SEMIOLOGÍA PSIQUIÁTRICA Y PSICOPATÍA

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14º Congreso Internacional de Psiquiatría

Bueno Aires, 24 de septiembre de 2007

Conferencia Inaugural

 

La metafísica del pensamiento

Juan Carlos Goldar

 

Como ustedes bien saben, el estudio del pensamiento es tan complejo como el estudio del cosmos, quizá se trate en el fondo de una sola cuestión.

Para ingresar en el estudio de la metafísica del pensamiento, y veremos luego por qué metafísica, es conveniente hacer una pregunta para diferenciar lo que es una doctrina del pensamiento de lo que es una doctrina de la mera percepción. Quien dice que ve un perro: ¿ve un perro o piensa que, lo que ve, significa “perro”?

En la doctrina de la percepción, quien dice que ve un perro, ve un perro, porque lo que está delante de él es un perro; la percepción es un juicio “eso (sujeto) es (cópula) un perro (predicado)”, la cosa, el perro, tiene ser, en sí y por sí, el ser está en la cosa, “eso es un perro”.

En la doctrina del pensamiento las cosas sólo logran su ser cuando significan algo: eso significa la idea perro. Al significar la idea “perro” puede adquirir un ser que sería “es el perro”.

Yo voy a dejar completamente de lado, en esta charla, la doctrina de la percepción porque es la doctrina del sentido común, “eso es un micrófono”, basta, se terminó.

La doctrina del pensamiento es muy vertiginosa. He comprobado, después de estar cuarenta años entre psiquiatras, que son muy pocos los psiquiatras que entienden qué es el pensamiento. Yo mismo he tenido durante años que sistematizar todo lo que había leído y visto en los pacientes, para llegar a tener alguna nosión de qué es el pensamiento. Porque habitualmente no utilizamos “el pensamiento” más que como un término semiológico, sin saber qué significa “pensar”.

(Una vez dijo Bohr, el famoso físico, que todos conocemos por su modelo de los electrones en órbita alrededor del núcleo en niveles de energía, nada menos, dijo Bohr “el que se asoma a la mecánica cuántica y no siente vértigo, no la entiende”. Lo  mismo podemos decir de la doctrina del pensamiento “el que se asoma a la doctrina del pensamiento y no siente vértigo no la entiende”. Es muy vertiginosa. Y es muy metafísica. Y sin embargo todos los días hablamos de pensamiento como si fuese una cosa cotidiana y simple).

Lo primero que hay que comprender de la doctrina del pensamiento es ¿qué es la cosa que significa? Eso significa “perro” o significa “triángulo” o significa “montaña” o significa “libro”. ¿Qué es la cosa que yo estoy viendo? Es un sistema de cualidades. Este es el corazón de la doctrina del pensamiento o, digamos, el primer corazón. Es un sistema de cualidades, de cualidades formales y de cualidades materiales. Las cualidades son la forma de las cosas y de qué están hechas las cosas. Cuando ustedes ven un puente creen que la materia del puente le da la forma al puente, pero no es así, la materia manifiesta la forma del puente. En la doctrina del pensamiento todo lo que se ve son cualidades, cualidades formales y cualidades materiales (como color, como sonido, como consistencia, etcétera).

Sin embargo la doctrina del pensamiento, si ustedes rastrean 2500 años de filosofía, no sostiene que esas cualidades sean precisamente color, significan color; tampoco dice que la cualidad material sea sonido, ¿oigo una cosa, no?, ¿esto es sonido o significa sonido? Para la doctrina del pensamiento significa sonido. ¿Pero qué es, entonces? Nada. Es una sensación, una cualidad. Si no pensáramos lo que significa, esto no significa nada, si no significa nada no es siquiera sonido. No es que yo no lo sienta, lo siento, pero si no lo pienso no sé qué es, tanto que no es, no es sonido, no es luz, no es. Existe pero no es. Esta es otra de las características esenciales de la doctrina del pensamiento. La luz que me está iluminando, si yo no pensara que significa luz, es una cualidad, una sensación, existe pero no es, porque no es luz ni es sonido ni es consistencia ni es poder ni es alegría ni es tristeza. Es una sensación, es una cualidad, que existe y sólo existe.

