a civiles
inocentes. En estos días, Massey participa en la Feria
del Libro de Caracas, donde presenta su libro Cowboys
de Infierno, un crudo testimonio del genocidio que
EE.UU. comete contra el pueblo iraquí
Tengo 32 años y soy un asesino
psicópata entrenado. Las únicas cosas que sé hacer es
venderle a los jóvenes la idea de enrolarse en los
marines y matar. Soy incapaz de conservar un trabajo.
Para mí los civiles son despreciables, retrasados
mentales, unos débiles, una manada de ovejas. Yo soy
su perro pastor. Soy un depredador. En el Ejército me
llamaban Jimmy el Tiburón.
Este es el segundo párrafo del
libro escrito hace tres años por Jimmy Massey, con la
ayuda de la periodista Natasha Saulnier, que se está
presentando en la Feria del Libro de Caracas. Cowboys
de Infierno es el relato más violento que se haya
escrito hasta ahora de la experiencia de un ex miembro
del Cuerpo de Marines, uno de los primeros en llegar a
Iraq durante la invasión del 2003 y que decidido a
contar todas las veces que sean necesarias qué
significa haber sido por 12 años un despiadado marine
y por qué lo cambió la guerra.
Jimmy asiste como panelista al
taller principal de la Feria, que tiene un título
polémico: Estados Unidos, la Revolución posible, y
su testimonio ha sido quizás el de mayor impacto en la
audiencia. Lleva el pelo con un corte militar,
espejuelos oscuros, camina con aires marciales y sus
brazos están completamente tatuados. Parece
exactamente lo que era: un marine. Cuando habla es
otra cosa: alguien profundamente marcado por una
aterradora experiencia que intenta evitarle a otros
jóvenes incautos. Como asegura en su libro, no ha sido
el único que mató en Iraq: esta fue una práctica
constante entre sus compañeros. Cuatro años después de
dejar la guerra, todavía vive perseguido por las
pesadillas.
-¿Qué significan todos esos
tatuajes?
-Tengo muchos. Me los hice en el
Ejército. En la mano (señala la zona entre los dedos
pulgar y anular), el logo de Blackwater, el ejército
mercenario que fue fundado donde yo nací, en Carolina
del Norte. Me lo hice en un acto de resistencia,
porque los marines tienen prohibido tatuarse la zona
que va de las muñecas a las manos. Un día los
integrantes de mi pelotón nos emborrachamos y todos
nos hicimos el mismo tatuaje: un cowboy de ojos
inyectados en sangre sobre varias ases, que
representan la muerte. Quiere decir exactamente eso
que estás pensando: mataste a alguien. En el brazo
derecho, el símbolo de los marines, con la bandera
norteamericana y la Texas, donde me enrolé en el
Ejército. En el pecho, del lado izquierdo, un dragón
chino que desgarra la piel y significa que el dolor es
la debilidad escapándose del cuerpo. Lo que no nos
mata nos hace más fuerte.
–¿Por qué dijo que en el Cuerpo
de Marines encontró las peores personas que usted ha
conocido en su vida?
-Estados Unidos solo tiene dos
maneras de usar a los marines: para tareas
humanitarias y para asesinar. En los 12 años que yo
pasé en el Cuerpo de Marines de los Estados Unidos
jamás participé en misiones humanitarias.
-Antes de ir a Iraq usted reclutaba
a jóvenes para que ingresaran en el Ejército. ¿Qué
significa ser un reclutador en Estados Unidos?
-Ser un mentiroso. La
administración Bush ha forzado a la juventud
norteamericana para que se enrole en el Ejército y lo
que básicamente hace y yo hice también- es tratar de
ganar gente con incentivos económicos. Durante tres
años recluté a 74 personas, que nunca me dijeron que
querían entrar en el Ejército para defender al país ni
argumentaron ninguna razón patriótica. Querían recibir
dinero para ir a una universidad u obtener un seguro
de salud. Y yo les describía primero todas esas
ventajas y solo al final les hablaba de que iban a
servir a la patria. Jamás recluté al hijo de un rico.
Para mantener el trabajo, los reclutadores no podíamos
tener escrúpulos.
–Ahora el Pentágono ha relajado
más los requisitos para entrar al Ejército. ¿Qué
significa eso?
-Los estándares para el
reclutamiento han descendido enormemente, porque casi
nadie quiere enrolarse. Ya no es un impedimento tener
problemas mentales ni antecedentes criminales. Pueden
ingresar personas que han cometido felonías, es decir
que han sido sentenciadas a más de un año de cárcel,
lo que se considera un delito serio. Pueden ingresar
muchachos que no han terminado los estudios
preuniversitarios. Si pasan la prueba mental,
ingresan.
