RITA LEVI
MONTALCINI, (Turín, 1909)
Neuróloga Bióloga
Premio Nobel d Medicina, 1986
Entrevista: 22/12/2005
- ¿Cómo celebrará sus 100 años?
- Ah, no sé si viviré, y además no me placen las
celebraciones.
¡Lo que me interesa y me da placer es lo que hago cada
día!
- ¿Y qué hace?
- Trabajo para becar a niñas africanas para que estudien y
prosperen ellas y sus países.
Y sigo investigando, sigo pensando...
- No se jubila.
- ¡Jamás! ¡La jubilación está destruyendo cerebros!
Mucha gente se jubila, y se abandona... Y eso mata su
cerebro. Y enferma.
- ¿Y cómo anda su cerebro?
- ¡Igual que a mis 20 años! No noto diferencia en
ilusiones ni en capacidad.
Mañana vuelo a un congreso médico...
- Pero algún límite genético habrá...
- No. Mi cerebro pronto tendrá un siglo..., pero no conoce
la senilidad. El cuerpo se me arruga, es inevitable, ¡pero
no el cerebro!
- ¿Cómo lo hace?
- Gozamos de gran plasticidad neuronal: aunque mueran
neuronas, las restantes se reorganizan para mantener las
mismas funciones, ¡pero para ello conviene estimularlas!
- Ayúdeme a hacerlo.
- Mantén tu cerebro ilusionado, activo, hazlo funcionar, y
nunca se degenerará.
- ¿Y viviré más años?
- Vivirá mejor los años que viva, que eso es lo
interesante. La clave es mantener-curiosidades, empeños,
tener pasiones...
- La suya fue la investigación científica...
- Sí, y sigue siéndolo.
- Descubrió cómo crecen y se renuevan las células del
sistema nervioso...
- Sí, en 1942: lo llamé nerve growth factor (NGF, factor
de crecimiento nervioso), y durante casi medio siglo
estuvo en entredicho, ¡hasta que se reconoció su validez y
en 1986 me dieron por ello el premio Nobel!
- ¿Cómo fue que una chica italiana de los años veinte se
convirtió en neurocientífica?
- Desde niña tuve el empeño de estudiar. Mi padre quería
casarme bien, que fuese buena esposa, buena madre... Y yo
me negué. Me planté y le confesé que quería estudiar...
- Qué disgusto para papá, ¿no?
- Sí. Pero es que yo no tenía una infancia feliz: me
sentía patito feo, tonta y poca cosa... Mis hermanos
mayores eran muy brillantes, y yo me sentía tan
inferior...
- Veo que convirtió eso en un estímulo...
- Me estimuló también el ejemplo del médico Albert
Schweitzer, que estaba en África para paliar la lepra.
Deseé ayudar a los que sufren, ¡ése era mi gran sueño...!
- Y lo ha hecho..., con su ciencia.
- Y, hoy, ayudando a niñas de África para que estudien.
Luchemos contra la enfermedad, sí, ¡pero todo mejorará si
acaba la opresión de la mujer en esos países ...!
- La religión ¿frena el desarrollo cognitivo? (del
conocimiento)
- Si la religión margina a la mujer frente al hombre, la
aparta del desarrollo cognitivo.
- ¿Existen diferencias entre el cerebro del hombre y el de
la mujer?
- Sólo en las funciones cerebrales relacionadas con las
emociones, vinculadas al sistema endocrino. Pero en cuanto
a las funciones cognitivas, no hay diferencia alguna.
- ¿Por qué todavía hay pocas científicas?
- ¡No es así! ¡Muchos hallazgos científicos atribuidos a
hombres los hicieron en verdad sus hermanas, esposas e
hijas!
- ¿De veras?
- No se admitía la inteligencia femenina, y la dejaban en
la sombra. Hoy, felizmente, hay más mujeres que hombres en
la investigación científica: ¡las herederas de Hipatia!
- La sabia alejandrina del siglo IV...
- Ya no acabaremos asesinadas en la calle por monjes
cristianos misóginos, como ella. Desde luego, el mundo ha
mejorado algo...
- Nadie ha intentado asesinarla a usted...
- Durante el fascismo, Mussolini quiso imitar a Hitler en
la persecución de judíos..., y tuve que ocultarme por un
tiempo. Pero no dejé de investigar: monté mi laboratorio
en mi dormitorio... ¡y descubrí la apoptosis, que es la
muerte programada de las células!
- ¿Por qué hay tan alto porcentaje de judíos entre
científicos e intelectuales?
- La exclusión fomentó entre los judíos los trabajos
intelectivos: pueden prohibírtelo todo, ¡pero no que
pienses! Y es cierto que hay muchos judíos entre los
premios Nobel...
- ¿Cómo se explica usted la locura nazi?