O sea, un punto esencial en la doctrina del pensamiento es que las cosas, aisladas del pensamiento, en sí y por sí, constituyen un caos irracional, o sea, el panorama sensorial. Esto que yo veo, todos ustedes, si yo no pensara que significa “todos ustedes” sería un caos irracional, miro pero no sé lo que veo, no sé que son “ustedes”.

Afortunadamente, la investigación médica ha probado que esto es correcto, porque un paciente puede ver y no saber qué ve; puede oír y no saber qué oye, es posible imaginar un paciente con agnosias en todos los sentidos: todo es irracional, no sabe qué es.

O sea, el fundamento de la doctrina del pensamiento es el caos irracional de las sensaciones. Las sensaciones o sistemas de cualidades, formales y materiales, son un caos irracional.

Uno de los grandes méritos que tiene la doctrina del pensamiento es definir primero qué es lo irracional, porque el pensamiento es el camino hacia lo racional. El pensamiento tiene que poner razón en el enorme panorama sensorial que es irracional.

Nos tenemos que decir, entonces, y preguntar ¿qué es lo que hay, entonces?; las cosas y el significado de las cosas y ¿nada más?; las cualidades y el significado de las cualidades y ¿nada más?; ¿somos una burbuja cerrada integrada por cualidades y significados de cualidades?; o sea, ¿la doctrina del pensamiento es idealismo? o ¿fuera de la burbuja hay una realidad que no es justamente una cualidad ni un significado? Esta es la metafísica del pensamiento. Considerar que fuera de las cosas que vemos, de las cosas que oímos, de las cualidades, y del significado que le damos a las cosas, fuera de eso, en el cosmos extra psíquico, hay una realidad; realidad de la cual las cosas son traducciones, y de la cual los pensamientos son los significados de esas traducciones. Esta es la doctrina del pensamiento.

Un problema complejísimo es en qué consiste la realidad, puesto que no consiste en ninguna de las cosas que yo veo, es algo que está fuera de las cualidades. ¿Qué es la realidad?

La tesis central de la metafísica del pensamiento es la siguiente. Fuera de la psique, en el cosmos extra psíquico, hay un mundo matemático, hay magnitudes. Las magnitudes se traducen en cosas. Pero las cosas son cualidades, no son cantidades, es decir, las cosas son traducciones de la magnitud real pero ocultan la magnitud real. El color, el sonido, son cosas que tenemos solamente en la psique, afuera no hay nada así, lo que hay afuera son magnitudes, pero las magnitudes no aparecen en las cosas.

El pensamiento tiene que leer las magnitudes que están en las cosas, y esto es el intelecto. Este vaso es una cosa, adentro están las magnitudes de la realidad, esto es una traducción cualitativa de magnitudes, el pensamiento lee en el interior de la cosa, así es la palabra “intellectus”, “intus legere”, leer adentro, esto es la percepción intelectual, se percibe la magnitud que está oculta en las cosas.

Ya comienza el vértigo de la verdadera doctrina del pensamiento: percibimos las magnitudes que están en las cosas. ¿Dónde las percibimos? ¿Qué es el pensamiento? Actos, actos psíquicos, actos de la vida.

Estos actos se organizan como si fueran campos donde las magnitudes, que están ocultas en las cosas, se perciben como dimensiones. Es decir, el acto de pensar no sólo tiene una determinación endógena que es la categoría; por ejemplo el campo puede ser espacial, el campo puede ser temporal, puede ser aritmético, puede ser intensivo, puede ser cromático, puede ser tonal, esa es una determinación de categoría en el sentido no sólo de Kant sino más aún de Aristóteles. Pero, además, en cada campo se perciben las magnitudes de la realidad, magnitudes que están ocultas en las cosas.

