Cartas comentadas
Mi hijo, el psicópata
From: Mirna
To: marietanweb@gmail.com
Sent: Wednesday, May
10, 2006 11:09 PM
Subject: psicopatía
Estimado Dr. Marietan le pido que por
favor me aclare qué diferencia hay (si existe) entre
personalidad límite o borderline y la psicopatía. Otra de
mis inquietudes es si hay algún modo en que se exprese el
monto de culpa inconsciente del psicópata o si en la
mayoría de los casos cuando ésta irrumpe lo lleva al
suicidio. Otra cosa: es interesante indagar en la
comunicación analógica entre el psicópata y su
complementario y en cómo se manifiestan corporalmente en
éste último las demandas y los miedos que el vínculo
conlleva. Me encantaría aportar algo a sus interesantísimos
estudios sobre el tema. Gracias.
Mirna:
La personalidad borderline es una
categoría nosológica que está en proceso de aprobación, no
tiene el consenso total de la comunidad psi.
La psicopatía está definida según lo
que ha leído en mi página.
Los psicópatas tienen culpa como
cualquier otro individuo, pero no para sus actos
psicopáticos
Hay psicópatas que se suicidan pero
por frustración, no por culpa
Sobre la comunicación analógica P-C
estoy escribiendo un artículo en estos momentos.
Con gusto recibiré sus aportes a estos
temas
Muy cordialmente,
Dr Hugo Marietan
Dr. Marietan:
He aquí mi aporte como primera
aproximación al tema de su especialidad. Continuaré
haciéndolo si le es útil. Me agradaría también poder
reflexionar con usted sobre algunos puntos de ese tema que
ya le iré comunicando. Por lo pronto le envío esta
descripción de un episodio psicopático:
"Soy la madre de un muchacho al que
me atrevo a diagnosticar como psicópata privado (G. de 24 a)
y he desarrollado un sistema de alarma extremadamente
sensible que me permite reconocer el volumen del acto
psicopático en el que participaremos mis otros hijos y yo.
Cuando G se aproxima e ingresa al campo interaccional, el
clima ambiental se enrarece, el aire adquiere otra densidad
y se llena de una tensión que parece atravesada por un
malla metálica que de algún modo inmoviliza y nos atrapa.
Entonces, todos los actores quedamos expectantes, queremos
parecer indiferentes, pero él sabe que no lo estamos. No
hay demasiadas señales visibles y mucho menos verbalizadas
pero la insatisfacción de G se puede palpar y quienes
debemos pagar por ello ya estamos en escena. De pronto
algo ocurre en mi estómago, mis órganos se caotizan, tengo
taquicardia, sudoración y cierto e imperceptible temblor
corporal., además de sentirme torpe, me choco con las
cosas, vuelco el mate, me desorganizo hasta reconocer la
angustia y el nerviosismo que acaban de instalarse.
Quiero recobrar el control pero es como si estuviésemos
esperando una orden.(de G, por supuesto) ¿Para qué? Para
ponernos en acción aunque ésta implique ir en contra de G.
