14º Congreso Internacional de Psiquiatría
Bueno Aires, 24 de septiembre de 2007
Conferencia Inaugural
La
metafísica del pensamiento
Juan
Carlos Goldar

Como ustedes bien saben, el estudio del pensamiento es tan
complejo como el estudio del cosmos, quizá se trate en el
fondo de una sola cuestión.
Para ingresar en el estudio de la metafísica del
pensamiento, y veremos luego por qué metafísica, es
conveniente hacer una pregunta para diferenciar lo que es
una doctrina del pensamiento de lo que es una doctrina de la
mera percepción. Quien dice que ve un perro: ¿ve un perro o
piensa que, lo que ve, significa “perro”?
En la doctrina de la percepción, quien dice que ve un perro,
ve un perro, porque lo que está delante de él es un perro;
la percepción es un juicio “eso (sujeto) es (cópula) un
perro (predicado)”, la cosa, el perro, tiene ser, en sí y
por sí, el ser está en la cosa, “eso es un perro”.
En la doctrina del pensamiento las cosas sólo logran su ser
cuando significan algo: eso significa la idea perro. Al
significar la idea “perro” puede adquirir un ser que sería “es
el perro”.
Yo voy a dejar completamente de lado, en esta charla, la
doctrina de la percepción porque es la doctrina del sentido
común, “eso es un micrófono”, basta, se terminó.
La doctrina del pensamiento es muy vertiginosa. He
comprobado, después de estar cuarenta años entre
psiquiatras, que son muy pocos los psiquiatras que entienden
qué es el pensamiento. Yo mismo he tenido durante años que
sistematizar todo lo que había leído y visto en los
pacientes, para llegar a tener alguna nosión de qué es el
pensamiento. Porque habitualmente no utilizamos “el
pensamiento” más que como un término semiológico, sin saber
qué significa “pensar”.
(Una vez dijo Bohr, el famoso físico, que todos conocemos
por su modelo de los electrones en órbita alrededor del
núcleo en niveles de energía, nada menos, dijo Bohr “el que
se asoma a la mecánica cuántica y no siente vértigo, no la
entiende”. Lo mismo podemos decir de la doctrina del
pensamiento “el que se asoma a la doctrina del pensamiento y
no siente vértigo no la entiende”. Es muy vertiginosa. Y es
muy metafísica. Y sin embargo todos los días hablamos de
pensamiento como si fuese una cosa cotidiana y simple).
Lo primero que hay que comprender de la doctrina del
pensamiento es ¿qué es la cosa que significa? Eso significa
“perro” o significa “triángulo” o significa “montaña” o
significa “libro”. ¿Qué es la cosa que yo estoy viendo? Es
un sistema de cualidades. Este es el corazón de la doctrina
del pensamiento o, digamos, el primer corazón. Es un sistema
de cualidades, de cualidades formales y de cualidades
materiales. Las cualidades son la forma de las cosas y de
qué están hechas las cosas. Cuando ustedes ven un puente
creen que la materia del puente le da la forma al puente,
pero no es así, la materia manifiesta la forma del puente.
En la doctrina del pensamiento todo lo que se ve son
cualidades, cualidades formales y cualidades materiales
(como color, como sonido, como consistencia, etcétera).
Sin embargo la doctrina del pensamiento, si ustedes rastrean
2500 años de filosofía, no sostiene que esas cualidades sean
precisamente color, significan color; tampoco dice que la
cualidad material sea sonido, ¿oigo una cosa, no?, ¿esto es
sonido o significa sonido? Para la doctrina del pensamiento
significa sonido. ¿Pero qué es, entonces? Nada. Es una
sensación, una cualidad. Si no pensáramos lo que significa,
esto no significa nada, si no significa nada no es siquiera
sonido. No es que yo no lo sienta, lo siento, pero si no lo
pienso no sé qué es, tanto que no es, no es sonido, no es
luz, no es. Existe pero no es. Esta es otra de las
características esenciales de la doctrina del pensamiento.
La luz que me está iluminando, si yo no pensara que
significa luz, es una cualidad, una sensación, existe
pero no es, porque no es luz ni es sonido
ni es consistencia ni es poder ni es
alegría ni es tristeza. Es una sensación, es una
cualidad, que existe y sólo existe.