Lo que llamamos “ideas”, o sea donde las cosas significan, tienen una determinación de categoría (campo de espacio o campo de tiempo o campo de color) y además una determinación cuantitativa que es la percepción de las magnitudes. Las magnitudes se perciben en los campos. Por ejemplo, cuando una cosa significa el campo espacial, esa cosa se vivencia como un ente que está en el espacio; cuando una cosa significa el campo espacial y además significa las dimensiones del campo espacial, entonces se vivencia como un ente que está en el espacio y tiene cierta longitud o superficie o volumen. Cuando una cosa significa el campo temporal, esa cosa se vivencia como un ente que está en el tiempo. Así pensamos las cosas según la doctrina del pensamiento. Pero cuando además de significar el campo temporal significa la dimensión del campo temporal, que es la percepción de las magnitudes reales, se vivencia como un ente que está en el tiempo y tiene cierta duración. Cuando una cosa significa el campo aritmético, esta cosa se vivencia como un número, pero si además significa la dimensión de un campo aritmético se vivencia como cierto número, ya no es el número en abstracto sino el número 4.

Cuando es categorial sólo, cuando se trata sólo del campo, las vivencias son abstractas, pero cuando además se trata de la dimensión que está en el campo, la vivencia es concreta. Los objetos, la mayoría de los objetos, un perro, una montaña, la luz, un zapato, significan muchos campos, tienen significados espaciales, temporales, intensivos, cromáticos, tonales, etcétera, muchos campos. Cuando una cosa significa un sistema de campos y de dimensiones de campos, esa cosa se vivencia como un cierto objeto.

Una cosa notable es que tanto los objetos abstractos como los concretos tienen determinaciones categoriales y determinaciones cuantitativas. Vale decir, imaginen ustedes un momento, el objeto “vertebrado” es tan categorial y cuantitativo como el objeto “mamífero”, el objeto “mamífero” es tan categorial y cuantitativo como el objeto “perro”, pero, el objeto “perro”, que es completamente abstracto, es tan categorial y cuantitativo como el objeto “el perro de mi vecino”.

Es una larga discusión en la historia de la filosofía si existen o no existen los objetos abstractos. En la Edad Media esto se llama “el debate por los universales”, y el hombre que termina con todo esto ya en la Edad Moderna es George Berkeley, el gran filósofo irlandés: no hay objetos abstractos, todos son concretos.

 

Señores, hasta acá he corrido un poco porque quise dar la primera parte de la doctrina del pensamiento que es lo que podemos llamar “la cuestión de las estructuras”. La estructura de la cosa con sus cualidades, la estructura de la idea con sus determinaciones categoriales y cuantitativas, y la estructura del objeto con todos sus campos y dimensiones.

 

Pero ahora vamos a entrar a la parte más vertiginosa de la doctrina del pensamiento, que son los tres temas más complicados.

El primer problema es el de la continuidad del mundo. En segundo lugar el problema de la exactitud del mundo, que también es un problema de altísima complejidad. Y el otro problema tremendo es el problema ¿dónde está la causalidad, en el panorama sensorial o en el pensamiento?

 

Comencemos por el problema de la continuidad, que es un problema esencial para entender el pensamiento.

Anaxágoras de Clazomene, el famoso filósofo presocrático decía que en lo más pequeño no hay un mínimo, siempre hay un menor, una cifra no puede ser la más chica, siempre hay una más chica que ella, y la más chica tiene una más chica que ella, o sea, que todo es infinitamente divisible; esto es la continuidad, es la cuestión del infinito. La continuidad es la cuestión del infinito. Es infinitamente divisible, nunca accedo a lo más chico. Si ustedes arrojan una piedra desde el décimo piso a la planta baja, van a creer que la velocidad ha aumentado, y realmente así ocurre: sale de velocidad 0 y pega en la vereda con velocidad 90 kilómetros por hora. La energía cinética ha aumentado terriblemente porque la energía cinética es igual a masa por velocidad al cuadrado, ha aumentado con el cuadrado de la velocidad. ¿Qué es lo que creen todos? ¿Qué es lo que creemos en el paisaje irracional, en la piedra que pega en la vereda? Que la piedra ha pasado por todas las velocidades, ha pasado por infinitos valores de velocidad hasta pegar en la vereda, o sea que ha crecido a través de todos los infinitésimos.