-Usted cambió después de la
guerra, pero ¿qué sentimientos tenía antes?
-Yo era como otro soldado
cualquiera, que creía en lo que le decían. Sin
embargo, desde que estaba reclutando comencé a
sentirme mal: como reclutador tenía que mentir todo el
tiempo.
–Sin embargo, creyó que su país
se enrolaba en una guerra justa contra Iraq.
-Sí. Los reportes de inteligencia
que recibíamos decían que Saddan tenía armas de
destrucción masiva. Después descubrimos que todo era
mentira.
-¿Cuándo se enteró que lo habían
engañado?
-En Iraq, a donde llegué en marzo
de 2003. A mi pelotón le tocó ir a los lugares que
habían sido del Ejército iraquí y vimos miles y miles
de municiones en cajas que llevaban la etiqueta
norteamericana y estaban ahí desde que los Estados
Unidos ayudaban al gobierno de Saddan en guerra contra
Irán. Vi cajas con la bandera norteamericana y hasta
tanques de EE.UU. Mis marines yo era sargento de
categoría E6, un rango superior al sargento, y dirigía
a 45 marines- me preguntaban por qué había municiones
de nuestro país en Iraq. No entendían. Los informes de
la CIA afirmaban que Salmon Pac era un campo de
terroristas y que íbamos a encontrar armas químicas y
biológicas. No encontramos nada. En ese momento empecé
a pensar que nuestra misión realmente era el petróleo.
–Las líneas más perturbadoras de
su libro son esas donde usted se reconoce como asesino
psicópata. ¿Puede explicar por qué lo dice?
-He sido un asesino psicópata
porque me entrenaron para matar. No nací con esa
mentalidad. Fue el Cuerpo de Infantería de Marina
quien me educó para que fuera un gangster de las
corporaciones estadounidenses, un delincuente. Me
entrenaron para cumplir ciegamente la orden del
Presidente de Estados Unidos y traerle a casa lo que
él pidiera, sin reparar en ninguna consideración
moral. Yo era un psicópata porque nos ensañaron a
disparar primero y a preguntar después, como lo haría
un enfermo y no un soldado profesional que solo debe
enfrentar a otro soldado. Si había que matar a mujeres
y a niños, lo hacíamos. Por tanto, no éramos soldados,
sino mercenarios.
-¿Qué experiencia exactamente le
hizo a usted llegar a esa conclusión?
Hubo varias. Nuestro trabajo era ir
a determinadas áreas de las ciudades y ocuparnos de la
seguridad en las carreteras. Hubo un incidente en
particular -y muchos más- que realmente me llevó hasta
el borde del precipicio. Afectó a un coche que llevaba
civiles iraquíes. Todos los informes de inteligencia
que nos llegaban decían que los carros iban cargados
con bombas y explosivos. Esa era la información que
recibíamos de la inteligencia. Los carros llegaban a
nuestros controles y hacíamos algunos disparos de
advertencia; cuando no detenían su marcha a la
velocidad que indicábamos, disparábamos sin
contemplaciones.
-¿Con las ametralladoras?
-Sí. Esperábamos que hubiera
explosiones al acribillar cada vehículo. Pero nunca
oímos nada. Luego abríamos el carro y ¿qué
encontrábamos?: muertos o heridos, y ni una sola arma,
ninguna propaganda de Al Qaeda, nada. Salvo civiles en
el lugar equivocado y en el momento equivocado.
-Usted también relata cómo su
pelotón ametralló una manifestación pacífica. ¿Es así?
-Sí. En los alrededores del
Complejo Militar de Rasheed, al sur de Bagdad, cerca
del río Tigris. Había manifestantes al final de la
calle. Eran jóvenes y no tenían armas. Y cuando
avanzamos había ya un tanque que estaba aparcado a un
lado de la calle. El conductor del tanque nos dijo que
eran manifestantes pacíficos. Si los iraquíes hubieran
querido hacer algo podían haber volado el tanque. Pero
no lo hicieron. Sólo estaban manifestándose. Eso nos
hizo sentirnos bien porque pensamos: «Si fueran a
dispararnos, lo habrían hecho ya». Ellos estaban como
a 200 metros de nuestro retén.
-¿Quién dio la orden de
ametrallar a los manifestantes?
-Del alto mando nos dijeron que no
perdiéramos de vista a los civiles porque muchos
fedayines (combatientes) de la Guardia Republicana se
habían quitado los uniformes, se habían puesto ropas
de civiles y estaban desencadenando ataques
terroristas contra los soldados estadounidenses. Los
informes de inteligencia que nos daban eran conocidos
básicamente por cada miembro de la cadena de mando.