O sea, un punto esencial en la doctrina del pensamiento es
que las cosas, aisladas del pensamiento, en sí y por sí,
constituyen un caos irracional, o sea, el panorama
sensorial. Esto que yo veo, todos ustedes, si yo no pensara
que significa “todos ustedes” sería un caos irracional, miro
pero no sé lo que veo, no sé que son “ustedes”.
Afortunadamente, la investigación médica ha probado que esto
es correcto, porque un paciente puede ver y no saber qué ve;
puede oír y no saber qué oye, es posible imaginar un
paciente con agnosias en todos los sentidos: todo es
irracional, no sabe qué es.
O sea, el fundamento de la doctrina del pensamiento es el
caos irracional de las sensaciones. Las sensaciones o
sistemas de cualidades, formales y materiales, son un caos
irracional.
Uno de los grandes méritos que tiene la doctrina del
pensamiento es definir primero qué es lo irracional, porque
el pensamiento es el camino hacia lo racional. El
pensamiento tiene que poner razón en el enorme panorama
sensorial que es irracional.
Nos tenemos que decir, entonces, y preguntar ¿qué es lo que
hay, entonces?; las cosas y el significado de las cosas y
¿nada más?; las cualidades y el significado de las
cualidades y ¿nada más?; ¿somos una burbuja cerrada
integrada por cualidades y significados de cualidades?; o
sea, ¿la doctrina del pensamiento es idealismo? o ¿fuera de
la burbuja hay una realidad que no es justamente una
cualidad ni un significado? Esta es la metafísica del
pensamiento. Considerar que fuera de las cosas que vemos, de
las cosas que oímos, de las cualidades, y del significado
que le damos a las cosas, fuera de eso, en el cosmos extra
psíquico, hay una realidad; realidad de la cual las cosas
son traducciones, y de la cual los pensamientos son los
significados de esas traducciones. Esta es la doctrina del
pensamiento.
Un problema complejísimo es en qué consiste la realidad,
puesto que no consiste en ninguna de las cosas que yo veo,
es algo que está fuera de las cualidades. ¿Qué es la
realidad?
La tesis central de la metafísica del pensamiento es la
siguiente. Fuera de la psique, en el cosmos extra psíquico,
hay un mundo matemático, hay magnitudes. Las magnitudes se
traducen en cosas. Pero las cosas son cualidades, no son
cantidades, es decir, las cosas son traducciones de la
magnitud real pero ocultan la magnitud real. El color,
el sonido, son cosas que tenemos solamente en la psique,
afuera no hay nada así, lo que hay afuera son magnitudes,
pero las magnitudes no aparecen en las cosas.
El pensamiento tiene que leer las magnitudes que están en
las cosas, y esto es el intelecto. Este vaso es una cosa,
adentro están las magnitudes de la realidad, esto es una
traducción cualitativa de magnitudes, el pensamiento lee en
el interior de la cosa, así es la palabra “intellectus”,
“intus legere”, leer adentro, esto es la percepción
intelectual, se percibe la magnitud que está oculta en
las cosas.
Ya comienza el vértigo de la verdadera doctrina del
pensamiento: percibimos las magnitudes que están en las
cosas. ¿Dónde las percibimos? ¿Qué es el pensamiento? Actos,
actos psíquicos, actos de la vida.
Estos actos se organizan como si fueran campos donde las
magnitudes, que están ocultas en las cosas, se perciben como
dimensiones. Es decir, el acto de pensar no sólo tiene
una determinación endógena que es la categoría; por ejemplo
el campo puede ser espacial, el campo puede ser temporal,
puede ser aritmético, puede ser intensivo, puede ser
cromático, puede ser tonal, esa es una determinación de
categoría en el sentido no sólo de Kant sino más aún de
Aristóteles. Pero, además, en cada campo se perciben las
magnitudes de la realidad, magnitudes que están ocultas en
las cosas.