Este es el viejo problema del infinito. Los antiguos decían que el infinito no existe en realidad, que el infinito es sólo una cosa que se puede definir negativamente como lo inagotable. Aristóteles decía esto. Matemáticos como Gauss decían “infinito no es ninguna magnitud”, no hay infinito.

Sin embargo otros han dicho: sí, hay un infinito, que se caracteriza porque la parte es igual al todo. Eso es un infinito, decía Guillermo de Occam, el gran filósofo del Siglo XIV. En una semilla, en un haba, hay tantas partes como en el resto del universo, el todo y la parte son equivalentes, es infinita la cantidad de partes que hay dentro de un haba como son infinitas las partes que hay en el universo. Este concepto de equivalencia entre parte y todo fue utilizado por Cantor, como ustedes saben. La cantidad de números pares es igual a la cantidad de todos los números naturales. Si ustedes ponen en fila 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8 y al lado ponen 2, 4, 6, 8, son dos listas infinitas, sin embargo los números pares son un subconjunto de todos los números, son una parte del todo, sin embargo ambos son infinitos.

El hombre más grande en el estudio del infinito, y a mi juicio el hombre que abre la doctrina del pensamiento, es Zenón de Elea, cuyas aporías o paradojas ustedes conocen. La aporía central de Zenón de Elea —que, igual que Anaxágoras, enseñó en Atenas en la época de Pericles— es la siguiente: cómo puedo ir yo de A a B si debo recorrer infinitos puntos; si los puntos son infinitos, cómo voy a llegar al fin. Hay una paradoja: si tengo que pasar a través de puntos infinitos no puedo llegar nunca al fin; o sea, entre llegar a la meta y atravesar un camino infinito hay una paradoja. Es lo que se llama también una aporía y, como Zenón es un hombre de la escuela de Elea, a esta aporía se la llama aporía eleática, que es prácticamente el segundo corazón de la doctrina del pensamiento. ¿Cómo resolver esta aporía? Con la doctrina del pensamiento.

La manera de resolver la aporía la he encontrado en la física del movimiento oscilatorio, fíjense que paranoia ¿no? El oscilador más común es el péndulo, todos sabemos qué es un péndulo, y creemos que el péndulo, si lo dejamos, vuelve otra vez a 0 y se detiene igual que la piedra que cayó, pasando por todos los valores, pasando por infinitos valores llega a 0. Si lo viera Zenón diría cómo va a llegar a 0 si tiene que atravesar un camino infinito, no puede llegar a 0 atravesando todos los valores.

El hombre que puso la pica en Flandes se llamaba Max Planck, el más grande físico después de Newton, con perdón de los einsteinianos que son la mayoría aquí presente. Dice Planck: todo oscilador tiene una energía que es proporcional a la frecuencia natural de ese oscilador. Efectivamente, cada péndulo, según su longitud, tiene su frecuencia natural; la energía es proporcional a la frecuencia del péndulo, pero multiplicada por una constante de proporcionalidad, que es la constante h de Planck. Cuando un péndulo tiene mucha energía sube mucho, cuando tiene poca energía sube poco, cuando tiene menos y menos energía sube menos, cuando tiene menos energía sube aún menos y luego se detiene. Planck decía: los muchachos creen que el péndulo pasa por todas las alturas infinitas, o sea que va perdiendo energía de manera continua, a través de infinitos. Gravísimo error, han vivido todos equivocados, hasta mí.

Cuando estaba haciendo esta teoría fue a pasear con el hijo y le dijo: hijo volvamos a casa que tengo que trabajar, tu padre está por cambiar el mundo. Otro paranoico terrible… Han vivido todos equivocados, el péndulo no baja continuamente, el péndulo baja en escalones, hoy está en 20 mañana en 18… Ustedes dirán: pero pasó por 19. 19 está prohibida dice Planck. Si tengo que ir de 20 a 18 voy de 20 a 18, no puedo pasar por 19; es una energía prohibida. Las energías son o la constante o un múltiplo entero de la constante, no hay número fraccionario.

