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La
eternidad
Hugo R.
Marietan, Diciembre de 1999
La eternidad no es algo que se prolongue en el
tiempo, sino que es algo que simultáneamente es todo el
tiempo. Como enseña la cábala o el aleph de Borges.
No se da a lo "largo" del tiempo, sino en este
"punto", "aquí y ahora". Es la percepción del todo temporal,
ahora.
Hay una unidad espacio temporal ineludible para
la mente humana. No
es concebible un tiempo sin un espacio donde ubicarlo, ni un
espacio sin un tiempo donde transcurra. Aún lo mental,
supuestamente solo temporal debe darse en la virtualidad
espacial de la imaginación. Sin ese marco "espacial" no es
posible concebir ninguna idea.
¿Es legitimo conceptualizarlo como separados?
Es un artificio intelectual, otro sacrificio en
aras de la "claridad", del dividir para reinar de lo
cognitivo.
El presente es puro asombro. Solo conocemos el
pasado. El futuro es virtual.
El presente está en lo
eterno. El pasado reduce al presente dándole un aquí, un
ahora, un yo. Es una acción limitante para encuadrar la mente
e impedir su dispersión al caos absoluto, al asombro
permanente, a la locura.
El pasado, la memoria, dice quien sos, donde
estás, adonde vas.
Ni el pasado (ya fue), ni el futuro (no es),
existen. Sólo tiene existencia el presente que es paradójico,
ya que sabemos que existe por el pasado y que transcurre por
el futuro. Sin este "conocimiento", que viene del pasado, no
podríamos captar el presente que es puro asombro. Sin el
futuro el presente no tendría proyección virtual y no podría
construir el pasado. Quedaría congelado en este "punto". Con
lo que el presente en realidad se vivencia no como una tenue
línea temporal que se desplaza, sino como una "franja" de un
"bloque" que incluye el pasado, que nos identifica y ubica, y
el futuro, que nos proyecta virtualmente sobre una dirección y
en un sentido.
Esta síntesis temporoespacial se realiza en la
conciencia. Cualquier desarmonía en la ecuación presente,
pasado, futuro, espacio, produce el desequilibrio mental.
Cualquier "desconocimiento" de estos ítems desequilibra el
armado de lo mental.
La locura es un hecho de la conciencia.
Buenos
Aires, 31 de diciembre de 1999