Lo que llamamos “ideas”, o sea donde las cosas significan,
tienen una determinación de categoría (campo de espacio o
campo de tiempo o campo de color) y además una determinación
cuantitativa que es la percepción de las magnitudes. Las
magnitudes se perciben en los campos. Por ejemplo, cuando
una cosa significa el campo espacial, esa cosa se vivencia
como un ente que está en el espacio; cuando una cosa
significa el campo espacial y además significa las
dimensiones del campo espacial, entonces se vivencia como un
ente que está en el espacio y tiene cierta longitud o
superficie o volumen. Cuando una cosa significa el campo
temporal, esa cosa se vivencia como un ente que está en el
tiempo. Así pensamos las cosas según la doctrina del
pensamiento. Pero cuando además de significar el campo
temporal significa la dimensión del campo temporal, que es
la percepción de las magnitudes reales, se vivencia como un
ente que está en el tiempo y tiene cierta duración. Cuando
una cosa significa el campo aritmético, esta cosa se
vivencia como un número, pero si además significa la
dimensión de un campo aritmético se vivencia como cierto
número, ya no es el número en abstracto sino el número 4.
Cuando es categorial sólo, cuando se trata sólo del campo,
las vivencias son abstractas, pero cuando además se trata de
la dimensión que está en el campo, la vivencia es concreta.
Los objetos, la mayoría de los objetos, un perro, una
montaña, la luz, un zapato, significan muchos campos, tienen
significados espaciales, temporales, intensivos, cromáticos,
tonales, etcétera, muchos campos. Cuando una cosa significa
un sistema de campos y de dimensiones de campos, esa cosa se
vivencia como un cierto objeto.
Una cosa notable es que tanto los objetos abstractos como
los concretos tienen determinaciones categoriales y
determinaciones cuantitativas. Vale decir, imaginen ustedes
un momento, el objeto “vertebrado” es tan categorial y
cuantitativo como el objeto “mamífero”, el objeto “mamífero”
es tan categorial y cuantitativo como el objeto “perro”,
pero, el objeto “perro”, que es completamente abstracto, es
tan categorial y cuantitativo como el objeto “el perro de mi
vecino”.
Es una larga discusión en la historia de la filosofía si
existen o no existen los objetos abstractos. En la Edad
Media esto se llama “el debate por los universales”, y el
hombre que termina con todo esto ya en la Edad Moderna es
George Berkeley, el gran filósofo irlandés: no hay objetos
abstractos, todos son concretos.
Señores, hasta acá he corrido un poco porque quise dar la
primera parte de la doctrina del pensamiento que es lo que
podemos llamar “la cuestión de las estructuras”. La
estructura de la cosa con sus cualidades, la estructura de
la idea con sus determinaciones categoriales y
cuantitativas, y la estructura del objeto con todos sus
campos y dimensiones.
Pero ahora vamos a entrar a la parte más vertiginosa de la
doctrina del pensamiento, que son los tres temas más
complicados.
El primer problema es el de la continuidad del mundo. En
segundo lugar el problema de la exactitud del mundo, que
también es un problema de altísima complejidad. Y el otro
problema tremendo es el problema ¿dónde está la causalidad,
en el panorama sensorial o en el pensamiento?
Comencemos por el problema de la continuidad, que es un
problema esencial para entender el pensamiento.
Anaxágoras de Clazomene, el famoso filósofo presocrático
decía que en lo más pequeño no hay un mínimo, siempre hay un
menor, una cifra no puede ser la más chica, siempre hay una
más chica que ella, y la más chica tiene una más chica que
ella, o sea, que todo es infinitamente divisible; esto es la
continuidad, es la cuestión del infinito. La continuidad es
la cuestión del infinito. Es infinitamente divisible, nunca
accedo a lo más chico. Si ustedes arrojan una piedra desde
el décimo piso a la planta baja, van a creer que la
velocidad ha aumentado, y realmente así ocurre: sale de
velocidad 0 y pega en la vereda con velocidad 90 kilómetros
por hora. La energía cinética ha aumentado terriblemente
porque la energía cinética es igual a masa por velocidad al
cuadrado, ha aumentado con el cuadrado de la velocidad. ¿Qué
es lo que creen todos? ¿Qué es lo que creemos en el paisaje
irracional, en la piedra que pega en la vereda? Que la
piedra ha pasado por todas las velocidades, ha pasado por
infinitos valores de velocidad hasta pegar en la vereda, o
sea que ha crecido a través de todos los infinitésimos.