- Hitler y Mussolini supieron hablar a las masas, en las
que siempre predomina el cerebro emocional sobre el
neocortical, el intelectual. ¡Manejaron emociones, no
razones!
- ¿Sucede eso ahora?
- ¿Por qué cree que en muchas escuelas de Estados Unidos
se enseña el creacionismo en vez del evolucionismo?
- ¿La ideología es emoción, es sinrazón?
- La razón es hija de la imperfección. En los
invertebrados todo está progre-mado: son perfectos.
¡Nosotros, no! Y, al ser imperfectos, hemos recurrido a la
razón, a los valores éticos: ¡discernir entre el bien y el
mal es el más alto grado de la evolución darwiniana!
- ¿Nunca se ha casado, no ha tenido hijos?
- No. Entré en la jungla del sistema nervioso ¡y quedé tan
fascinada por su belleza que decidí dedicarle todo mi
tiempo, mi vida!
- ¿Lograremos un día curar el Alzheimer, el Parkinson, la
Demencia Senil...?
- Curar... Lo que lograremos será frenar, retrasar,
minimizar todas esas enfermedades.
- ¿Cuál es hoy su gran sueño?
- Que un día logremos utilizar al máximo la capacidad
cognitiva de nuestros cerebros.
- ¿Cuándo dejó de sentirse patito feo?
- ¡Aún sigo consciente de mis limitaciones!
- ¿Qué ha sido lo mejor de su vida?
- Ayudar a los demás.
- ¿Qué haría hoy si tuviese 20 años?
- ¡Pero si estoy haciéndolo!

Rita Levi-Montalcini:
“Vivimos dominados por impulsos de bajo nivel, como hace
50.000 años”
El mensaje que quiere transmitir la Nobel de Medicina
italiana Rita Levi-Montalcini es optimista: “Debemos dar
alas al genio que cada homo sapiens lleva dentro”. Pero la
realidad, señala, es que estamos “dominados por las
pasiones”, en especial las agresivas.
En la larga entrevista que le hace Enric González y que
este domingo publicó El País, de España, la Premio Nobel
de Medicina 1986 afirma que los seres humanos “seguimos
siendo animales guiados por la región límbica palocortical,
sustancialmente igual en el hombre y en otros animales”.
Rita Levi-Montalcini (Turín, 1909) es una de las grandes
figuras del siglo XX. Su padre, un ingeniero apasionado
por las matemáticas, se negó durante años a permitirle que
estudiara porque en la época se consideraba que las
mujeres no hacían esas cosas. A los 20 años se le
consintió por fin acceder al bachillerato superior y
después a la Facultad de Medicina.
Era una joven investigadora cuando las leyes antijudías
italianas de 1938 la obligaron a dejar la universidad y
ocultarse para evitar la deportación. Durante la guerra
trabajó como médica para la Resistencia y las tropas
aliadas. En 1947 fue invitada a trabajar como neuróloga en
la Universidad Washington de San Luis (EEUU), donde
descubrió la proteína NGF, estimuladora del crecimiento de
las fibras nerviosas. El hallazgo le valió en 1986 el
Premio Nobel de Medicina.
Su hermana gemela Paola fue una gran pintora, y su hermano
mayor, Gino, un célebre arquitecto. El pasado 20 de abril,
dos días antes de cumplir 96 años, inauguró en Roma, donde
vive, la sede del nuevo Instituto Europeo de Neurociencia.
Es autora de numerosos libros, y los más recientes –como
Tiempo de acción, que acaba de publicarse– se centran en
la revolución digital y en la necesidad de cambiar la
educación. Su vista es deficiente y necesita de su
secretaria para utilizar Internet, una de sus herramientas
favoritas, pero conserva la vitalidad, la ironía y la
lucidez.
Estos son algunos fragmentos de la entrevista concedida a
Enric González:
P.: : ¿Nos queda margen para seguir evolucionando?
Rita Levi-Montalcini: No desde el punto de vista somático.
Sí desde el punto de vista de la informática. La
informática nos da acceso a otro mundo que para nuestros
predecesores, hace sólo medio siglo, no existía. A falta
de un nuevo desarrollo de la neocorteza, disponemos de los
ordenadores.
P.: En teoría, disponemos también de la manipulación
genética.
R.: Odio esa opción. La manipulación genética no debe ser
utilizada. No tenemos derecho a hacer nacer bebés a la
carta. No es aceptable fabricar niños con los cabellos
rubios, los ojos verdes, tal característica o tal otra.
Eso va más allá de los límites de la moral. Lo rechazo
absolutamente.
P.: Hablemos aún de la evolución en los otros animales.
¿Hay posibilidad de evolución en los insectos, por
ejemplo?