Cuando los demás científicos leyeron el trabajo de Planck pensaron que estaba bajo el efecto del alcohol, ¿cómo voy a pasar de 20 a 18 sin pasar por 19? Y Planck dice: nadie puede explicar lo que pasa con los cuerpos que se calientan y se ponen incandescentes; para explicarlo utilicen mi fórmula. Cuando utilizaban su fórmula era la única explicación que había a un fenómeno, a lo que Planck agregó que todo fenómeno del mundo se explica así. La realidad es discontinua.

Observen ustedes cómo se liquida la aporía. Lo que parece continuo significa discontinuidad. La discontinuidad no es una cosa de los sentidos, es una cosa del pensamiento.

Ustedes me preguntarán ¿pudo ver alguna vez, alguien, ver una dimensión tan pequeña? Porque no crean que se pasa de 20 centímetros a 18 centímetros. ¿Saben de cuánto son los intervalos?, miden 10-33 metros. Esta dimensión es muchísimo más chica que cualquier átomo. Lo que dice Planck es que tiene razón Zenón, que no puedo pasar por un camino infinito porque no podré llegar al fin, pero puedo si voy saltando magnitudes pequeñas de 10-33 metros. Planck decía que la discontinuidad no se ve, se piensa; ningún físico ve esa dimensión; ellos lo saben perfectamente: es un hecho del pensamiento, no es un hecho de la sensación. ¿Quién va a ver 10-33? Va saltando magnitudes pequeñas y así se salva de pasar por el infinito y puede llegar al final. Un modo de eliminar la aporía eleática.

¿Pero por qué el pensamiento es discontinuo? Porque los campos del pensamiento tienen dimensiones, y las dimensiones de los pensamientos son percepciones de las magnitudes reales. Percepciones intelectuales, no sensoriales.

Y acá va la segunda parte de la metafísica del pensamiento: la realidad extra psíquica consiste en magnitudes discontinuas. La realidad es discontinua. Primera cuestión, continuidad – discontinuidad. Así que podemos resumir esto diciendo así: cuando una cosa que sensorialmente es continua significa “discontinuidad” esa cosa se vivencia como un ente agotable. ¿Qué quiere decir agotable? Que se puede recorrer enteramente porque sus partes no son infinitas. Este es el principio de toda la física del Siglo XX, este es el principio de toda la ciencia del Siglo XX. Vemos una continuidad, creemos que se puede recorrer todo, pero el pensamiento dice que no hay continuidad. Sólo hay golpes discontinuos, muy pequeños, tan pequeños que se pueden pensar pero no se pueden ver.

Y esto está estrechamente ligado al problema de la causalidad. Decimos que una cosa es la causa de la otra, que una bola de billar en movimiento le pega a otra bola de billar que está quieta y la pone en marcha. ¿Qué es lo que estamos diciendo? Que la energía cinética de la bola “uno” se transformó en la energía cinética de la bola “dos”. La causa se transforma en el efecto. Pero la energía se conserva. La causalidad está ligada a lo que se denomina el principio de la conservación de la energía. Tengo frío, me caliento las manos, froto las manos porque tengo frío, la energía cinética de la operación de frotar se transforma en energía cinética térmica, una energía se transforma en la otra: nada se pierde, nada se crea, todo se transforma, Lavoisier, Helmholtz, la conservación de la materia y de la energía. En el pensamiento, que es cuantitativo, que tiene dimensiones, eso no ocurre. Eso es lo que vemos, pero en el pensamiento lo que hay es dimensión.

Por ejemplo, ustedes pueden ver que yo caliento una barra de hierro y se dilata, o sea, la energía cinética del calor se transforma en energía cinética que produce la dilatación del cuerpo, se transforma la energía, es lo que veo. ¿Qué es lo que pienso? ¿Cómo trabaja el pensamiento? El pensamiento pone coordenadas cartesianas: en las ordenadas el volumen y en las abscisas la temperatura, pero el pensamiento no cree que cada temperatura sea la causa de un aumento de volumen. Los valores de las abscisas no son causa de los valores de las ordenadas. En el paisaje sensorial hay transformación, en el reino cuantitativo no hay transformación, hay una función matemática: y es función de x, se acabó, no hay principio de conservación de la energía.