Este es el viejo problema del infinito. Los antiguos decían
que el infinito no existe en realidad, que el infinito es
sólo una cosa que se puede definir negativamente como lo
inagotable. Aristóteles decía esto. Matemáticos como Gauss
decían “infinito no es ninguna magnitud”, no hay infinito.
Sin embargo otros han dicho: sí, hay un infinito, que se
caracteriza porque la parte es igual al todo. Eso es un
infinito, decía Guillermo de Occam, el gran filósofo del
Siglo XIV. En una semilla, en un haba, hay tantas partes
como en el resto del universo, el todo y la parte son
equivalentes, es infinita la cantidad de partes que hay
dentro de un haba como son infinitas las partes que hay en
el universo. Este concepto de equivalencia entre parte y
todo fue utilizado por Cantor, como ustedes saben. La
cantidad de números pares es igual a la cantidad de todos
los números naturales. Si ustedes ponen en fila 1, 2, 3, 4,
5, 6, 7, 8 y al lado ponen 2, 4, 6, 8, son dos listas
infinitas, sin embargo los números pares son un subconjunto
de todos los números, son una parte del todo, sin embargo
ambos son infinitos.
El hombre más grande en el estudio del infinito, y a mi
juicio el hombre que abre la doctrina del pensamiento, es
Zenón de Elea, cuyas aporías o paradojas ustedes conocen. La
aporía central de Zenón de Elea —que, igual que Anaxágoras,
enseñó en Atenas en la época de Pericles— es la siguiente:
cómo puedo ir yo de A a B si debo recorrer infinitos puntos;
si los puntos son infinitos, cómo voy a llegar al fin. Hay
una paradoja: si tengo que pasar a través de puntos
infinitos no puedo llegar nunca al fin; o sea, entre llegar
a la meta y atravesar un camino infinito hay una paradoja.
Es lo que se llama también una aporía y, como Zenón es un
hombre de la escuela de Elea, a esta aporía se la llama
aporía eleática, que es prácticamente el segundo corazón de
la doctrina del pensamiento. ¿Cómo resolver esta aporía? Con
la doctrina del pensamiento.
La manera de resolver la aporía la he encontrado en la
física del movimiento oscilatorio, fíjense que paranoia ¿no?
El oscilador más común es el péndulo, todos sabemos qué es
un péndulo, y creemos que el péndulo, si lo dejamos, vuelve
otra vez a 0 y se detiene igual que la piedra que cayó,
pasando por todos los valores, pasando por infinitos valores
llega a 0. Si lo viera Zenón diría cómo va a llegar a 0 si
tiene que atravesar un camino infinito, no puede llegar a 0
atravesando todos los valores.
El hombre que puso la pica en Flandes se llamaba Max Planck,
el más grande físico después de Newton, con perdón de los
einsteinianos que son la mayoría aquí presente. Dice Planck:
todo oscilador tiene una energía que es proporcional a la
frecuencia natural de ese oscilador. Efectivamente, cada
péndulo, según su longitud, tiene su frecuencia natural; la
energía es proporcional a la frecuencia del péndulo, pero
multiplicada por una constante de proporcionalidad, que es
la constante h de Planck. Cuando un péndulo tiene
mucha energía sube mucho, cuando tiene poca energía sube
poco, cuando tiene menos y menos energía sube menos, cuando
tiene menos energía sube aún menos y luego se detiene.
Planck decía: los muchachos creen que el péndulo pasa por
todas las alturas infinitas, o sea que va perdiendo energía
de manera continua, a través de infinitos. Gravísimo error,
han vivido todos equivocados, hasta mí.
Cuando estaba haciendo esta teoría fue a pasear con el hijo
y le dijo: hijo volvamos a casa que tengo que trabajar, tu
padre está por cambiar el mundo. Otro paranoico terrible…
Han vivido todos equivocados, el péndulo no baja
continuamente, el péndulo baja en escalones, hoy está en 20
mañana en 18… Ustedes dirán: pero pasó por 19. 19 está
prohibida dice Planck. Si tengo que ir de 20 a 18 voy de 20
a 18, no puedo pasar por 19; es una energía prohibida. Las
energías son o la constante o un múltiplo entero de la
constante, no hay número fraccionario.