Intentar vanamente ponerle límites o defendernos de algún
ataque físico o del revoleo de algún objeto. Porque es así
como muestra su frustración y su furia, culpando a sus
hermanos o a mí de no encontrar de inmediato alguna cosa
que cree haber dejado allí. Intentamos no entrar en su
provocación pero ya es tarde, estamos en trance y a partir
de este momento nuestra obediencia a actuar será
automática. La sugestión sutil y certera de G nos ha
sumido en estado hipnótico. No obstante les digo a mis
otros hijos que se retiren de la escena que no permitan la
manipulación de su propia agresión. Pero no pueden ni
quieren concederle semejante poder. El rostro de G está
tenso y adquiere una rigidez tal que exalta su mirada, ahora
tan fría como un arma a punto de dispararse. Le decimos
que nadie tocó lo suyo pero se muestra convencido (¿lo está
realmente?) de que somos responsables de su desgracia
(magnifica alarmantemente el hecho más trivial) y se
trompea con su hermano dos años menor que él. Entra en la
pelea la hermana a la que él le lleva seis años. Yo me
interpongo, G está desencajado, toma con su mano derecha la
bifera y entro en pánico porque creo que puede literalmente
matar a alguien, aunque sé que no ha perdido totalmente
el control de la situación. También puedo palpar su propio
miedo. Digo que voy a llamar a la policía y parece ser
éste un atenuante aunque no estoy demasiado segura. Por
momentos estamos todos forcejeándonos en el piso. De
pronto la calma, con intermitencias. Los actores finalmente
se retiran. Quedamos mascando la impotencia, la tristeza
sorda de no poder modificar lo inmodificable. Habrá
relativa calma hasta que el volcán vuelva a entrar en
erupción. Sabemos que nada de lo que hagamos lo impedirá,
también sabemos que nuestro cariño no le sirve, que tomará
(si se lo permitimos) el auto, el dinero, las ropas,
aprovechará los viajes, las pertenencias de todos pero no
nuestro afecto. G rechaza el diálogo y queda resonando su
condena:"Ustedes son los culpables". Siendo su dicción
entrecortada con palabras inconexas llenas de odio y
reproches incoherentes basados en reclamos infantiles de
pobrísima argumentación. Y luego escucharemos las voces,
las otras, las extra familiares, de aquellas personas que lo
conocen poco y mal a las que él ha vendido su mejor parte :
"¡Qué chico tan dulce, qué bueno es, tiene tanta ternura en
su mirada!". Quizá haya algo de eso en él pero
indudablemente lo reserva para los otros, los de afuera
porque necesita cuidar su imagen, y si se entera de que
alguien supo de sus arrebatos, tal infidencia le parecerá
imperdonable y su vínculo con el delator quedará
definitivamente roto. En ningún caso esperamos sus
disculpas, jamás ha reconocido su error y si dice con
ligereza "perdón", lo utiliza como pasaporte para obtener
alguna otra cosa. Sabemos que la revisión de su propio
hacer no es su práctica, así como tampoco el hacerse cargo
de sus actos y las consecuencias de los mismos. Si lo
perdió, su respuesta es: "mala leche". Si algo no resulto
por su negligencia: "bueno, ya fue", como cuando le rogamos
que cierre con llave la puerta de casa porque ya nos han
robado tres veces y la hemos pasado muy mal: "no me
jodan". Su relativismo es exasperante. Y nosotros aquí,
sin saber cómo ayudarlo y atestiguando día a día el daño que
se inflige a sí mismo y por ende a quienes somos su
familia."
Mirna:
Sin duda muchos
de los que leerán esta carta se sentirán identificados en
varios párrafos. He escuchado casi siempre este “estado de
tensión” tan especial que implica la presencia del
psicópata. No algo preciso, definible, sino “un clima”
especial que se impregna en el ambiente. Expectación.
Haciendo una analogía es la tensión de la gacela cuando
olfatea un tigre pero no lo ve: ¿será o no será? ¿Descargará
su agresión sobre nosotros o no? ¿Con qué saldrá ahora?
¿Cuál será la sorpresa? Es la espera de lo inesperado. La
persona siente que no tiene armas ni posturas para
contrarrestar al psicópata. Ese estado de indefensión genera
el miedo, y ese miedo es olfateado por el psicópata. El
instrumenta el miedo, lo puede manjar, lo percibe en los
otros (en la artificialidad de los movimientos cotidianos,
en las fallas mínimas, en los “accidentes”, en la mirada
esquiva, en los gestos automáticos) y lo incrementa. Sabe
como hacerlo. Sabe que generar temor es generar poder (la
vieja ley). Es una de sus herramientas de trabajo. El
levantará la bifera y hará la gestualidad de la posible
descarga sobre uno de ustedes. Él sabe que no lo hará.
Ustedes saben que no lo hará. Pero la “potencialidad”, la
mera idea de que “algún día se descontrole y lo haga” es
suficiente para generar el miedo, la descarga de adrenalina
que impregna la piel y él olfatea. Está conseguido el
objetivo. Ha dominado la situación, sacará su provecho y
ustedes, paradójicamente, estarán agradecidos de que “esta
vez” la cosa no pasó a mayores. Luego viene la peligrosa
autocensura: hacer las cosas para evitar que él se enoje,
para que no vuelva a ocurrir todo esto. Y se hace, pero…
¡Siempre se escapa un detalle! Y todo se repite. Al
psicópata “no le conviene” lo perfecto, eso le quitaría el
generar el miedo (el poder) por lo tanto siempre encontrará
algo que no “esté bien”.