R.: No. El insecto de hoy es igual al de hace millones de
años. El insecto no tiene ninguna posibilidad. Por lo que
sabemos, está totalmente determinado, desde el punto de
vista del presente y del futuro. No registra ninguna
evolución. Los insectos pueden sobrevivir a la humanidad
por su constitución, por su capacidad para hacer frente a
las circunstancias, pero no pueden cambiar.
P.: Nosotros hemos cambiado parcialmente. ¿Por qué somos
más inteligentes que hace 50.000 años, pero no somos más
buenos?
R.: No somos más buenos por el componente límbico cerebral
que sigue dominando nuestra actividad. Vivimos como en el
pasado, como hace 50.000 años, dominados por las pasiones
y por impulsos de bajo nivel. No estamos controlados por
el componente cognitivo, sino por el componente emotivo,
el agresivo en particular. Seguimos siendo animales
guiados por la región límbica palocortical,
sustancialmente igual en el hombre y en otros animales.
Nuestras opciones de mejora moral pasan por las
circunvoluciones neocorticales que afortunadamente
tenemos.
P.: Dice usted “afortunadamente”. Esa peculiaridad en la
corteza del cerebro, ¿es una suerte, una casualidad?
R.: Quién sabe. No estamos dirigidos. Como todas las
evoluciones, la nuestra ha sido casual, una reacción
frente a la necesidad. Esa es nuestra historia. No se ha
tratado de un desarrollo dirigido por un ente divino. Nos
hemos desarrollado como otros animales; algunos han
adquirido ciertas capacidades, nosotros hemos conseguido
la neocorteza, y eso nos ha llevado a dominar el planeta y
a situarnos por encima de las leyes de causalidad que nos
han conducido hasta aquí.
P.: Este “aquí” significa, por ejemplo, el siglo XX, que
dice poco en favor del humano. No es fácil mantener la fe
en nosotros mismos.
R.: ¿Por qué lo dice?
P.: Usted, que ha vivido casi todo el siglo XX, conoce sus
errores mejor que yo.
R.: Sí, hemos sufrido el horror de la shoah, el horror del
nazismo, el horror del fascismo, todos los frutos del
componente palocortical. He escrito bastante sobre eso.
Mire, no sé hacia dónde vamos, pero estoy segura de que
debemos librarnos de ese pasado nefasto. Porque si
asumimos una visión catastrofista del ser humano, estamos
acabados. La vida se hace inútil. Yo también me siento
interiormente incapaz de ser optimista, pero hay que
serlo, cueste lo que cueste. Hay que mantener la confianza
en el futuro.
P.: Seamos positivos. ¿Cuáles han sido las cosas más
positivas del pasado siglo?
R.: Desde el punto de vista científico, el desarrollo ha
sido extraordinario, y no hace falta enumerar la
exploración del átomo, del ADN... Desde el punto de vista
ético hemos sido capaces de vencer a Hitler, a Mussolini,
a Stalin, lo que no está nada mal. Mire, la conclusión que
puede extraerse del siglo XX es que debemos cambiar los
mecanismos de instrucción y la relación errónea entre los
adultos y los niños.
P.: Algunos aspectos de la educación han empezado a
cambiar. Cuando usted era joven, las mujeres no solían
acceder a una instrucción universitaria. Usted no pudo
estudiar hasta...
R.: Ese cambio que dice usted afecta a los países de alto
nivel cultural, no al islam ni a la mayoría de los países
del sur. Un pequeño porcentaje de mujeres, en el que me
incluyo, tiene suerte y disfruta ahora de ciertos
derechos.
P.: Dentro del debate ético sobre la investigación
científica, ¿cuáles son los límites? Las únicas posiciones
claras, y obviamente restrictivas, parecen ser las
cristianas.
R.: Yo no soy católica, estoy fuera de cualquier religión.
Soy agnóstica. Laica y agnóstica. Lo demás no lo tengo en
cuenta. Respeto todos los puntos de vista.
http://www.mujereshoy.com/secciones/3107.shtml
Fuente: El Páis, 15 de mayo 2005

HACEDORAS DE LA HISTORIA
Rita Levi-Montalcini
por Erika Cervantes cimac | México, DF
Hoy la incidencia de tumores en el cuerpo es un hecho
cotidiano para la ciencia médica, su tratamiento no sería
posible sin la investigación de Rita Levi-Montalcini,
Premio Nobel de Medicina 1986, por el descubrimiento del "Nerve
Growth Factor", simplificado con las iniciales NGF.
La vida de la joven Rita estaba destinada para ser ama de
casa gracias a la educación de su familia, sin embargo su
talento y determinación rompen la educación victoriana que
le impedía acceder a una carrera universitaria.
Rita nace el 22 de abril de 1909, en Turín, Italia, hija
de Adamo Levi, ingeniero eléctrico y matemático, y de
Adele Montalcini, pintora, tuvo cuatro tres hermanas y un
hermano.