Todos los marines teníamos muy clara la estructura de
la cadena de mando que se organizó en Iraq. Yo creo
que la orden de disparar a los manifestantes vino de
altos funcionarios de la Administración, eso incluía
tanto a los centros de inteligencia militar como
gubernamental.
-¿Usted qué hizo?
-Yo regresé a mi vehículo, un
humvee (un jeep altamente equipado) y escuché un tiro
por encima de mi cabeza. Mis marines empezaron a
disparar y yo también. No nos devolvieron ningún
disparado, mientras que yo había disparado 12 veces.
Quise asegurarme de que habíamos
matado según las normas de combate de la convención de
Ginebra y los procedimientos operativos
reglamentarios. Intenté olvidarme de sus caras y
busqué las armas, pero no había ninguna.
-¿Y sus superiores cómo
reaccionaron?
-Me dijeron que la mierda ocurre.
-Cuando sus compañeros se
enteraron que habían sido engañados, ¿cómo
reaccionaron?
-Yo era segundo en el mando. Mis
marines me preguntaban por qué estábamos matando a
tantos civiles. ¿Tú puedes hablar con el teniente?,
me preguntaron. Diles que tiene que haber retenes
adecuados, preparados por los ingenieros de combate.
La respuesta fue: No. En el momento en que los
marines descubrieron que era una gran mentira,
enloquecieron más.
Nuestra primera misión en Iraq no
fue para dar apoyo humanitario, como decían los
medios, sino para asegurar los campos petroleros de
Bassora. En la ciudad de Karbala usamos la artillería
por 24 horas. Fue la primera ciudad que atacamos. Yo
pensé que íbamos a darle ayuda médica y alimenticia a
la población. No. Seguimos de largo hasta los campos
petroleros. Antes de llegar a Iraq, estuvimos en
Kuwait. Llegamos en enero de 2003 y nuestros vehículos
estaban llenos de comida y medicina. Le pregunté al
teniente qué íbamos a hacer con los suministros, pues
apenas cabíamos nosotros con tantas cosas dentro. Me
dijo que su capitan le había ordenado dejar todo en
Kuwait. Poco después nos dieron la orden de quemarlo
todo: alimentos y suministros médicos humanitarios.
-Usted también ha denunciado el
uso del uranio empobrecido
-Tengo 35 años y sólo conservo el
80 por ciento de mi capacidad pulmonar. Me han
diagnosticado una enfermedad degenerativa de la
columna vertebral, fatiga crónica y dolor en los
tendones. Antes, todos los días corría 10 kilómetros
por puro placer, y ahora solo puedo caminar entre 5 y
6 km todos los días. Tengo temor de tener niños por
eso. Mi cara está inflamada. Mira esta foto (me
muestra la imagen que aparece en la credencial de la
Feria del Libro), me la tomaron poco después de
regresar de Iraq. Parezco un Frankenstein. Todo eso se
lo debo al uranio empobrecido, ahora imagínate lo que
estará pasando con la gente en Iraq.
-¿Qué ocurrió cuando regresó a
Estados Unidos?
-Me trataron como un loco, un
cobarde, un traidor.
-Sus superiores han dicho que es
mentira todo lo que ha contado.
-La evidencia contra ellos es
abrumadora. El Ejército norteamericano esta agotado.
Mientras más tiempo dure esta guerra, más
posibilidades habrá de que mi verdad aparezca.
-El libro que usted ha
presentado en Venezuela está editado en español y en
francés. ¿Por qué no se ha publicado en Estados
Unidos?
-Las editoriales han exigido que
elimine los nombres reales de las personas que están
involucradas en su historia y que presente la guerra
en Iraq como envuelta en una neblina, menos
crudamente. No estoy dispuesto a hacerlo. Editoriales
como New Press, supuestamente de izquierda, se negaron
a publicarlo porque temían verse envueltas en un
pleito presentado por la gente involucrada en el
libro.
-¿Por qué medios como The New
York Times y The Washington Post jamás reprodujeron su
testimonio?
– Yo no repetía el cuento oficial,
de que las tropas estaban en Iraq para ayudar al
pueblo, ni repetía que los civiles morían por
accidente. Me negué a decir eso. No había visto ningún
disparo accidental contra los iraquíes y me negué a
mentir.
-¿Ha cambiado esa actitud?
-No. Lo que han hecho es incorporar
opiniones y libros de personas con objeciones de
conciencia: que están contra la guerra en general o
que participaron en la guerra, pero no tuvieron este
tipo de experiencia. Se resisten todavía a mirar de
frente la realidad.