Cuando los demás científicos leyeron el trabajo de Planck
pensaron que estaba bajo el efecto del alcohol, ¿cómo voy a
pasar de 20 a 18 sin pasar por 19? Y Planck dice: nadie
puede explicar lo que pasa con los cuerpos que se calientan
y se ponen incandescentes; para explicarlo utilicen mi
fórmula. Cuando utilizaban su fórmula era la única
explicación que había a un fenómeno, a lo que Planck agregó
que todo fenómeno del mundo se explica así. La realidad es
discontinua.
Observen ustedes cómo se liquida la aporía. Lo que parece
continuo significa discontinuidad. La discontinuidad no es
una cosa de los sentidos, es una cosa del pensamiento.
Ustedes me preguntarán ¿pudo ver alguna vez, alguien, ver
una dimensión tan pequeña? Porque no crean que se pasa de 20
centímetros a 18 centímetros. ¿Saben de cuánto son los
intervalos?, miden 10-33 metros. Esta dimensión
es muchísimo más chica que cualquier átomo. Lo que dice
Planck es que tiene razón Zenón, que no puedo pasar por un
camino infinito porque no podré llegar al fin, pero puedo si
voy saltando magnitudes pequeñas de 10-33 metros.
Planck decía que la discontinuidad no se ve, se piensa;
ningún físico ve esa dimensión; ellos lo saben
perfectamente: es un hecho del pensamiento, no es un hecho
de la sensación. ¿Quién va a ver 10-33? Va
saltando magnitudes pequeñas y así se salva de pasar por el
infinito y puede llegar al final. Un modo de eliminar la
aporía eleática.
¿Pero por qué el pensamiento es discontinuo? Porque los
campos del pensamiento tienen dimensiones, y las dimensiones
de los pensamientos son percepciones de las magnitudes
reales. Percepciones intelectuales, no sensoriales.
Y acá va la segunda parte de la metafísica del pensamiento:
la realidad extra psíquica consiste en magnitudes
discontinuas. La realidad es discontinua. Primera cuestión,
continuidad – discontinuidad. Así que podemos resumir esto
diciendo así: cuando una cosa que sensorialmente es
continua significa “discontinuidad” esa cosa se vivencia
como un ente agotable. ¿Qué quiere decir agotable? Que
se puede recorrer enteramente porque sus partes no son
infinitas. Este es el principio de toda la física del Siglo
XX, este es el principio de toda la ciencia del Siglo XX.
Vemos una continuidad, creemos que se puede recorrer todo,
pero el pensamiento dice que no hay continuidad. Sólo hay
golpes discontinuos, muy pequeños, tan pequeños que se
pueden pensar pero no se pueden ver.
Y esto está estrechamente ligado al problema de la
causalidad. Decimos que una cosa es la causa de la otra, que
una bola de billar en movimiento le pega a otra bola de
billar que está quieta y la pone en marcha. ¿Qué es lo que
estamos diciendo? Que la energía cinética de la bola “uno”
se transformó en la energía cinética de la bola “dos”. La
causa se transforma en el efecto. Pero la energía se
conserva. La causalidad está ligada a lo que se denomina el
principio de la conservación de la energía. Tengo frío, me
caliento las manos, froto las manos porque tengo frío, la
energía cinética de la operación de frotar se transforma en
energía cinética térmica, una energía se transforma en la
otra: nada se pierde, nada se crea, todo se transforma,
Lavoisier, Helmholtz, la conservación de la materia y de la
energía. En el pensamiento, que es cuantitativo, que tiene
dimensiones, eso no ocurre. Eso es lo que vemos, pero en el
pensamiento lo que hay es dimensión.
Por ejemplo, ustedes pueden ver que yo caliento una barra de
hierro y se dilata, o sea, la energía cinética del calor se
transforma en energía cinética que produce la dilatación del
cuerpo, se transforma la energía, es lo que veo. ¿Qué es lo
que pienso? ¿Cómo trabaja el pensamiento? El pensamiento
pone coordenadas cartesianas: en las ordenadas el volumen y
en las abscisas la temperatura, pero el pensamiento no cree
que cada temperatura sea la causa de un aumento de volumen.