A los veinte años, Rita desafía a la autoridad paterna y
pide permiso para cursar una carrera universitaria, lo que
hecha por tierra los sueños de su padre de que convierta
en una respetable mujer casada.
Después exponer sus razones y aprobar los cursos
necesarios, la futura investigadora ingresa a la Facultad
de Medicina de la Universidad de Turín, donde se gradúa en
1939.
La persecución al pueblo Judío emprendida por Hitler y
Mussolini, obligan a la inquieta Rita Levi-Montalcini a
trabajar en un improvisado laboratorio doméstico sus
investigaciones sobre el sistema nervioso en embriones de
pollo, mientras prodigaba clandestinamente sus servicios
médicos a los vecinos de los barrios más deprimidos.
Estos experimentos, que comprobaron en 1948, que si se
implanta en el embrión del pollo un fragmento de sarcoma
180 -un tumor propio de los ratones- las fibras nerviosas
del embrión quedan rápidamente invadidas por él.
En 1952, Rita abundó en ese experimento hasta comprobar
que el crecimiento de los nervios era causado por una
sustancia segregada por el tumor.
Este descubrimiento la llevaría en 1986 a recibir el
premio Nobel de Medicina (mismo que compartió con Stanley
Cohen, su colaborador) en reconocimiento a su trabajo y
caracterización del factor de crecimiento celular del
sistema nervioso periférico, estableciendo así las bases
para identificar y caracterizar otros factores que regulan
el crecimiento nervioso.
La doctora Levi Montalcini es autora de numerosos
artículos y publicaciones que reflejan su compromiso
social y humanitario. Entre sus trabajos hay una
autobiografía titulada Elogio a la imperfección y Hazaña
del factor de crecimiento nervioso.
El "Factor de Crecimiento Nervioso" es una fracción del
núcleo proteico que se ha revelado muy importante para la
comprensión y el conocimiento del sistema nervioso y de
otras funciones vitales.
La vida de Rita no fue fácil, la invasión alemana en
Italia, la obligó a esconderse en Florencia. Sólo al final
de la contienda mundial pudo volver a la actividad
académica en Turín.
En 1947 aceptó colaborar en la Universidad Washington de
St. Louis, con el zoólogo Viktor Hamburger, que utilizaba
también embriones de pollo en sus estudios sobre el
desarrollo del tejido nervioso.
Rita había planeado permanecer en St. Louis por solamente
diez a doce meses, pero los resultados de la investigación
hicieron imprescindible posponer su regreso a Italia. En
1956 le ofrecieron la posición del profesora asociada y en
1958 de profesora de tiempo completo, tarea que desempeñó
hasta 1977.
En 1962, la doctora Levi-Montalcini establece una unidad
de investigación en Roma, dividiendo el tiempo entre esta
ciudad y St. Louis.
A partir la 1969 a 1978, Rita se desempeña como del
directora del Instituto de la Biología de la Célula del
Consejo Nacional Italiano de la Investigación, en Roma.
Tras su retiro en 1979, continúa su desempeño como
profesora huésped de este mismo instituto.
En 1988, Rita Levi Montalcini publicó la obra
autobiográfica Elogio de la Imperfección.
En 1999, fue nombrada embajadora de la FAO y entre otros
reconocimientos tiene el Premio Internacional Feltrinelli
de Medicina, el Golden Plate Award, de la Universidad de
Texas, y la Silver Cup, de la Universidad de Washington.
Es integrante de la Academia Pontificia (Italia), de la
Academia de las Artes y Ciencias de los Estados Unidos, de
la Académie des Sciences (Francia) y preside la ilustre
Enciclopedia Treccani italiana.
Rita Levi-Montalcini, quien fue distinguida en los Estados
Unidos como una de las diez científicas más destacada en
1963, nos hereda la lucha por trabajar en la búsqueda de
sus ideales a pesar de las condiciones.