–¿Tiene fotografías o documentos
que prueben lo que usted nos ha contado?
-No. Me quitaron todas mis
pertenencias, cuando me ordenaron regresar a Estados
Unidos. Regresé de Iraq solo con dos armas: mi mente y
un cuchillo.
–¿Habrá alguna salida a corto
plazo para la guerra?
-No. Lo que veo es una misma
política entre demócratas y republicanos. Son la misma
cosa. La guerra es un negocio para ambos partidos, que
dependen del Complejo Militar Industrial. Necesitamos
un tercer partido.
-¿Cuál?
-El del socialismo.
-Usted ha participado en un taller
cuyo título es Estados Unidos: La Revolución es
posible. ¿Cree que realmente que habrá revolución en
EE.UU.?
–Ya comenzó. En el sur, donde yo
nací.
–Pero esa ha sido
tradicionalmente la zona más conservadora del país.
-Después del Katrina eso cambió.
Nueva Orleáns se parece a Bagdad. La gente del sur
está indignada y se pregunta todos los días cómo es
posible que se atrevan a invertir en una guerra inútil
y en Bagdad, cuando no lo han hecho en Nueva Orleans.
Recuerda también que en el Sur se inició la primera
gran rebelión del país.
-¿Iría usted a Cuba?
-Admiro a Fidel y al pueblo de Cuba
y por supuesto, si me invitan, yo iré a la Isla. No me
importa qué me diga mi gobierno. Nadie controla a
dónde yo voy.
-¿Sabe usted que el símbolo del
desprecio imperial hacia nuestra nación es una
fotografía de marines mientrs orinaban sobre la
estatua de José Martí, el Héroe de nuestra
Independencia?
-Si, lo sé. En el Cuerpo de Marines
nos hablaban de Cuba como una colonia de los Estados
Unidos y nos ensañaron algo de Historia. Parte de la
formación de un marine es aprender algunas cosas de
los países que habrá que invadir, como dice la
canción.
-¿La canción de los marines?
-(Canta) From the halls of
Montezuma, to the shores of Tripoli
(Desde las salas
de Montezuma hasta las playas de Trípoli…)
–Es decir, los marines quieren
estar en todo el mundo.
-El sueño es dominar al mundo
,
aunque por el camino nos conviertan a todos en
asesinos.
Jimmy Massey es actualmente uno
de los principales activistas de la organización
Veteranos de Iraq contra la guerra (Iraq Veterans
Against the War, IVAW)
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EEUU ocupa el primer lugar mundial en cantidad de
enfermos mentales
http://iarnoticias.com/secciones_2005/norteamerica/0042_enfermedad_mental_eeuu_16jun05.html
Marines
enfermos mentales
Muchos
marines sufren profundas enfermedades
psiquiátricas después de servir en Irak, según un
documento de la Marina de EEUU obtenido por la
Unión Americana de Libertades Civiles.
Las noticias.com (Para
Kaos en la Red) [16.11.2007 13:47] – 103 lecturas
– 2 comentarios |
El documento señala que algunos marines
relataron cómo habían matado a soldados iraquíes
en combate o habían apuñalado a iraquíes que se
hallaban en el suelo, con el fin de asegurarse de
que estaban muertos. Algunos de ellos fueron
apuñalados hasta 28 veces.
Según The New York Times, el
estudio demuestra que uno de cada seis soldados
norteamericanos tiene síntomas de aguda ansiedad,
fuerte depresión o desorden de estrés
postraumático, una proporción que, según algunos
expertos, podría aumentar eventualmente hasta uno
de cada tres, la tasa que fue hallada entre los
veteranos del Vietnam.
Estos problemas psicológicos
han incrementado la tasa de suicidios entre los
marines norteamericanos, que ha alcanzado su nivel
más alto de los pasados cinco años.
En 2004 hubo 32 suicidios
confirmados o posibles de marines estadounidenses,
sobrepasando así a los 28 ocurridos en 2001,
cuando EEUU invadió Afganistán.
Aunque los marines son el
cuerpo militar más reducido de EEUU, en lo que
respecta al número de sus efectivos, han venido
teniendo la tasa de suicidios más alta, una media
de 25 al año, de entre los distintos cuerpos
militares de EEUU desde 1999, año en que el
gobierno estadounidense comenzó a conservar
registros detallados.
Además, el Times señala que
hasta finales de septiembre, el Ejército había
evacuado a 885 soldados de Irak por razones
psiquiátricas, incluyendo a algunos que habían
amenazado con o tratado de suicidarse.
|
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=59019