¿Qué dice la doctrina del pensamiento? Que fuera de la psique no hay ninguna causalidad, así como no hay ningún color… Lo que hay es una regla de una función matemática, la regla puede ser x al cuadrado, dos x; lo que sea, uno sobre x, lo que sea, la regla de la función. Sin embargo, lo más curioso de la doctrina del pensamiento, y con esto nos acercamos al final, es el problema de la exactitud del mundo.

Si ustedes le preguntan a la gente ¿la naturaleza es perfecta? Pero cómo no va a ser perfecta, si lo único perfecto que hay es la naturaleza, responde la gente.

¿Qué significa perfección? Aristóteles decía: perfecto es lo completo, aquello que no le falta nada; perfección es ser completo, que no le falte nada.

En el paisaje sensorial, en el caos irracional, creemos que se podría llegar a conocer con el más refinado detalle una medida, porque podríamos transitar todos los infinitos hasta determinar con absoluta precisión una medida. La naturaleza es perfecta, nosotros no podemos llegar a eso.

Laplace, el famoso astrónomo francés, que escribió la Mecánica celeste, y cuando la terminó Napoleon le dijo “no veo que en su mecánica celeste haya citado al Creador”, y Laplace le contestó “Majestad, no tuve necesidad de esa hipótesis”. Laplace decía si en vez de ser tarados como somos fuésemos superdotados y pudiésemos conocer los infinitésimos hasta los últimos, el futuro se nos presentaría ante nuestros ojos. Si pudiéramos ver con detalle todo lo que está pasando ahora sabríamos lo que va a pasar inmediatamente después, y el futuro no sería un misterio.

Pero en el reino cuantitativo no hay continuidad ni hay infinitésimos, la naturaleza es imperfecta; lo que hay es discontinuidad. Hay una barrera que impide conocer el detalle, las cantidades que debiéramos conocer para ser refinados están encerradas adentro de un cuanto, son cantidades prohibidas. Esto en física se conoce como el principio de indeterminación del alemán Werner Heisenberg. No es justamente el principio, pero yo no quiero extenderme sobre el asunto. El hecho esencial es que cuando yo penetro en las cosas, el mundo racional, la naturaleza se torna imperfecta porque está llena de barreras… Esto es la física del Siglo XX.

Heisenberg solía decir: yo no sé cuándo un electrón va a emitir un fotón, no lo puedo predecir, aunque tuviera todos los datos no lo puedo predecir, un electrón es algo completamente aleatorio.

No podemos penetrar, hay barreras que nos impiden entrar, hay comandos que ni la naturaleza misma puede decidir. Todo es al azar, no sabemos cuándo va a ocurrir, no podemos, no hay medidas que medir. Einstein se enojaba terriblemente con esto. Ustedes saben la famosa anécdota: cómo que no se puede predecir cuándo se va a disparar un fotón decía Albert Einstein, Dios no juega a los dados, decía Einstein. Y Niels Bohr le contesto: Einstein, no le digas a Dios lo que debe hacer.

Lo que yo quiero decir es esto: les he mostrado tres antítesis. Lo continuo y lo discontinuo, lo causal y lo acausal, lo perfecto y lo imperfecto.

Es el panorama sensorial y el reino cuantitativo, el paisaje y el reino le llamo yo.

El paisaje parece perfecto, es causal. El reino es imperfecto, no tiene causalidad. El reino refleja la realidad extra psíquica, la realidad extra psíquica no es perfecta. Ilusión sensorial, esta es la doctrina del pensamiento, lo irracional es ilusorio, esto es Planck, no se dejen engañar por lo que ven… El pensamiento les va a decir que “las cosas” no son continuas ni son causales ni son perfectas.