Sus investigaciones
Rita Levi-Montalcini (Turín, 1909) es
una de las grandes figuras del siglo XX. Su padre, un
ingeniero apasionado por las matemáticas, se negó durante
años a permitirle que estudiara porque en la época se
consideraba que las mujeres no hacían esas cosas. A los 20
años se le consintió por fin acceder al bachillerato
superior y después a la Facultad de Medicina. Era una
joven investigadora cuando las leyes antijudías italianas
de 1938 la obligaron a dejar la universidad y ocultarse
para evitar la deportación. Durante la guerra trabajó como
doctora para la Resistencia y las tropas aliadas. En 1947
fue invitada a trabajar como neuróloga en la Universidad
Washington de San Luis (EE UU), donde descubrió la
proteína NGF, estimuladora del crecimiento de las fibras
nerviosas. El hallazgo le valió en 1986 el Premio Nobel de
Medicina. Su hermana gemela Paola fue una gran pintora, y
su hermano mayor, Gino, un célebre arquitecto. El pasado
20 de abril, dos días antes de cumplir 96 años, inauguró
en Roma, donde vive, la sede del nuevo Instituto Europeo
de Neurociencia. Es autora de numerosos libros, y los más
recientes, como Tiempo de acción, que acaba de publicarse,
se centran en la revolución digital y en la necesidad de
cambiar la educación. Su vista es deficiente y necesita de
su secretaria para utilizar Internet, una de sus
herramientas favoritas, pero conserva la vitalidad, la
ironía y la lucidez. En la primavera de 1940, cuatro años
después de que Mussolini promulgara el Manifiesto en
defensa de la raza, la médica judía de 31 años Rita Levi-Montalcini
convirtió su dormitorio en un pequeño laboratorio de
biología. Sus padres habían decidido que la familia se
quedara en Turín, y esa habitación era el único lugar de
toda Italia donde Rita podía desarrollar su carrera de
investigadora, mientras los departamentos universitarios
se dedicaban a defender la raza de gente como ella. La
familia se tuvo que mudar a Piamonte tras el bombardeo de
Turín (1941), y después a Florencia durante la ocupación
alemana de 1943, pero Rita siempre trasladó y reconstruyó
su laboratorio casero en cada nuevo domicilio. Y, por
increíble que resulte, aquellas investigaciones
clandestinas la condujeron directamente al descubrimiento,
una década después, de los factores de crecimiento, los
verbos del lenguaje de las células, una pieza esencial de
la biología del desarrollo por la que acabaría recibiendo
el Premio Nobel en 1986. La inspiración de Levi-Montalcini
durante los años clandestinos fue el trabajo de Viktor
Hamburger -otro científico depurado- sobre el desarrollo
del sistema nervioso en el embrión de pollo. En 1947, poco
después de acabar la guerra, Hamburger la invitó a
profundizar en aquellos experimentos en su laboratorio de
la Universidad de Washington, en Saint Louis. Allí, Levi-Montalcini
se concentró en un fenómeno desconcertante: un tipo de
tumor de ratón que, cuando se trasplantaba al embrión de
pollo, causaba un drástico crecimiento de las fibras
nerviosas relacionadas con la transmisión de los impulsos
sensoriales. La científica comprobó que ese crecimiento
nervioso no requería un contacto directo con el tumor, y
supuso que éste liberaba al medio algún tipo de factor
que, por sí solo, era capaz de estimular el desarrollo de
ciertos nervios. Lo llamó factor de crecimiento nervioso (nerve
growth factor, o NGF). Su teoría resultó correcta, y el
NGF fue purificado poco después en ese mismo laboratorio.
Las siglas que terminan en GF son ahora omnipresentes en
cualquier libro de biología. El NGF descubierto por Levi-Montalcini
fue sólo el primero de una larga serie de factores de
crecimiento, todos similares en composición -son proteínas
relativamente pe-queñas- y todos piezas esenciales del
lenguaje que las células utilizan para comunicarse unas
con otras y organizar el desarrollo progresivo del embrión
y el feto. La embriología había dejado de ser una caja
negra. El mero hecho de que el NGF producido por un tumor
de ratón estimulara poderosamente las fibras nerviosas de
una especie totalmente distinta ya estaba indicando otro
hecho esencial: que el lenguaje de las células es un
esperanto común a todos los animales. Levi-Montalcini y
sus colaboradores demostraron pronto que el NGF existe, y
tiene la misma función, en los reptiles, las aves, los
anfibios, los peces y los mamíferos, incluido, por
supuesto, el ser humano. Los factores de crecimiento, y
las decenas de componentes que están implicados en su
funcionamiento -los receptores que los detectan, los
intermediarios que propagan su señal por el interior de la
célula-, pueden estropearse, y estas averías están detrás
de numerosas malformaciones congénitas, procesos
degenerativos y muchos tipos de cáncer. No es casual que
Levi-Montalcini descubriera el NGF en un tumor. Familias
de factores Los factores de crecimiento descubiertos por
la científica italo-estadounidense son la clave para
entender los principales fenómenos del desarrollo humano,
empezando por el crecimiento del embrión, del feto y del
niño. La popular hormona del crecimiento, por ejemplo, no
actúa directamente, sino que ejerce su efecto estimulando
al hígado y otros órganos a secretar toda una batería de
factores de crecimiento, los IGF (factores de crecimiento
similares a la insulina, o somatomedinas). Son estos IGF
los que ordenan crecer a todos los tejidos del cuerpo,
incluido el hueso. Si los niveles de IGF son bajos, surgen
deficiencias de crecimiento. Los niveles demasiado altos
son la causa de problemas como la acromegalia. El
crecimiento de la piel y las demás superficies del cuerpo
(epitelios) es responsabilidad del factor de crecimiento
epitelial (EGF), otro miembro de la familia descubierta
por Levi-Montalcini. Y aún hay otro miembro más, el PDGF
(factor de crecimiento derivado de plaquetas), que es el
regulador esencial de los procesos de coagulación y
cicatrizado. Las anomalías de estos factores tienen
también su lado oscuro, y están detrás del endurecimiento
de las arterias que conduce a menudo a la enfermedad
cardiovascular. La eritropoyetina es otro factor de
crecimiento (uno de los pocos que no acaban en GF) que
estimula a las células de la médula ósea a producir
glóbulos rojos, las células que transportan el oxígeno por
la sangre. Otros dos factores de crecimiento estimulan a
las mismas células a proliferar y diferenciarse en los dos
principales tipos de células blancas de la sangre. Otros
factores de crecimiento estimulan a las células del
sistema inmune (linfokinas, incluidas las interleukinas),
y otros (TGF) tienen una relación muy directa con muchos
tipos de cáncer. Tal y como reconoció la Academia Sueca en
1986, el descubrimiento de los factores de crecimiento "es
un ejemplo fascinante de cómo un observador inteligente
puede extraer un concepto del caos aparente". No es fácil
deducir principios generales de los sistemas biológicos,
pero eso es justamente lo que Rita Levi-Montalcini aportó
a la ciencia del siglo XX.
