Y el brillo incesante de tus
ojos
era la única luz que me bastaba;
y mirada por mirada tu mirada
el herrumbroso camino derribaba
He postergado los hábitos de
solitario:
mis tiempos de libro y otras
tristezas;
el trago de las seis, el club,
mis rarezas;
y esconder en el trajín mis
horas muertas
El trabajo más duro y más
laborioso
fue cortar los barrotes de la
rutina
Tan añejos y entrañables se me
hacían
que, de no ser por tus ojos, no
lo haría
Y heme aquí, a punto y en el
cero;
en el centro mismo de las horas
nuevas
Dispuesto a todo en la dispar
carrera
que tiene a tu corazón por copa
y pena