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... ni Sartre.
Hugo R. Marietán
julio de 2002
Esa tarde estacioné el
automóvil en la calle para esperar la llegada de un amigo.
Miré distraído el entorno. Un movimiento en la
vereda de baldosas acanaladas llamó mi atención, un insecto
avanzaba desde el borde de la pared de una casa vieja
al cordón de la vereda. Ese era el sentido que yo, desde
las alturas, imaginé que llevaba. Caminaba sobre la meseta
de las baldosas y luego semi desaparecía en los surcos,
para emerger a una nueva meseta. Esquivaba los obstáculos
que, en perspectiva, para él serían enormes; podía imaginarme
que los granos de tierra serían como rocas, una hoja amarilla
como una gran planicie, una colilla de cigarrillo como
un enorme cilindro, una escupida como un charco. Desde
ahí todo parecía esfuerzo, trabajo, transpiración. Subir
esas elevadas lomas y tratar de no resbalar en los empinados
surcos de la baldosa. Sin embargo, empecinado quizás por
lograr algún objetivo, continuaba su camino hacia el borde
de la vereda que, tal vez no sabía, terminaba en un cordón,
y luego estaba la calle, y luego otro cordón y otra vereda
y después la pared. Todo esto implicaba una gran distancia
y mucho tiempo. Pero él lo ignoraba, no podía mirarse
desde tan arriba para diagramar con precisión su itinerario,
su futuro. Su mirada abarcaba solo parcialmente partes
de la baldosa; creo que ni su más brillante imaginación
podía acercarse a un porcentaje mínimo de la realidad
que yo, con un simple vistazo, abarcaba. Observaba a este
ser en su laborioso caminar cuando aparece, caminando,
un gorrión y con un acto simple, casi mecánico, tomó con
el pico al insecto, levantó su cabeza, hizo dos movimientos,
mientras las patitas del bichito se movían a los costados
del pico, y se lo tragó. Eso fue todo para el insecto.
Para el gorrión, un sencillo acto nutritivo; no me imaginé
al pájaro evaluando, previamente, la edad, el sexo, ni
lo méritos del insecto. Siguió su marcha, como a saltitos,
picoteando aquí y allá, cosas que yo no veía. Luego voló
¿En qué lugar de nuestro camino nos espera un gorrión?
Estoy seguro que ese día recibí la mejor lección sobre
existencialismo que ningún humano hubiera podido darme...
27 de julio de 2002-08-02