Los valores de las abscisas no son causa de los valores
de las ordenadas. En el paisaje sensorial hay
transformación, en el reino cuantitativo no hay
transformación, hay una función matemática: y
es función de x, se acabó, no hay principio de
conservación de la energía.
¿Qué dice la doctrina del pensamiento? Que fuera de la
psique no hay ninguna causalidad, así como no hay ningún
color… Lo que hay es una regla de una función matemática, la
regla puede ser x al cuadrado, dos x; lo que sea, uno sobre
x, lo que sea, la regla de la función. Sin embargo, lo más
curioso de la doctrina del pensamiento, y con esto nos
acercamos al final, es el problema de la exactitud del
mundo.
Si ustedes le preguntan a la gente ¿la naturaleza es
perfecta? Pero cómo no va a ser perfecta, si lo único
perfecto que hay es la naturaleza, responde la gente.
¿Qué significa perfección? Aristóteles decía: perfecto es lo
completo, aquello que no le falta nada; perfección es ser
completo, que no le falte nada.
En el paisaje sensorial, en el caos irracional, creemos que
se podría llegar a conocer con el más refinado detalle una
medida, porque podríamos transitar todos los infinitos hasta
determinar con absoluta precisión una medida. La naturaleza
es perfecta, nosotros no podemos llegar a eso.
Laplace, el famoso astrónomo francés, que escribió la
Mecánica celeste, y cuando la terminó Napoleon le dijo
“no veo que en su mecánica celeste haya citado al Creador”,
y Laplace le contestó “Majestad, no tuve necesidad de esa
hipótesis”. Laplace decía si en vez de ser tarados como
somos fuésemos superdotados y pudiésemos conocer los
infinitésimos hasta los últimos, el futuro se nos
presentaría ante nuestros ojos. Si pudiéramos ver con
detalle todo lo que está pasando ahora sabríamos lo que va a
pasar inmediatamente después, y el futuro no sería un
misterio.
Pero en el reino cuantitativo no hay continuidad ni hay
infinitésimos, la naturaleza es imperfecta; lo que hay es
discontinuidad. Hay una barrera que impide conocer el
detalle, las cantidades que debiéramos conocer para ser
refinados están encerradas adentro de un cuanto, son
cantidades prohibidas. Esto en física se conoce como el
principio de indeterminación del alemán Werner Heisenberg.
No es justamente el principio, pero yo no quiero extenderme
sobre el asunto. El hecho esencial es que cuando yo penetro
en las cosas, el mundo racional, la naturaleza se torna
imperfecta porque está llena de barreras… Esto es la física
del Siglo XX.
Heisenberg solía decir: yo no sé cuándo un electrón va a
emitir un fotón, no lo puedo predecir, aunque tuviera todos
los datos no lo puedo predecir, un electrón es algo
completamente aleatorio.
No podemos penetrar, hay barreras que nos impiden entrar,
hay comandos que ni la naturaleza misma puede decidir. Todo
es al azar, no sabemos cuándo va a ocurrir, no podemos, no
hay medidas que medir. Einstein se enojaba terriblemente con
esto. Ustedes saben la famosa anécdota: cómo que no se puede
predecir cuándo se va a disparar un fotón decía Albert
Einstein, Dios no juega a los dados, decía Einstein. Y Niels
Bohr le contesto: Einstein, no le digas a Dios lo que debe
hacer.
Lo que yo quiero decir es esto: les he mostrado tres
antítesis. Lo continuo y lo discontinuo, lo causal y lo
acausal, lo perfecto y lo imperfecto.
Es el panorama sensorial y el reino cuantitativo, el paisaje
y el reino le llamo yo.
El paisaje parece perfecto, es causal. El reino es
imperfecto, no tiene causalidad. El reino refleja la
realidad extra psíquica, la realidad extra psíquica no es
perfecta. Ilusión sensorial, esta es la doctrina del
pensamiento, lo irracional es ilusorio, esto es Planck, no
se dejen engañar por lo que ven… El pensamiento les va a
decir que “las cosas” no son continuas ni son causales ni
son perfectas.