Resultado: El
desgaste, el sometimiento, las individualidades se
minimizan, los actos están orientados a satisfacerlo o a
contrariarlo (es lo mismo), la finalidad se consigue: todos
giran a su alrededor. Es un Sol negro.
¿Qué hacer? No se
puede dar una respuesta masiva. Las técnicas deben ajustarse
a cada familia en particular. Hay muchas variables que
analizar. Es un hijo, pero también están los otros hijos. La
calidad de vida de los otros integrantes está muy
disminuida. Pero ¿Cuál es el temperamento de cada uno? ¿Con
qué recurso propio cuenta cada uno? ¿Cuáles son las
posibilidades de zafar de este circuito? ¿Pueden entender si
se les explica que están frente a un atípico? G. tiene 24
años: ¿Cuáles son las posibilidades que se independice y
salga del sistema nuclear? ¿Pueden hacerse cargo de esa
independencia? Y así, muchas otras preguntas generales y
particulares.
De ahí que el
tratamiento de la familia (y de la pareja complementaria en
otros casos) debe ser personal.
De todos modos
seguiremos compartiendo las vicisitudes de Mirna ante su
hijo atípico.
Esperemos que
otros puedan aportar sus experiencias.
Dr. Hugo Marietan
24 de mayo 06
Doctor:
Desde ya le agradezco enormemente este
intercambio. Quiero compartir con usted el modo en que
hemos resuelto neutralizar (al menos temporariamente ) a G .
He podido instrumentar a mis otros hijos aunque le aseguro
que tienen verdaderos recursos propios para afrontar las
vicisitudes que esta situación nos impone. N. (22 a) hace
cuatro o cinco años, luego de innumerables decepciones,
que decidió tener contacto cero con G, lo ignora hasta que
se produce una descarga de G, entonces interviene de manera
rotunda. La dulce L., luego de alternar durante años
movimientos de acercamiento y distancia (igual que yo) optó
por cortar el vínculo, al menos desde lo comunicacional.
Pero lo interesante aquí es que luego del último episodio de
acting out de G en el que, entre otras cosas, reclamaba
nuevamente que se ponga en venta la casa (tema conflictivo
y angustiante) cuya mitad es de su padre ( luego del
divorcio se acordó la venta para cuando L. cumpliese 21
años no antes), pongo punto final al asunto, cito al
padre y le planteo que estoy de acuerdo con la venta
adelantada, que no haga más este reclamo a través de G,
pero que se haga a partir de ese momento cargo de este
problemático hijo que tiene el poder que él le confiere
dejándolo subirse a sus hombros. Cuando G vio puesto el
cartel de venta creo que se dio cuenta que cayó en su propia
trampa y que acababa de cesar su herramienta principal de
tortura. Vivir con su padre no es una buena elección ya que
está enfermo de alcoholismo (este fue el motivo de divorcio)
y además confirmó que los planes del padre no lo incluyen.
Además sabe que sus hermanos y yo nos mudaríamos a un piso
(exclusivamente mío) en pleno centro de L. P., cosa con la
que siempre soñó (ahora vivimos en otra localidad). Por lo
tanto debe hacerse cargo de sí mismo como adulto que ya es.
Conclusión: Luego de tres días de
ausencia, encontramos una nota y sus llaves en un jeans de
L. en la que decía que se iba a recorrer el país, que
cuidemos de sus cosas y que volvería tal vez en un par de
meses. Lo cierto es que G se encuentra hace un mes en
la casa de mi madre (C. R.) que "lo ve con otros ojos". Mi
madre es una figura fuerte, mi hermano de 56 vive con ella y
ambos se alían a G con reservas. Hace unos días mi hijo
envió un mail (impersonal) pidiendo por favor que no le
tiremos sus cosas, que vendrá por ellas anunciándose antes.