Los físicos actuales están tan excitados, a partir de las cosas que hizo Heisenberg y de las cosas que hizo Planck, que ya no les interesa más la causalidad. La causa ya no les interesa más. No creen que el mundo en su fundamento cuantitativo sea causal. Ellos piensan que las partículas nacen de la nada, es más, piensan que el universo ha nacido de la nada…, “tout d’un coup”.

Muchos físicos se agarran la cabeza y creen que esto es un retorno a la religiosidad más desesperante…, pero lo dicen cada vez con menos naturalidad.

Lo que yo quiero señalar para terminar es que esta lucha entre el paisaje perfecto y el reino imperfecto, es una lucha característica del pensamiento del Siglo XX, y que actualmente sigue teniendo la misma fuerza que tenía antes.

Esta lucha entre lo perfecto y lo imperfecto, entre lo causal y lo acausal, es característica del pensamiento del Siglo XX y se nota sobre todo en la relación entre la pintura y la física. El arte del Siglo XX, tanto la pintura como la música, pero en la pintura es más claro para decirlo, se ha querido alejar del paisaje sensorial, ha visto en ello una ilusión. Por eso cuando ustedes ven un cuadro de Picasso o un cuadro de Kandinsky o una lámina de Mondrian, tienen la sensación de que eso no es nada, y se llama arte no figurativo, es correcto, no es nada. Kandinsky no es nada, Mondrian…, ustedes vean una lámina de Mondrian…, un montón de rayas, una roja, otra amarilla, otra verde, y pensarán, si tienen conocimiento de la doctrina del pensamiento, pensarán: y bueno… así será la realidad. Porque el mundo de los sentidos, el universo que vemos no es así… Impresionismo, expresionismo: impresiones del paisaje, expresiones del reino.

La música ha despreciado todo lo que produce un placer sensorial, ha liquidado el tono, ha liquidado la clave, ha liquidado la melodía… Así como la revolución en la pintura comienza con Cezanne y la revolución en la física comienza con Planck, la revolución en la música comienza con Richard Strauss , escuchen ustedes el Till Eulenspiegels de Richard Strauss y ya van a ver ahí un camino hacia la realidad, hasta llegar a Schoenberg, hasta llegar a Berg, son como el Mondrian de la música, son como Heisenberg, son como Schrödinger en la física. A ellos no les importa ningún principio de las cosas, no respetan ningún principio del mundo. Una función cuántica es tan caprichosa que dice que una bola que va de acá hasta acá, y que va y vuelve, va y vuelve, por acá no pasa, entonces preguntan ¿por dónde pasa? Por ningún lado, pero va de A a B y vuelve de B a A, si… ¿Entonces tiene una trayectoria? No, no tiene una trayectoria porque la probabilidad es, este punto, cero.

¿Usted me quiere volver loco a mí?, me preguntan. O ¿usted está loco? No. Yo no hablo de lo que vemos, yo hablo de las matemáticas, del reino matemático, la realidad no es lo que usted ve, es lo que nosotros pensamos con las ecuaciones… No hay trayectoria, no hay causa… Es la revolución del pensamiento.

La revolución del Siglo XX. De buena gana yo me detendría acá, en el aspecto político de esta revolución, pero no lo voy a hacer, hay cosas que hay que llevarse a la tumba… La misma revolución que ocurrió en la física, en la doctrina del pensamiento, que ocurrió en la música y en la pintura… Esa lucha entre el paisaje y el reino, entre lo cualitativo sensorial y lo cuantitativo racional, real, matemático, discontinuo… eso mismo ocurrió en la política…

La última pregunta es esta, la última cuestión es esta: ¿tiene razón esta revolución? Bueno… ¿Qué es lo que nos interesa? La verdad. ¿Qué es la verdad? Discúlpenme que lo cite, porque hay muchos que lo odian mucho, pero el General Perón decía: “la única verdad es la realidad”. Justamente, la verdad es la realidad, la realidad está en el panorama, en el paisaje, pero está oculta, hay que pensarla. Las cosas ocultan la verdad, el pensamiento descubre la verdad, esto es ocultación, esto es desocultación… La revolución, señores, está completamente justificada.

 Muchas gracias.

 

 

 



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