La prevención del suicidio
Héctor Basile
(El comentario precedente ha sido ublicado
en La Nación de Buenos Aires el 26 de septiembre de 2006)
Por iniciativa de la Organización Mundial de la Salud
(OMS), cada año se dedica un día a la prevención del
suicidio. Semanas atrás se recordó esa fecha, en la que se
procura ampliar la asistencia a quienes por sus
antecedentes o su conducta están en situaciones críticas y
corren el riesgo de atentar contra su vida.
En coincidencia con ese llamado, durante el Segundo
Congreso Internacional de Suicidiología, en la ciudad de
Corrientes, representantes argentinos pidieron un plan de
prevención conducido por las autoridades del Ministerio de
Salud y por llevarse a cabo en el ámbito nacional.
El desenlace trágico de la existencia es asumido por mayor
número por adolescentes y jóvenes de entre 15 y 24 años o
personas que han alcanzado la tercera edad. En una
estimación mundial, se calcula que anualmente alrededor de
un millón de seres humanos cometen el acto extremo de
quitarse la vida y las proyecciones estadísticas prevén
que en 2020 el número de víctimas será un 50 por ciento
mayor. Se calcula que un joven se suicida cada 40 minutos
en el mundo; en nuestro país, cada tres horas. En el total
de víctimas, los varones casi cuadruplican a las mujeres.
Otro dato de interés se vincula con el número de suicidas
en relación con la población. Así, por ejemplo, en la
jurisdicción de Buenos Aires se producen 8 suicidios
juveniles por 100.000 habitantes; en Chubut, en cambio, la
relación es de 18 víctimas por 100.000 habitantes.
Esta información fue difundida por la Red Solidaria, que
conduce Juan Carr.
Es frecuente plantearse la pregunta de por qué se llega a
tan penoso fin, más aún cuando se trata de personas
jóvenes con un porvenir que puede presumirse promisorio.
Entre las explicaciones de base teórica a las cuales se
acude está la de admitir que en el ser humano las
tendencias a la autodestrucción coexisten con los
instintos de vida o apelar a estudios sociológicos que han
probado los efectos deprimentes de la soledad y el
aislamiento afectivo como antecedentes del suicidio.
En conexión con el interrogante aludido, el doctor José
Lumerman, del Instituto Austral del Sud, de Neuquén, ha
señalado que en las provincias patagónicas -cuyo caudal de
habitantes es escaso y se ha ido formando por migraciones
de pobladores de otros distritos del centro y norte del
país- quienes llegan en busca de mejores horizontes
laborales deben sobrellevar a menudo las duras pruebas que
provocan la soledad y la distancia que los separa de sus
familias de origen, situación que se agrava en el tiempo
invernal.
La prevención que la OMS propone exige la cooperación de
grupos interdisciplinarios cuyos esfuerzos se prodiguen
tan pronto se perciba el riesgo de comportamientos
autoagresivos. Los cuidados deben comenzar con la
detección precoz del problema y continuar con el
seguimiento y la contención afectiva de quien se muestra
vulnerable mediante la cooperación de redes sociales de
apoyo, consideradas indispensables por los especialistas.
El suicidio constituye un problema muy importante para la
salud pública, pero es prevenible en muchos casos.
La acción desde el sistema de salud es fundamental, pero
su éxito dependerá en gran medida de la ayuda y contención
familiar.