Le respondí con el mismo tono y ofrecí enviarle todo por
encomienda. L. y N. no quieren que G vuelva. Yo tampoco,
no por ahora. El lugar que eligió tiene reglas muy claras
que no podrá sortear si quiere permanecer allí. Pero sé que
a la larga los va a decepcionar.
Quiero preguntarle doctor, si es
posible la categoría de "psicópata secundario" me refiero
a que si alguien que ha tenido una infancia feliz (como en
el caso de G) donde se mostraba como un niño colaborador y
cariñoso (las maestras lo felicitaban por su comportamiento)
puede desarrollar una psicopatía a los 14 años luego del
traumático divorcio de sus padres. Aclaro que G tenía una
fuerte identificación con su padre que desde luego ha
incrementado su repertorio de manejos psicópatas reforzado
por su alcoholismo en aumento ( y que ahora vive con su
anciana madre después de varias parejas malogradas).Sé que
la carga hereditaria influye. Usted dice que nadie se hace
psicópata, que se es o no se es, que estamos en la
categoría del ser y no del estar (de esta determinada
manera). Sería tan amable de aclararme este punto: ¿
nadie se vuelve psicópata ni se defiende psicopáticamente a
partir hechos dolorosos y muy puntuales ? ¿ El psicópata no
tiene ninguna posibilidad de atenuar su psicopatía , no hay
esperanzas respecto a cambios profundos?
Gracias por su paciencia, quiero
investigar, aprender y si usted lo desea colaboraré en todo
lo que le sea de utilidad sobre este tema.
Mirna:
Observo que ha
instrumentado las cosas de tal manera que G. no viva con
ustedes. Si eso se mantiene será un alivio para los hermanos
y usted.
Paso a responder
algunas de sus preguntas:
1) ¿es posible la
categoría de "psicópata secundario"?
En el modelo que
he desarrollado sobre psicopatía (1998) y en consonancia con
otros autores, no es posible esta categoría. La psicopatía
no es originada por un hecho emocional traumático o como
reacción al mismo. El psicópata es psicópata desde la
concepción y muere psicópata. Es una manera de ser.
Existen personas
que tienen Rasgos que comparten con los psicópatas, pero la
forma e intensidad de manifestarse no son idénticos, que he
manifestado en otros artículos. Por ejemplo el Rasgo
Manipulación: algunos neuróticos son manipuladores
(histéricos, por ejemplo), algunos depresivos manipulan con
su enfermedad a los familiares. Algunas personas normales,
en función de su profesión, son manipuladores como los
vendedores y los abogados. Sin embargo se diferencian
cualitativamente de la manipulación de un psicópata en lo
siguiente: El resto de los manipuladores ejercen este rasgo
sobre personas, los psicópatas (desde su perspectiva) la
ejercen sobre “cosas”. Y la cosificación imprime tal calidad
al rasgo que lo distingue netamente de los otros
manipuladores. Va un ejemplo: Una empresaria acosaba
sexualmente a un ingeniero, a pesar de que ambos eran
casados. Primero intentó seducirlo, digamos, de manera
estándar, confesándole su ardorosa pasión y, al verse
rechazada, aumentó su presión laboral y psicológica sobre el
mismo hasta engendrar la idea en el ingeniero de que era
preferible ceder. Así fue. Consumada en varias ocasiones las
apetencias sexuales de la empresaria el ingeniero firmemente
manifestó su decisión de cortar la relación, a lo que la
psicópata le respondió que si hacía eso le iba a mandar
“unos muchachos”. El ingeniero no se amilanó por esta
amenaza y le dijo que los esperaría “adecuadamente”. Y ella
le dice con un tono y de una manera que lo dejó petrificado:
“Los muchachos no son para vos, son para tu esposa, para que
le den unos ‘besitos’”. Por otros antecedentes que no vienen
al caso el Ingeniero sabía que esto era posible y no pudo
zafar de la relación. Con este ejemplo se dan cuenta que la
“calidad” de la manipulación es totalmente atípica e
impensable de ser instrumentada por un neurótico.