http://topnobel.galeon.com/rita.html
Discurso de aceptación del Premio Nobel
Palabras pronunciadas el 10 de diciembre de
1986, durante el banquete ofrecido en honor de los
ganadores del Premio Nóbel.
De: Les Prix Nobel. The Nobel Prizes 1986,
Editor Wilhelm Odelberg, [Nobel Foundation], Estocolmo,
1987
"Sus majestades, sus altezas reales, damas y caballeros,
Con profundísima emoción mi apreciado amigo Stanley Cohen
y yo comparecemos aquí hoy, ante ustedes, y deseamos
expresar nuestra inmensa gratitud por haber sido
reconocidos con el mayor honor que un científico puede
soñar con recibir por sus logros: el Premio Nobel.
Stanley y yo comenzamos a trabajar juntos hace treinta y
tres años en el Departamento de Zoología de la Universidad
de Washington, en St. Louis, Missouri, dirigido en aquel
entonces por el professor Viktor Hamburger, un científico
eminente en el campo de la Neuroembriología Experimental,
un gran erudito y querido maestro y amigo. Desde entonces,
disfrutamos cada minuto de esta aventura, la cual nos
condujo hasta Estocolmo.

El talento excepcional de Stanley y su riguroso
entrenamiento en bioquímica, y mi propio entrenamiento en
neurología, el cual tuve el privilegio de recibir del
famoso científico italiano -ya fallecido- Giuseppe Levi,
en la Escuela de Medicina de la Universidad de Turín, nos
proveyó de unas bases complementarias ideales para abordar
lo que a primera vista parecía un rompecabezas fácil de
resolver: esto es, descubrir la naturaleza y el mecanismo
de acción de la molécula de una proteína que se conoció,
debido a sus propiedades biológicas, como “el factor de
crecimiento de las fibras nerviosas”. Llevó, en todo caso,
más de tres décadas comprender la complejidad del problema
que todavía hoy se investiga intensivamente en todo el
mundo.
Desearía agregar que mientras Stanley dedicó desde 1961
hasta el presente toda su maña y experiencia a la
exploración de otro factor de crecimiento -el factor de
crecimiento epidérmico- en el Departamento de Bioquímica
de la Universidad de Nashville, Tennessee, yo tuve la
suerte de estar vinculada desde hace veinte años a los
profesores Pietro Calissano y Luigi Aloe, dos destacados
investigadores y estimados amigos, quienes laboraron a
diario conmigo o de forma independiente, y a quienes se
debe gran parte del mérito del éxito en nuestros estudios
recientes sobre el factor del crecimiento de las fibras
nerviosas.
En lo que a mí respecta, debo añadir que el factor de
crecimiento no podría haber sido descubierto si no fuera
por la rigurosa enseñanza neurobiológica que recibí en mi
país natal, en la Universidad de Turín, y la generosa
hospitalidad e invaluable ayuda científica y técnica que
me dieron en la Universidad de Washington, donde pasé los
treinta años más felices y productivos de mi vida.
A nuestros colegas suecos y queridos amigos, deseo
expresarles mi eterna gratitud por sus contribuciones
fundamentales en el campo de las neurociencias. Todos
estamos en deuda con ellos por haber abierto las puertas
de la edad de oro en el área de la neurobiología, y
personalmente me siento, incluso más que cualquier otra
persona, agradecida por su labor sobresaliente en el área
del factor de crecimiento de las fibras nerviosas".