Los físicos actuales están tan excitados, a partir de las
cosas que hizo Heisenberg y de las cosas que hizo Planck,
que ya no les interesa más la causalidad. La causa ya no les
interesa más. No creen que el mundo en su fundamento
cuantitativo sea causal. Ellos piensan que las partículas
nacen de la nada, es más, piensan que el universo ha nacido
de la nada…, “tout d’un coup”.
Muchos físicos se agarran la cabeza y creen que esto es un
retorno a la religiosidad más desesperante…, pero lo dicen
cada vez con menos naturalidad.
Lo que yo quiero señalar para terminar es que esta lucha
entre el paisaje perfecto y el reino imperfecto, es una
lucha característica del pensamiento del Siglo XX, y que
actualmente sigue teniendo la misma fuerza que tenía antes.
Esta lucha entre lo perfecto y lo imperfecto, entre lo
causal y lo acausal, es característica del pensamiento del
Siglo XX y se nota sobre todo en la relación entre la
pintura y la física. El arte del Siglo XX, tanto la pintura
como la música, pero en la pintura es más claro para
decirlo, se ha querido alejar del paisaje sensorial, ha
visto en ello una ilusión. Por eso cuando ustedes ven un
cuadro de Picasso o un cuadro de Kandinsky o una lámina de
Mondrian, tienen la sensación de que eso no es nada, y se
llama arte no figurativo, es correcto, no es nada. Kandinsky
no es nada, Mondrian…, ustedes vean una lámina de Mondrian…,
un montón de rayas, una roja, otra amarilla, otra verde, y
pensarán, si tienen conocimiento de la doctrina del
pensamiento, pensarán: y bueno… así será la realidad. Porque
el mundo de los sentidos, el universo que vemos no es así…
Impresionismo, expresionismo: impresiones del paisaje,
expresiones del reino.
La música ha despreciado todo lo que produce un placer
sensorial, ha liquidado el tono, ha liquidado la clave, ha
liquidado la melodía… Así como la revolución en la pintura
comienza con Cezanne y la revolución en la física comienza
con Planck, la revolución en la música comienza con Richard
Strauss , escuchen ustedes el Till Eulenspiegels
de Richard Strauss y ya van a ver ahí un camino hacia la
realidad, hasta llegar a Schoenberg, hasta llegar a Berg,
son como el Mondrian de la música, son como Heisenberg, son
como Schrödinger en la física. A ellos no les importa ningún
principio de las cosas, no respetan ningún principio del
mundo. Una función cuántica es tan caprichosa que dice que
una bola que va de acá hasta acá, y que va y vuelve, va y
vuelve, por acá no pasa, entonces preguntan ¿por dónde pasa?
Por ningún lado, pero va de A a B y vuelve de B a A, si…
¿Entonces tiene una trayectoria? No, no tiene una
trayectoria porque la probabilidad es, este punto, cero.
¿Usted me quiere volver loco a mí?, me preguntan. O ¿usted
está loco? No. Yo no hablo de lo que vemos, yo hablo de las
matemáticas, del reino matemático, la realidad no es lo que
usted ve, es lo que nosotros pensamos con las ecuaciones… No
hay trayectoria, no hay causa… Es la revolución del
pensamiento.
La revolución del Siglo XX. De buena gana yo me detendría
acá, en el aspecto político de esta revolución, pero no lo
voy a hacer, hay cosas que hay que llevarse a la tumba… La
misma revolución que ocurrió en la física, en la doctrina
del pensamiento, que ocurrió en la música y en la pintura…
Esa lucha entre el paisaje y el reino, entre lo cualitativo
sensorial y lo cuantitativo racional, real, matemático,
discontinuo… eso mismo ocurrió en la política…
La última pregunta es
esta, la última cuestión es esta: ¿tiene razón esta
revolución? Bueno… ¿Qué es lo que nos interesa? La verdad.
¿Qué es la verdad? Discúlpenme que lo cite, porque hay
muchos que lo odian mucho, pero el General Perón decía: “la
única verdad es la realidad”. Justamente, la verdad es la
realidad, la realidad está en el panorama, en el paisaje,
pero está oculta, hay que pensarla. Las cosas ocultan la
verdad, el pensamiento descubre la verdad, esto es
ocultación, esto es desocultación… La revolución, señores,
está completamente justificada.
Muchas gracias.
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