Existe en la
literatura casos de “transformaciones de la personalidad”,
después de traumatismos de cráneo severos o de tumores
cerebrales. Algunas de estas personas manifestaron, después
del trauma, rasgos psicopáticos. Y a estos casos se les
llama: psicopatías secundarias. Sin embargo, la calidad de
los rasgos no es igual a la de un psicópata original.
El caso de G.
bastante común: en la adolescencia se manifiestan los rasgos
psicopáticos. A tal punto que el DSM IV lo da como una de
las características.
Sin embargo otros
psicópatas tienen rasgos manifiestos desde la infancia.
Entonces, y por
lo anterior, a la pregunta :
2) ¿ nadie se
vuelve psicópata ni se defiende psicopáticamente a partir
hechos dolorosos y muy puntuales ?
La respuesta es
no.
3)¿El psicópata
no tiene ninguna posibilidad de atenuar su psicopatía , no
hay esperanzas respecto a cambios profundos?
Esta es la
pregunta recurrente del familiar o complementario del
psicópata. Ocurre que el psicópata no es un enfermo. Ni él
se ve como un enfermo. Es una manera de ser. Es “su” manera
de ser. En consecuencia no se genera en él la idea de
“cambio”. Es, lo que se llama en la jerga psicológica, “egosintónico”:
su yo “sintoniza” con su conducta y sus pensamientos. Por
otra parte él tiene “necesidades especiales”, distintas, que
debe cumplimentar y que autojustifican todas sus conductas
psicopáticas. Es por estos dos motivos que son refractarios
a toda argumentación externa, a premios y castigos, a los
intentos de “educarlos”. Esta tozudez en mantener los
rasgos, y la repetición de los mismos, es la que ha generado
el falso concepto de “No aprenden con la experiencia”. Nada
más erróneo. Ellos aprenden como cualquier otro mortal de
las experiencias, eso los hace ser más efectivos y
perfeccionistas en sus rasgos psicopáticos y sus habilidades
de depredador y manipulador. En realidad los que “No
aprenden con la experiencia” son aquellos psiquiatras que se
dogmatizan con la teoría de los libros y son impermeables a
la experiencia que les demuestra con muchos ejemplos cómo
son los psicópatas.
Aquel ‘psicópata’
que tras un ‘tratamiento’ ha modificado intensamente sus
rasgos psicopáticos es porque a) por circunstancias
especiales “le conviene” no manifestar sus rasgos como es el
conocido ejemplo de los “presos modelos” que, al cambiar su
conducta original por una conducta adaptada, consiguen
disminuir su tiempo de encierro y salen de la cárcel antes
de cumplirse la condena total por “buena conducta”. Es
decir, una estrategia. O b) por mal diagnóstico, por
confundir a una persona con “rasgos psicopáticos” con un
psicópata. En la literatura, muchos casos de “recuperación”
se debe a este segundo punto.
Esta acentuación
en marcar estas posiciones tiene su justificación en que es
mejor ver la realidad tal cual es y no disfrazarla. Nada se
gana con ello.
Una vez que
aceptamos que el psicópata es como es, entonces quedemos
hacernos la siguiente pregunta: ¿Ser psicópata
necesariamente es ser un asocial o disocial o tener un
“futuro negro”?
La respuesta es:
No en todos los casos. Muchos psicópatas canalizan sus
apetencias en ciertos canales permitidos por la sociedad y
donde ellos hace un uso “social” de sus rasgos: por ejemplo
entre comerciantes, políticos o empresarios con alta
capacidad de riesgo y manipulación. Se destacan también en
profesiones como abogados, cirujanos, odontólogos,
contadores, forenses, donde su capacidad de cálculo, su
“frialdad”, incluso el rasgo de “crueldad”, le permiten
destacarse por encima de los otros colegas normales o
neuróticos. También, desde luego, en las fuerzas de
seguridad donde, incluso, ciertos rasgos (capacidad de
riesgo, insensibilidad, apetencia por el poder) son muy
apreciados. Prácticamente en todos los rubros sociales
podemos toparnos con psicópatas.