Rita Levi Montalcini por sí misma
"Mi hermana gemela Paola y yo nacimos en Turín el 22 de
abril de 1909, las menores de cuatro hermanos. Nuestros
padres fueron Adamo Levi, un ingeniero eléctrico y
matemático genial, y Adele Montalcini, una talentosa
pintora y exquisito ser humano. Nuestro hermano mayor,
Gino, quien murió hace doce años de un ataque cardíaco,
fue uno de los más conocidos arquitectos italianos y
profesor en la Universidad de Turín. Nuestra hermana Anna,
cinco años mayor que Paola y yo, vive en Turín con sus
hijos y nietos.
Desde la adolescencia, Anna fue una admiradora entusiasta
de la gran escritora sueca y premio Nóbel Selma Lagerlöf,
y me contagió de tal manera ese entusiasmo que decidí
convertirme en escritora y escribir una saga italiana “a
la Lagerlöf”. Pero las cosas habrían de tomar un giro
distinto.
Los cuatro disfrutábamos de la más maravillosa atmósfera
familiar, llena de amor y devoción recíproca. Nuestros
padres eran enormemente cultos e insuflaron en nosotros su
elevado aprecio por la búsqueda intelectual. Fue, en todo
caso, un típico estilo de vida victoriano, donde todas las
decisiones eran tomadas por la cabeza de la familia, el
esposo y padre. Él nos amaba y mostraba un gran respeto
hacia las mujeres, pero creía que una carrera profesional
interferiría con los deberes de una esposa y madre. Más
adelante decidió que nosotras tres -Anna, Paola y yo- no
nos comprometeríamos con estudios que abrieran el camino a
una carrera profesional y que no nos inscribiríamos en la
universidad.
Ya desde la niñez, Paola había demostrado un
extraordinario talento artístico, y la decisión paterna no
evitó su dedicación a tiempo completo a la pintura. Se
convirtió en una de las más destacadas pintoras en Italia
y hasta el presente sigue en plena actividad. Para mí eran
tiempos difíciles. A los veinte años, me di cuenta de que
no podría ajustarme a un rol femenino como el que concebía
mi padre, y le pedí permiso para seguir una carrera
profesional. En ocho meses llené mis lagunas en Latín,
Griego y Matemáticas, me gradué de la secundaria e ingresé
a la Escuela de Medicina en Turín.
Dos de mis colegas de la universidad y amigos cercanos,
Salvador Luria y Renato Dulbecco, fueron a recibir el
premio Nóbel en Fisiología y Medicina, respectivamente,
diecisiete y once años antes de que yo recibiera el mismo
prestigioso galardón. Los tres fuimos estudiantes del
famoso histólogo italiano, Giuseppe Levi. Estábamos en
deuda con él por su formidable entrenamiento en ciencias
biológicas, y por habernos enseñado a aproximarnos a los
problemas de una manera más rigurosa en una época en la
que esta aproximación era aún inusual.
En 1936 me gradué de la Escuela de Medicina con una
distinción Summa Cum Laude en Medicina y Cirugía, y me
matriculé para cursar la especialización de tres años en
Neurología y Psiquiatría, aún sin saber si debía dedicarme
completamente a la profesión médica o seguir al mismo
tiempo la investigación básica en Neurología. Mi
perpejidad no duraría mucho tiempo.
En 1936, Mussolini hizo público el Manifesto per la Difesa
della Razza, firmado por diez “científicos” italianos. Al
manifiesto pronto siguió la promulgación de leyes
excluyendo a los ciudadanos italianos no arios de las
carreras académicas y profesionales. Luego de un breve
período en Bruselas como invitada de un instituto
neurológico, volví a Turín cuando estaba a punto de
concretarse la invasión de Bélgica por el ejército alemán,
en la primavera de 1940, para unirme a mi familia. Las dos
alternativas que nos quedaban eran emigrar a Estados
Unidos o continuar en alguna actividad que no tuviera
apoyo ni conexión con el mundo ario en que vivíamos. Mi
familia escogió esta segunda alternativa. Entonces decidí
construir una pequeña unidad de investigación en casa e
instalarla en mi cuarto. Mi inspiración fue un artículo
publicado en 1934 por Viktor Hamburger, donde reportaba
los efectos de la extirpación de miembros en embriones de
pollo. Mi proyecto apenas había comenzado cuando Giuseppe
Levi, quien escapó de la Bélgica invadida por los nazis,
regresó a Turín y se me unió, convirtiéndose, para mi gran
orgullo, en mi primer y único asistente. El intenso
bombardeo de Turín por fuerzas aéreas anglo-americanas en
1941 hizo imperativo que abandonáramos Turín y nos
mudáramos a una casa en el campo, donde reconstruí mi
mini-laboratorio y reinicié mis experimentos. En el otoño
de 1943, la invasión de Italia por el ejército alemán nos
obligó a abandonar nuestro peligroso refugio en Piemonte y
huir a Florencia, donde vivimos en la clandestinidad hasta
el final de la guerra.
