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Ser
Hugo R. Marietán
12 de febrero de 2003
Los hechos acaecían,
yo contemplaba.
Tiempo de lluvia,
me mojaba.
Tiempo de sol,
me secaba.
¿Eres una planta?
preguntó.
Tal vez, contesté.
¿Sabes qué hacer?
¿Hacer para qué?,
pregunté.
Para no ser lo que no eres;
tienes pies,
eso te hace diferente a la planta.
Los pies te obligan a decidir
a donde ir.
¿Y la naturaleza?
pregunté.
La naturaleza es mujer;
le gusta jugar
a que la dominas,
sino se aburre
y te mata antes.
El juego, me dijo,
consiste en durar.
Se sabe el final
pero no el camino
hacia él.
¿Qué hay de malo en ser planta?,
retomé.
Nada, si eres planta.
El problema son las piernas.
Hacen la diferencia.
Debes moverte
o te comerán
Creo que ves mucho Animal Planet,
le dije.
Creo que ves poco Animal Planet,
me dijo.
Pero, ¿adónde ir?,
pregunté
¿No lo entiendes? No importa.
Sólo hay que andar.
Hagas lo que hagas
llegarás al mismo lugar...
siempre.
Entonces es mejor ser planta,
dije.
Pero no eres planta.
Es mejor ser lo que se es,
aunque se sufra más.
Sufrir, ese es el tema,
le dije.
Si sufres estas vivo,
me dijo.
Es mejor ser planta,
dije.
Si fueras planta
sufrirías igual,
pero como planta,
me dijo,
es lo mismo.
Entonces ¿todo es un juego?
Sí, pero tiene sus reglas,
una consiste en creer.
¿Creer qué?
No importa en qué.
Sólo creer en algo.
Creer te mantiene entretenido,
y hasta puedes disfrutar...
a veces.
El chiste, entonces,
¿es estar ilusionado?,
pregunté.
La clave del juego
es creerte esa ilusión,
contestó.
¿Y si se acaba la ilusión?
No te preocupes,
la ilusión es una ficha
con repuesto.
Lo que no puedes hacer,
en este juego,
es quedarte sin ninguna.
¿Y que pasaría entonces?,
pregunté.
Verías demasiado,
contestó.
¿Eso es malo?
pregunté.
No es malo, es estúpido.
¿Por qué?
Porque querrías ser una planta.