Muchos de los
revolucionarios y tiranos que registra la historia han sido
psicópatas, así como sobresalientes deportistas y artistas.
En
todos estos casos son seres especiales y distintos a sus
colegas. Con lo cual digo, a fuerza de ser redundante, que
no TODOS los abogados, políticos, cirujanos, empresarios,
etcétera, son psicópatas, sino, como el resto de la
población, un pequeño porcentaje: sólo un 3 %.
Doctor:
He leído el caso
de Mirna, el cual no es muy diferente del mío. (si le sirve
de algo a Mirna, puede leer mi caso \"incesto\".
Mi hija mayor (P)
vivió con nosotros hasta los casi 21 años. Un domingo, luego
de dormir todo el día debido a la borrachera de la noche
anterior, se levantó y lo primero que hizo fue golpear a su
hermana por no darle papas fritas y coca cola. Esa noche, la
mandé a casa de su padre (psicópata que cometió incesto con
su hermana menor, que ahora tiene casi 17 años).
Mi hija menor,
estuvo siendo atendida por psicólogos y psiquiatras desde
los 6 años, sin ningún resultado. Pero, cuando P. dejó la
casa, la menor hizo un cambio increíble, en sólo un mes.
Nadie podía creerlo, ya no era la nenita que hablaba
llorando, la que necesitaba siempre del escudo protector de
su madre (cuestión que me tenía realmente desgastada), el
ambiente de convivencia que Mirna describe es muy parecido
al otrora se vivía en casa y desapareció por completo al
irse P.
La menor sufrió
la pérdida no sólo de su hermana, sino de toda la familia
paterna, que protege al perverso (padre).
Fue muy duro,
pero, con asesoramiento a través de la página del Dr.
Marietán, donde pudo leer sobre psicopatía, fue entendiendo.
También ayuda mucho la terapia que hace en un hospital de la
capital.
La diferencia es
que su psiquiatra lleva la cuestión de una manera diferente
a la mía que no soy especialista. Yo le llamo a las cosas
por su nombre y la invitó a leer toda la bibliografía que es
posible de acuerdo a su edad. Por ejemplo, el artículo \"El
sol negro..\", del Dr. Marietán, le interesó muchísimo. Lo
imprimió para poder leerlo con detalle al acostarse. Un día
me dijo: \"mamá, P. es un sol negro\", y mi respuesta fue:
\"creo que si, tené en cuenta que no soy psiquiatra, así que
no vamos a tener en cuenta las etiquetas, ya que no estoy en
condiciones de diagnosticar, pero lo importante es que se
comporta como tal, y aunque le demos nuestra última gota de
sangre nunca le va a alcanzar\".
Le conté sobre mi
infancia, me gustaba ver como se comportaban los bichos...
tenía varias arañas en cautiverio, y P. se comporta como
una. Las arañas tejen y tejen, esperan con tranquilidad que
algún bichito caiga en la tela. Luego los paralizan, le
chupan el interior y desechan la carcaza, a la espera de
otro. Y así el círculo se repite una y otra vez.
Al principio me
pasó lo que a toda madre, sentí culpa, pensé en mi divorcio,
hasta en un momento tuve deseos que volviera, porque la veía
diferente, estaba haciendo un acercamiento afectivo y le
pedí que se mudara con nosotros nuevamente. Dijo que no, por
suerte, porque no pasó mucho tiempo para demostrar que era
una de sus artimañas para lograr otra cosa.
Pasamos por
momentos de entusiasmo, creyendo que había cambiado, que la
recuperábamos, porque la queremos. Pero ahora, Mirna, ya no
más. Fueron muchas desilusiones, muchos dolores, P. no va a
cambiar jamás. Es algo que SE DEBE interiorizar, para poder
SOBREVIVIR. Tengo dos hijos más. Fue mi culpa?, culpa a
medias?, no importa, ya está hecho, no podía seguir
sacrificando a mis otros hijos y a mi, por ella. Y aunque
lo hubiese hecho... de nada hubiese servido, las arañas
siempre van en busca de una nueva presa... cuando terminan
de chupar la última gota de alimento de la que tienen en su
red.
Inés, 26 de mayo
de 2006
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