En Florencia estaba en contacto permanente con muchos
amigos cercanos y queridos, así como con valerosos
partisanos del Partito di Azione. En agosto de 1944, las
fuerzas angloamericanas obligaron a los invasores alemanes
a abandonar Florencia. En su cuartel de operaciones fui
contratada como médico y asignada a un campo de refugiados
de guerra, quienes fueron llevados a Florencia por cientos
desde el Norte, donde la guerra estaba aún en su apogeo.
Epidemias de enfermedades infecciosas y de tifus abdominal
expandieron la muerte entre los refugiados; yo estaba a
cargo como enfermera y medico, compartiendo con ellos su
sufrimiento y el peligro cotidiano de la muerte.
En Italia, la guerra terminó en mayo de 1945. Volví con mi
familia a Turín, donde retomé mis obligaciones académicas
en la universidad. En el otoño de 1947, una invitación del
profesor Viktor Hamburger a unírmele y repetir los
experimentos que habíamos ensayado años atrás en embriones
de pollo cambiaría el curso de mi vida.
Aunque había planeado permanecer en St. Louis sólo por
doce meses, los excelentes resultados de nuestra
investigación hicieron imperativo que pospusiera mi
regreso a Italia. En 1956 me ofrecieron el cargo de
Profesora Asociada y, en 1958, el de Profesora a tiempo
completo, el cual ejercí hasta mi jubilación en 1977. En
1962 establecí una unidad de investigación en Roma,
dividiendo mi tiempo entre esa ciudad y St. Louis. Entre
1969 y 1978 también fui Directora del Instituto de
Biología Celular del Consejo Nacional Italiano de
Investigación, en Roma. A mi retiro en 1979, me convertí
en Profesora Invitada en ese mismo instituto".
Levi-Montalcini, Rita, In Praise of
Imperfection: My Life and Work.
Basic Books, New York, 1988
No cualquiera
Existe traducción al castellano: Elogio de la
imperfección, Editorial Paidos, del que seleccioné el
siguiente párrafo para marcar el carácter de Rita y
demuestra que no cualquiera puede hacer lo que ella hizo.
(H.M.)
"El primer escollo residía en el
problema de cómo conseguir el material necesario ¿cómo
podía encontrar, a principios de los años treinta, fetos
humanos es estadio temprano de gestación? El aborto
oficialmente no existía en esos días, tampoco podía
recurrir al enorme número de aquellos que practicaban
clandestinamente algunos médicos o, la más de las veces,
comadronas sin escrúpulos que ignoraban las reglas más
elementales de esterilización. Descartados los abortos
clandestinos, la única fuente que me quedaba era el
material en pésimo estado de conservación que resultaba de
los abortos espontáneos y de los que se practicaban, en
contadas ocasiones y en casos muy graves, en la sección de
obstetricia del Ospedale Maggiore. El celador, tentado por
la recompensa de unas cuantas liras que le había
prometido, me llamó pocos días después de que recabara su
ayuda. ‘Tengo lo que usted necesita’, me dijo. Salí
corriendo hacía el hospital; sin embargo, no pude ocultar
mi decepción cuando vi que lo que me ofrecía era, a todas
luces, el cadáver de un niño recién nacido. ‘Pero esto no
es un feto, es un niño’, reclamé. ‘Pues lo toma o lo
deja’, contestó, lo embaló en papel de periódico y me lo
entregó. Cargando con el pesado bulto, me subí al primer
tranvía que iba directo al Instituto de anatomía. Durante
el trayecto, de repente vi aterrorizada que un piecito
salía de entre las hojas de periódico, y temblé al pensar
en las sospechas que pudiera suscitar, con mi carga y mi
poco más de veinte años, en cualquier pasajero que me
hubiese observado.
Bajé apresuradamente en la parada
siguiente, y recorrí el resto del camino a pie. Me crucé
con el bedel Conti, el autodidacta, el asesor de los
estudiantes, el hombre que compartía nuestras cuitas.
Meneó la cabeza cuando le conté el tema que me había
asignado. Examinó con ojos expertos mi feto-bebé. ‘Pero
éste se encuentra plenamente desarrollado – comentó-.
Además, lleva más de tres días de muerto. No le va a
servir para nada’. Me ayudó a disecar el cerebro,
comentando la imprudencia que había cometido al viajar con
este niño en brazos en medio de transporte público.
‘Debería darle las gracias a sus buena estrella por la
suerte que tuvo de no haber ido a para a la cárcel’. El
cerebro se desmoronó bajó nuestros instrumentos.”