[ Reflexiones ] [ Cuentos ] [ Poesía ] [ Otros ]
Breve manual sobre nubecinos
(Inspirado
en mi hija Florencia y preparado para padres como yo que
padecen / disfrutan de hijos adolescentes)
Por
Hugo Marietan
Los
nubecinos son seres que viven en el estrato de las nubes.
Cualquiera los puede ver si levanta la vista en un día
nublado. Mejor si hay pocas nubes. Ahí se ve que los
nubecinos son movidos por el viento, que los mece un poco
para acá, un poco para allá: así... y así...Y que esto no
les molesta a los nubecinos, ya que nadie los oyó
quejarse. Al contrario, parecen muy cómodos en su estrato,
llevados por el viento. De aquí sale una de las respuestas
más comunes de los nubecinos ante la pregunta de los
terrícolas: “¿A dónde vas? o ¿a qué hora vas a volver?”.
Ellos siempre, siempre, responden: “No sé”. Y hay que
creerles. ¿Quién puede saber adónde los llevará el viento?
Al estar
tan alto, las cosas de los terrícolas les parecen lejanas,
desconocidas o de poco interés: ¿A qué nubecino le
interesa lo que pasa acá abajo? Sobre todo si están tan
confortables allá, acunados por el viento.
Entonces,
si un terrícola le hace una pregunta muy terrenal, como
por ejemplo: ¿Dónde está el río Paraná?, el nubecino
pregunta: “¿Qué?” Y esto ilusiona al terrícola, pero en
realidad el nubecino pregunta “¿Qué?” para entender qué es
un río, qué es Paraná, etcétera. Una vez que se le aclaran
estos términos, ellos, muy orondos responden: “No sé”. Y
ni saben ni les importa.
Si se
observa ligeramente a un nubecino se asemeja en algo a un
terrícola. Pero si se lo mira bien, pero muy bien, tiene
una mirada y una expresión en la cara que uno se da cuenta
de que sigue en su estrato original, en las nubes. Y esto
se deduce también por su comportamiento ante las cosas
terrenales.
Por
ejemplo: el nubecino se baña y deja todo el baño inundado.
Esto, que enfurece a los terrícolas, es de lo más natural
en Nubelandia: ¡quién se pone a secar el cielo después de
una lluvia! Tampoco acomodan las camas después de dormir:
¡no hay camas en Nubelandia! Allí, ellos se despiertan y
abren la boca así, bostezan y... ¡ya está!
En fin, la
vida en Nubelandia es muy fácil. Y nadie paga nada. Así
que el origen de esos papeles rectangulares que usan los
serios terrícolas es un constante misterio para ellos.
Cuando necesitan algo sólo les piden esos papeles a los
terrícolas y listo. Todo sencillo.
Y nada de
atender a las advertencias terrícolas sobre cuidados y
precauciones: ¿Qué puede pasar en Nubelandia? Si un
terrícola les dice “cuídate de...”, los nubecinos se
aburren, miran para otro lado, dicen “Sí, sí”, sonríen…, y
después se van como si tal cosa, sin haber entendido nada.
Es inútil
enojarse con un nubecino, él no sabe por qué usted está
enojado y tampoco pierda tiempo en explicárselo. Mientras
se desgasta argumentando, él aprovecha ese ratito para
volver a Nubelandia y baja cuando escucha palabras como
“¿entendiste?, ¿te quedó claro?”, y otras parecidas; así,
sólo le bastará con decir un “Sí, sí”, para conformar al
terrícola.
Por cierto,
hay nubecinos y nubecinos. Por lo general, son amables,
aunque muy ofendidosos. A veces, un terrícola dice algo
normal para terrícolas, pero los nubecinos se enojan
mucho: ¡en Nubelandia eso que dijo el terrícola significa
otra cosa! Así que el nubecino adopta la postura de
nubecino enojado que es así... Sí, inflando los cachetes,
bajando la comisura de los labios, fruncidos, y ¡no
hablan! En esos casos, hay que dejarlos hasta que se
desinflen y se les pase. Nada de preguntarles “¿Qué te
ocurre, qué te hice?”: no hablarán. Es más, a veces están
enojados con otros terrícolas y se ofenden con ustedes,
porque para los nubecinos “¡todos los terrícolas son
iguales!”. Por lo que si uno le hace algo nubecinamente
malo, que pague por ello otro terrícola: ¡es lo mismo!
En
Nubelandia el tiempo es distinto, o no hay tiempo o sobra.
Así que las charlas nubecinas son largas, largas,
largas... y totalmente incomprensibles para un terrícola
testigo.
El
terrícola es paciente porque tiene una esperanza: ¡algún
día serás un terrícola, nubecino mío! Es verdad que pueden
pasar muchos años, la transformación es lenta y, a veces,
hay ciertas señales, por ejemplo: ¡un día entienden algo!
Otro día hacen un comentario sobre cosas terrestres. Y
otro comienzan a hacerse de esos papeles rectangulares
que, eso sí, no comparten con nadie, nadie, nadie.
Un
terrícola termina encariñándose con los nubecinos por las
cosas, terrenalmente graciosas y nubecinamente serias, que
hacen. Cuando un nubecino está con el sol, es muy querible,
cuando está muy nublado…, en fin, paciencia.
Pero,
lo que hace que un terrícola los tolere es que piensa que
ha sido nubecino alguna vez, y eso lo enternece.
Este manual
está inspirado en mi hija Florencia y fue preparado para
padres como yo que padecen - disfrutan de hijos
adolescentes.
Nota: Esta narración tuvo y
tiene un camino afortunado, siempre me llegan mail que
comentan sobre ella desde cualquier lugar del mundo
hispano. También ha sido incorporada a varias páginas Web.
Algunos padres ven a mi Florencia en sus hijos, y eso me
hace feliz. Pero no teman, pasaron los años, Florencia
creció y es una hermosa terrícola, una dulce hija, y ¡hasta
Ingeniera! ¿Qué les parece?
